Annette Fradera: El desafío del mercado musical

1186

La primera edición de la Feria Internacional de la Música (FIM), dejó en claro que el derecho de autor es un tema intrincado, espinoso, y de acuerdo a las condiciones de la industria en cuestión, uno de los retos inaplazables para definir nuevas reglas de consumo. El establecimiento de leyes que permitan equilibrar ganancias entre la cadena de producción, además de conseguir oportunidades de promoción y difusión a través de internet y otros medios alternativos, significan puntos vitales para el desarrollo profesional de los compositores.
En su segunda edición, la FIM efectuará el taller “Introducción a los derechos de autor para creadores”, un espacio que tratará diferentes aspectos relacionados con la protección de la propiedad intelectual y las nuevas posibilidades de proyección para las obras musicales. Annette Fradera, productora e investigadora, estará al frente de este taller, compartiendo conocimientos y experiencias.
La especialista habló sobre el panorama actual en materia de derechos de autor en esta entrevista.

Los nuevos hábitos de consumo en internet originaron la percepción de que la música puede obtenerse gratuitamente. ¿Qué hace en este momento la industria discográfica para modificar este comportamiento y apreciación en beneficio de los autores?
Estamos en un proceso de cambio serio, y todavía imperfecto. En buena medida el colapso de la industria fue por la voracidad, la codicia desmedida y el corporativismo. Las empresas trasnacionales reportan pérdidas millonarias en la venta del disco compacto, pero no revelan las ganancias reales de plataformas como iTunes. El error del consumidor es creer que los bienes culturales se obtienen gratis. Esto es un concepto equivocado. La industria continúa flagelándose, avienta la piedra y esconde la mano. Los autores jóvenes están activos, buscan desarrollar otras formas para intercambiar bienes culturales a través de la red. Por este motivo la industria y las autoridades deben revisar la ley, y suscribirse a convenios internacionales.
La relación entre compañías disqueras, la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM) y los músicos, mantiene vicios y poco equilibrio. ¿Es una obligación para los autores estar informados
sobre sus derechos?
¡Absolutamente! No obstante, de manera desafortunada, veo carencia de información en las escuelas de música, y una actitud negligente por parte de los autores. Los músicos piensan que la parte administrativa no les corresponde. Esta situación representa una visión atrasada, porque las opciones son mayores en la actualidad. Deben estar atentos e informados para tomar decisiones respecto a su obra, y después buscar administradores confiables.
Iniciativas como la Ley Dí¶ring sólo benefician a una parte de la industria de la música y, según los investigadores, obstaculizan el acceso a la sociedad del conocimiento. Frente a este tipo de propuestas, ¿cómo deben comportarse los autores y compositores que trabajan desde la independencia?
Definitivamente tienen que voltear hacia otro lado, reorganizarse y buscar sus propios medios de promoción y difusión. Los jóvenes cuentan con la posibilidad de probar otras formas de negocio sin vender su alma al diablo. La dificultad es que la Sociedad de Autores y Compositores de México es el único organismo de gestión colectiva con autoridad legal para la ejecución pública de las obras. Entonces, los autores se cuestionan: ¿Y si me va bien, si hago un éxito… quién me pagará, sino es la SACM? Ante esa premisa, que es un albur, porque obviamente no todas las canciones se convierten en hits, ni venden millones, siempre estará la duda para los compositores. Una alternativa es lanzar obras al dominio público para observar cómo se comportan en el ámbito mundial.

Uno de los retos es la eliminación de vacíos en la ley para homologar sistemas, es decir, tendrían que establecerse acuerdos e intereses comunes para múltiples jurisdicciones. ¿Qué hacen la industria y las autoridades respecto al tema?
Falta mucho para llegar a una nueva convención, a un acuerdo internacional en este sentido. Lo cierto es que diferentes partes están presionadas. Diariamente la tecnología avanza, y se vuelve más accesible el monitoreo. Las editoras tienen, o rentan equipo, y así se encargan de cobrar, aunque las cuentas para los autores se mantienen cuestionables. No puedo generalizar, porque diferentes editoras apuestan por nuevas formas. Mucha gente está interesada en el negocio de la música e intenta desarrollar modelos para reordenar los sistemas de producción. De esta forma se generarían nuevos colectivos y editoras con una visión de avanzada. No debe perderse de vista el copyleft, y organizaciones como Creative Commons, que ofrecen posibilidades. Estos asuntos tienen poca divulgación en México, y no me parece que ello sea casual.

Artículo anteriorMichael Sturminger
Artículo siguientePreocupación por el bosque La Primavera