Ambientes activos

¿Qué nos está sucediendo?, se pregunta, reiteradamente, el autor de este texto, abrumado por una sensación, en parte inconsciente, quizás antigua, seguramente relacionada con la muerte, que le despierta la realidad que le rodea

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Era una palabra sensación. El cuerpo era su caja de resonancia; también, los márgenes de un poderoso río. En esa palabra se fusionaban tiempo y espacio. 

Tiempo: un frío cósmico. 

Espacio: mudez que golpeaba más fuerte que un puñetazo.

Los ambientes no constituyen envolturas pasivas sino, más bien, procesos activos invisibles.
(Marshall McLuhan).

La palabra se dirigía sola, como una luz callada, tenue y vibrátil. El cuerpo, sin saberlo, desglosaba los humores y las sustancias de esa realidad intransferible. La sensación estaba en todas sus sílabas; de cuerpo entero. Palabra que desbarataba los apogeos de una milenaria creencia.

No hay en absoluto inevitabilidad cuando se está dispuesto a contemplar lo que está sucediendo.
(Marshall McLuhan: El medio es el masaje).

¿Qué está sucediendo? ¿Qué nos está sucediendo? Como en matemáticas, habría que ponerle a la misma pregunta el número exponencial (n) equivalente a la cantidad de habitantes afectados por la pregunta: ¿Qué está sucediendo? ¿Qué nos está sucediendo?

Un cuento de terror. O también una novela negra. Un cuento cuya anécdota admitía todas las variaciones del acto sanguinario. O también, mundo reticulado con las tramas de la crueldad; del asesinato y del horror de encontrarse en el lugar equivocado. Sospechoso de ser; de ser como lo que pensaba uno del otro. 

La palabra sensación calaba, cortaba fibras nerviosas, ahogaba el cuerpo, llenaba la mente de rayos eléctricos. Yacía el pensamiento sobre las puntas heladas de una madrugada dispersa en bolsas negras; bolsas que prolongarían la ansiedad de un enigma de vida y de muerte: ¿de quién serán los restos? ¿Quién fue éste, antes de haber sido convertido en restos?

¿Existirá un ser indiferente a los relatos que dan sentido a la trama del mundo?
(Douglas Coupland)

El mundo. ¿Dónde vives? ¿Qué se produce alrededor tuyo? ¿Cómo son esos ruidos, esas voces, esos gritos? 

Otra vez apestaba a bosque quemado. 

Otra vez no había agua. 

Otra vez se había ido la luz. 

Otra vez habían interrumpido el internet. 

¿Qué está sucediendo? ¿Qué nos está sucediendo?

«Las comunidades pobres de todo el mundo están enviando repetidamente un mensaje claro y urgente: ‘Moriremos antes de hambre que de COVID-19’. Combinada con los conflictos en curso, la espiral de desigualdad y la escalada de la crisis climática, la pandemia ha sacudido los cimientos [de] un sistema alimentario ya de por si deficiente, dejando a millones de personas al borde de la inanición», (ver https://www.oxfam.org/es/el-mundo-al-borde-de-una-pandemia-de-hambre-el-coronavirus-amenaza-con-sumir-millones-de-personas).

El mundo. Oscuro. Callado. Suena el teléfono celular. ¿Dónde está? ¿Dónde lo dejé? Suena el teléfono celular. Tropiezas con la pata de la silla. Alcanzas a contestar. Contestas luego de identificar el nombre en la pantalla. Escuchas la pregunta: 

¿Supiste lo que sucedió?

¿Qué sucedió? Reaccionas con otra pregunta.

Antes de escuchar todo el relato, padeces la sensación. Es la palabra sensación que te acompaña desde hace años, desde que te topaste por primera vez con la imagen de la muerte. La muerte, el mundo de la muerte; el mundo de la santa muerte.

Mataron a los tres hermanos. Escuchaste decir por teléfono. Los mataron y los dejaron tirados. Con mensaje pegado al cuerpo.

En la calle sueltan el grito. Oyes el grito. El grito queda suspendido como el silencio que se te queda atorado en el pecho.   

¿De qué me estás hablando? Volviste a reaccionar, con la sensación de no estar despierto. 

De los hermanos de San Andrés.

Silencio. Frío cósmico. Puñalada en el occipucio. La palabra sensación se anida en las retinas. 

Creo que estoy enfermo. Le dices al otro. Pero el otro sigue hablando. Sigue contando otra historia. Echas la cabeza hacia atrás del sillón donde te encuentras. Enfermo.

Otra voz. Otro contexto. Otra tragedia. Otros dioses creando en el inconsciente otras imágenes de terror:

“un fangoso río de gatos muertos […] una cabra muerta, moscas que zumban ilesas […]
…un pederasta escandinavo quemado por el sol
soldados ahogados y enredados a las correas de sus armas”.
(Douglas Coupland:
Generación A).

Apagas el teléfono. Esperas, tirado en el largo, viejo sillón, a que llegue la madrugada. La palabra sensación zumba y te aprieta. Zumba y te aprieta. Hasta el más tierno cartílago.

¿Qué nos está sucediendo?

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