Ana Frank sigue viva

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Las redes sociales se han convertido, en cierta manera, en dietarios colectivos y públicos; la ya “anacrónica” costumbre de escribir diarios íntimos casi está perdida. De la tradición se podrían recoger algunos manuscritos, que, primero íntimos, al tiempo se volvieron representativos: nos descubren vidas e historias personales, felices o dolorosas. Considerados como “cursis” por la mayoría, la escritura de un Diario exige dones en el arte de narrar, un alto grado de sinceridad y capacidad de reflexión, de lo contrario podría tornarse en un álbum de notas…, no del todo inútiles. Invariablemente, un cuaderno donde se describan los trabajos y días —escrito con todo rigor—, ayuda a conocer a fondo a su autor.
La tradición ha vuelto célebres los diarios de Franz Kafka, León Tolstoi, Stendhal, Virginia Woolf, Aní¤is Nin, Peter Handke, John Cheever, Graham Greene, Césare Pavese, Giovanni Papini, y, como es claro, el Diario de Ana Frank. Contrario al resto de los textos nombrados, el de Ana Frank (1929-1945) guarda una categoría aparte, pues los autores, al tiempo de escribirlos, eran personas en plena madurez y, ante todo, eran escritores. Ana Frank, como todos saben, era una niña de apenas trece años cuando lo inició. De hecho el cuaderno le fue regalado por su cumpleaños y, ella nunca imaginó la terrible experiencia que viviría en los tiempos posteriores. Ana le narraría a Kitty, su amiga imaginaria, los hechos ocurridos en su existencia, que van de entre el 12 de junio de 1942 hasta el 10 de agosto de 1944.
Es un hecho concreto: el dietario de Ana Frank se topó con la Historia, se entrecruzó con una de las etapas de la humanidad más terribles de todos los tiempos, una de las más cruentas de Europa en los tiempos modernos: la Segunda Guerra mundial. En lo particular, Ana Frank padeció los atropellos de Hitler y su misión de exterminio de la raza judía. Ella, en tanto judía alemana, vivió en carne propia la prosecución nazi y tuvo que ocultarse en un sótano de alguna casa en ímsterdam. La historia de Ana ha conmovido al mundo desde que en 1947 se publicó su bitácora. Aún hoy nos conmueve, porque el tiempo de la adolescente Frank está presente, y al releer su cuaderno uno la vuelve a sentir viva y sufriente como muchas personas que padecieron el exterminio. Es historia, entonces, sabida: no por ello menos dolorosa. No obstante, hay otros aspectos que vuelven fundamental el Diario de Ana Frank.
Escrito con sencillez aparente, la prosa de Frank resulta una de las mejores, y es compleja en pensamiento. Una capacidad de síntesis es lo que se descubre en el texto, que no pretendía ser —y sin embargo es—, literatura de testimonio. De la mejor. Su profundidad y altura ha resistido las peores traducciones. Pese a todo, sus capacidades narrativas (recordemos que es una niña quien lo escribió) son comparables a las realizadas por Kafka, Woolf o Papini… Describe con pulcritud a la sociedad, las costumbres sociales, las formas seguidas por los jóvenes, la vida política, la Historia y, sobre todo, lo terrible de la guerra.
Hoy es casi impensable encontrar a un adolescente con las capacidades de Ana Frank. Y si se piensa mejor: es probable que no existan adultos que la superen —esto incluye a todos aquellos que pretendemos ser escritores, y hasta quienes se nombran políticos… La miseria humana —presente y pasada— es lo que nos recuerda la lectura de este diario. El Diario de Ana Frank nos indica la importancia de la escritura, el pensamiento y la capacidad de leer nuestra realidad con la mayor inteligencia que podamos mostrar. Nos dice mucho de lo perdido en asombro ante las atrocidades. Nos advierte de lo vulnerable de los seres humanos ante el Poder, y nos hace recordar la maldad de algunos políticos.
“Ya no puedo soportarlo —escribió en su última nota, el 10 de agosto de 1944, antes de ser llevada a los campos de concentración—: cuando se ocupan demasiado de mí, primero me vuelvo áspera, luego triste, revertiendo mi corazón una vez más con el fin de mostrar la parte mala y ocultar la parte buena, y sigo buscando la manera de llegar a ser la que tanto querría ser, lo que yo sería capaz de ser, si… no hubiera otras personas en el mundo”.

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