Amor con límite de tiempo

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El filósofo francés, maestro durante muchos años en la Sorbona, André Comte-Sponville, en Ni el sexo ni la muerte analiza el amor a partir de tres palabras griegas: eros (falta, carencia, pasión amorosa), filia (amistad, alegría) y ágape (amor de caridad, por el prójimo).
Eros es el dios del amor pasión (no de la sexualidad). El amor casi siempre está ligado a un deseo sexual, pero hay que recordar que amor y sexualidad son cosas diferentes, por lo que su encuentro es lo más fuerte que se puede vivir.
En El banquete, Platón define el amor como deseo, y el deseo como falta. Amamos y deseamos con pasión lo que no tenemos. Pero si ser feliz es tener lo que se desea, y si el deseo es falta, entonces sólo se desea lo que no se tiene, y si no se tiene, no se es feliz. Pero tenerlo tampoco es garante de felicidad, porque cuando uno se enamora, aspira a cohabitar; debido a la convivencia, la persona amada hace cada vez menos falta, y si el amor es deseo, y el deseo es falta, hay cada vez menos falta, cada vez menos deseo, cada vez menos amor; entonces se brinca de Platón a Schopenhauer: cuando ya no hay falta, sólo queda el hastío, sólo queda una pareja infeliz.
En el Banquete, Aristófanes afirma que amar es deseo de encontrar su “media naranja”. Refiere un tiempo cuando los seres humanos eran dobles (tenían cuatro brazos y cuatro piernas, etcétera.). Por desobediencia, Zeus los castiga cortándolos por la mitad. Desde entonces buscan su otra mitad. Cuando la encuentran gozan la fusión recuperada. Lo que se acerca a esta fusión es el momento del coito. Pero para que haya orgasmo simultáneo, debe haber dos orgasmos y en este momento de fusión la soledad resurge: nunca se sabe lo que experimenta el otro; el amor sexual no pone fin a la separación. La ilusión de fusión es tenaz. Si Aristófanes tiene la razón, podemos amar a una sola persona, ya que sólo perdimos una mitad; en realidad no sucede y varias veces buscamos nuestra mitad esperando un amor único y definitivo.
Filia, por su parte, es la alegría de amar. Aristóteles utiliza esta palabra para el amor entre los padres e hijos, o entre esposos. Este término parece débil para describir estos sentimientos, pero no pertenecen al campo de la pasión, sino de la alegría. Si para Platón, amar es carecer de, para Aristóteles o Espinoza, amar es alegrarse de la presencia del otro; una pareja feliz subió de Platón hacia Aristóteles, hacia Espinoza. Cuando ya no hay falta queda la alegría.
Filia exige dedicación. Después de años de cohabitación, sería mentir declarar que seguimos enamorados, o sea, en estado de deseo y de falta; sería mejor declarar que nuestra principal causa de alegría es la existencia de nuestro partenaire.
Pasar de la pasión a la amistad puede parecer decepcionante si olvidamos que la amistad es importante en nuestra existencia. Comte-Sponville afirma que una pareja feliz convive siendo los mejores amigos y disfrutando la sexualidad, celebrando la presencia del otro más que su falta.
ígape es el amor según Cristo, o según Simone Weil. Consiste en alegrarse de la existencia del prójimo desconocido, del mendigo inoportuno, del enfermo o del anciano exigente, etcétera. Es un amor que renuncia a existir un poco para que el otro exista más. X se encuentra en su casa y sus hijos hacen ruido. Se precipita para reclamar silencio, dispuesto a afirmar su poder. Pero los ve tan felices que prefiere alejarse; este instante en que renuncia a imponerse, este momento en que acepta existir un poco menos para que sus hijos puedan existir un poco más, es amor de caridad, es ágape.
En pocas palabras: eros puede durar hasta tres años, filia muchos años y ágape, toda la vida.

*Responsable de actividades culturales del CUCEI

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