Antonio Ríos Fernández “El Pipa”

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Antonio Ríos Fernández “El Pipa” invoca a dioses y demonios con sus largas y virtuosas manos mientras se mueve gozoso frente a la cámara. Este bailaor jerezano accedió a subir al helipuerto del hotel Hilton de la ciudad y apenas llegó, lo convirtió en un tablao. El peso de su elegancia gitana despertó la magia en el elevado paisaje de Guadalajara. La húmeda cercanía de las nubes y la luz ámbar del atardecer fueron el telón que circundaba la imposible intimidad de un tablao abierto, del dibujo aéreo de unos brazos que no dejaron de cantar.
Con motivo de la Primer bienal de flamenco en Guadalajara, “El Pipa” llega con su compañía para encabezar los talleres y actividades culturales que desde el 5 de octubre y hasta hoy, se realizan en la ciudad.
Con la noche encima, “El Pipa” tomó asiento y dio paso a la palabra. Sin embargo, sus manos no dejaron la actitud sensitiva de quien pareciera acompañar el apasionado gesto de sus palmas con su voz. Nunca al revés.

Flamenco, legado y propuesta estética
Originario de Jerez de la Frontera, Antonio recibe el temple de la sangre de su abuela, Tía Juana la del Pipa, quien fuera una de las matriarcas más importantes del baile flamenco español, además de ser sobrino de Antonio “El Pipa”, bailaor del mismo nombre. “Hay gente que busca o elige su profesión: yo nací en ella. Tengo la suerte de pertenecer a una familia gitana que me dejó esa semilla. Aparte de haber tenido los padres más bonitos del mundo, que me heredaron el gusto por el flamenco de forma casi inconsciente: estaba predestinado. Es en la adolescencia cuando comienzo a sentir que mi ego personal se llena cuando bailo. Ahí empiezo a sentirme bien conmigo mismo. Tuve entonces la certeza de que el baile es lo que me hacía feliz y decidí luchar”.
A 15 años Antonio comenzó a viajar y a pensar en el flamenco como una profesión y no sólo como su cuna. “Tienes que pelear duro, hay que disciplinar el cuerpo. Esta es una locura de constancia y conocimiento que me ha hecho un hombre pleno en los 24 años que tengo de carrera. Cuando quieres dedicarte al flamenco tienes que preocuparte por crear tu propia estética, por el encantamiento que no tiene nada que ver con la fiesta familiar, sino con el baile que se lleva a la escena. El teatro es por y para el teatro, por y para el público”.

El templo del ilusionismo y la hechicería
Luego de crear con mucho éxito espectáculos con una dramaturgia específica, “El Pipa” desnuda su herencia y vuelve al germen de su estirpe gitana para presentar De tablao, montaje que trajera a esta ciudad en 2006 durante la FIL dedicada a Andalucía. De tablao cierra [el 12 de octubre] las actividades de la Bienal en el Instituto Cabañas. “Es un espectáculo que quiere recuperar esos antiguos templos que existen en mi país: los tablaos. Hay un trabajo auténtico de coreografía, iluminación, diseño de vestuario, de todo lo que implica crear y producir para el gran teatro, pero pensado en los ambientes y personajes de los pequeños santuarios que son los tablaos. De tablao también busca homenajear a los grandes del baile gitano. El arte por el arte. El baile, el cante y la guitarra están en sí mismos, auténticos, desnudos y sólidos”.

Buscar hacia adentro
Son muchos los herederos directos e indirectos del flamenco, también muchas las apuestas que juegan con las posibilidades de combinar técnicas y corrientes dancísticas con el baile andaluz. Para “El Pipa” no se debe tratar de rupturas, sino de veneros que se sumen a una corriente tan jonda como su cante. “Considero que las búsquedas deben enriquecer la profesión, no romper. Yo nunca he roto con mis orígenes ni con los cánones que ya marcaron los grandes maestros. Por supuesto, jamás voy a desligarme de mi etnia: estoy orgulloso”.
Como otros artistas, la historia personal de “El Pipa” ha marcado su creación. Con pocos días de diferencia, Antonio pierde a su madre y recibe a su hijo. El contraste de sentimientos da origen a uno de sus espectáculos más importantes. “Hay un poema de Miguel Hernández: ‘con tres heridas viene: / la de la vida / la del amor / la de la muerte’. En ese momento creí que el poeta lo había escrito para mí. No sabía que estaba triste, y lo estaba; tampoco sabía que estaba feliz. Así nació Puertas adentro, la coreografía previa a De tablao. Mi trabajo sigue siendo muy interior, sin embargo, tengo la suerte de poder compartir, en los mejores teatros del mundo, algo que siento muy mío: el maravilloso duende del tablao”.
Los verdes ojos del bailaor se distraen un momento. Se levanta y me muestra lo que acaba de recibir: un DVD de su espectáculo, grabado en Tokio. “Me acaba de llegar. Mira qué extraño”. La tapa exhibe el encendido garbo y la seducción hechicera de su figura mientras ejecuta un movimiento agitado. Sólo se puede leer De tablao. El resto está en japonés. En el giro violento de su cuerpo, en las gotas de sudor que capturó la cámara en esa imagen, está, igual que en sus manos, el ritual universal del arte.

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