Arqueología del signo

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El Instituto Cultural Cabañas es el escenario que actualmente alberga la muestra Rastros y vestigios, indagaciones sobre el presente, y de la cual su curadora, Tatiana Cuevas, dice que “parte de la idea de considerar un conjunto de objetos producidos dentro del lenguaje del arte contemporáneo, como signos de nuestra civilización y nuestro tiempo”.

Cuevas considera dos vertientes de la exhibición, ya que “por un lado esta estrategia alude al frecuente extrañamiento del público que no está muy familiarizado con este arte, y que se encuentra con un objeto al que no sabe cómo acercarse, cómo interpretarlo o vincularse a él. Y por otro lado está asociado a la serie de pensamientos catastrofistas que, durante la historia, diversas culturas han fantaseado con la posibilidad de que el mundo se pueda acabar. Estas historias que hablan de la amenaza del fin del mundo se volvieron tangibles, después de la Segunda Guerra mundial, y dio un desarrollo sobre este pensamiento apocalíptico”.

La exposición, que es la cuarta que lleva a cabo la Colección Isabel y Agustín Coppel (CIAC), reúne a 66 artistas nacionales e internacionales, entre los que se hallan Francis Alÿs, Joseph Beuys, Alighiero Boetti, Félix González Torres, Alfredo Jaar, Ana Mendieta y Gabriel Orozco, y está compuesta por 135 obras en formatos como pintura, escultura, instalación, fotografía y video.

De acuerdo a la directora del CIAC, Mireya Escalante, “con esta muestra se pretende encontrar nuevos discursos que enriquezcan la apreciación y comprensión de las piezas de arte contemporáneo que alberga la colección”.

Para Cuevas, el aspecto importante a tratar en la muestra era “incluir piezas que funcionaran como vestigios; objetos encontrados que pueden decir algo, y que son fragmentos de una cultura o de un momento o pensamiento, para acercarse a ellos y asignarles el valor de información”.

Sin embargo, esta función informativa está lejos de ser absoluta, dado que “se alude a toda la confusión de posibles elucubraciones falsas también, porque no podemos tener nunca la certeza de que estamos interpretando correctamente el pasado, porque ya no hay nadie que nos dé cuenta de ello, excepto una serie de objetos, y la manera en que nosotros mismos intentamos leer toda esa vinculación entre ellos”.

Así, la exposición “da origen a un conjunto de obras de arte contemporáneo como signos que den cuenta de esta civilización. Las piezas han sido seleccionadas por su capacidad para evocar escenarios deshabitados o formar parte de rastros sujetos a ser interpretados. La arqueología es el modelo de esta indagación, por su capacidad para alterar la condición original del artefacto en cuestión haciéndolo pasar de un objeto mudo a testigo de todo un entorno social y cultural”.

Pero también, “así como los arqueólogos cuando descubren una locación nueva sólo cuentan con fragmentos, y no pueden más que especular sobre cómo funcionaban las cosas ahí y tal vez con ciertos vínculos con otras civilizaciones, de igual manera esta selección de obras es parte de toda la complejidad que es el mundo contemporáneo, que da testimonio de sensibilidades, ideologías y procesos de decadencia que son muy característicos de este siglo”.

A manera de inventario de los siglos XX y XXI, estas piezas se ponen a consideración como testigos de una amplia red de significados económicos, políticos, sociales, culturales e ideológicos que determinan la obra de arte. La exposición plantea un ejercicio de conjetura para un observador ajeno a este momento histórico; un posible “arqueólogo del futuro que se proponga explicar las problemáticas y contradicciones de nuestro tiempo”.

Para la exposición se realizó un catálogo que cuenta con ensayos de Néstor García Canclini, Eduardo Abaroa, Susan Hiller y Tatiana Cuevas. Pero además, el público puede hacer uso de guías auditivas y una aplicación gratuita para celulares, que contiene material exclusivo de varios de los artistas que conforman la colección.

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