Alicia Partnoy

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“En Ciudad Juárez vi la misma actitud que había en Buenos Aires hacia los desaparecidos. Invité a las madres e hijas a que dieran su testimonio. Soy el puente para que las víctimas cuenten sus historias ”

Llegaron a mi casa un día de enero en pleno verano argentino, yo en ese momento estaba juntando información sobre otros desaparecidos para luego distribuirla, estaba reproduciendo un testimonio de una chica que los militares habían creído muerta después de torturarla, la tiraron al camino y ella sobrevivió. Ese relato lo estaba imprimiendo para que circulara, ya que la prensa estaba censurada”.
”Llegaron tres camiones militares. Yo estaba en la casa con mi niña que tenía año y medio. Ellos golpearon a la puerta. Caminé por el pasillo, fui hasta la puerta y pregunto: ¿Quién es? Me dicen: El ejército. ¡Tenía que escapar! Mi niña venía caminando detrás de mí. Corro, le doy un beso. Pensé que si me la llevaba nos dispararían. Salté la tapia detrás de mi casa al terreno baldío. Pero estaba toda la manzana rodeada de fuerzas militares. Escuché las balas; escuché a mi niña llorar. No me dieron las balas, quise correr, me detuvieron.
”Me llevaron al sitio de trabajo de mi esposo y lo atajaron a él. Nos llevaron a La Escuelita, un campo de concentración. En aquellos momentos a las mujeres no nos estaban torturando con la macana eléctrica, pero sí a mi esposo, para nosotros había golpes y acoso sexual”.
Ella es Alicia Partnoy (enero de 1977), Bahía Blanca Argentina. Relata lo que vivió a casi un año de iniciada la dictadura en aquel país.
Marzo, 1976: La Junta de Comandantes asumió el poder e impuso el terrorismo de Estado, desarrolló un proyecto para destruir toda forma democrática. Se inauguró el proceso más sangriento en la historia argentina, que duró hasta 1983. La desaparición fue la forma más siniestra de la guerra sucia. Los organismos de derechos humanos hablan de hasta 30 mil argentinos desaparecidos.
Alicia Partnoy: “En ese año era estudiante universitaria con mucho ánimo para cambiar la sociedad con una propuesta hacia el socialismo; era estudiante de literatura y cuestionábamos los planes universitarios para adaptarlos a la realidad nacional; hacíamos campañas de alfabetización en las villas de emergencia y por ese trabajo desaparecieron muchos de mis compañeros”.
Enero, 1977. La Escuelita: “Me llevaron a una pieza y me acostaron sobre un colchón. Allí, con las manos atadas atrás, escuché durante toda la noche voces de hombres y mujeres: ‘Señor, agua’, ‘Señor, quiero ir al baño’, ‘Señor, pan’. Nadie respondía. De a ratos entraba alguien y golpeaba a algunos, o gritaba insultos. Se oían quejidos.
”Escuché durante toda la noche los gritos de mi marido en la tortura. Después supe que lo habían atado desnudo a una cama metálica y le habían aplicado electricidad (picana) en las sienes, las encías, el pecho, los testículos; supe que lo habían golpeado brutalmente.
”Para mí lo peor de todo eso era no saber qué habían hecho con mi hija, y pensar que era seguro que me matarían, porque éramos rehenes para utilizarnos”.
Alicia, 53 años después hace pausas cuando recuerda. Pone las manos tensas. Sus ojos café claros desprenden una tristeza contenida, recuerda los meses como rehén en el campo de concentración y los tres años en la cárcel de Villa Devoto: “La cárcel ayudó a reconstruirme, porque al salir a la calle después del campo de concentración te veían como un leproso. Salgo a través del derecho de opción, que consistía en seguir en la cárcel o salir del país. Mi madre lleva a mi niña y mis maletas al aeropuerto y partí a Seattle”.
La Escuelita. Relatos Testimoniales, fue el libro que escribió Alicia en castellano, durante el exilio. El libro ha circulado por más de tres décadas en inglés, fue un Best Seller en Inglaterra. Después de 30 años, los testimonios fueron publicados en español por la editorial La Bohemia y presentados por Alicia en Argentina, en la Universidad del Sur, donde estudiaba. El libro ha permitido recoger testimonios que han servido a un fiscal para pedir la detención de militares vinculados con casos de tortura en la dictadura.
Alicia fue vicepresidenta de la Junta Directiva de Amnistía Internacional, “ellos tienen mucho apoyo y siento que mi lugar está con la voz directa del afectado que a veces no se le escucha en los grandes organismos”.
Alicia hoy lucha para encontrar a los 500 niños desaparecidos durante la dictadura, que posiblemente fueron llevados con otras familias, porque según los militares lo subversivo de los padres continuaría en los niños. Las abuelas de la Plaza de Mayo aseguran que este crimen sigue porque los niños han perdido su identidad.
Alicia creó el Proyecto Voz (Voices of Survives) donde lleva voces silenciadas a que sean escuchadas por organismos internacionales: “Fui a Ciudad Juárez a una reunión de poetas y percibí que, tanto la sociedad como las instituciones, tienden a acusar a las víctimas de lo que les pasó… la misma actitud que había en mi ciudad hacia los desaparecidos. La consecuencia es el miedo a que le pase lo mismo. Invité a las madres e hijas de Ciudad Juárez a que dieran sus testimonios. Soy el puente para que las víctimas cuenten sus historias”.
Alicia ha escrito ensayos, poemarios y cuentos. Es profesora del Departamento de lenguas modernas y literatura, en la Universidad de Loyola Marymount. Este verano 2008, Alicia imparte cursos sobre relatos testimoniales, así como poesía y traducción, dentro del programa organizado por el Middlebury College y la Universidad de Guadalajara, en el Departamento de Estudios Literarios.
Alicia ya conocía algunas partes de México. Esta es la primera vez que está en Guadalajara y le ha gustado la zona de Los Colomos, los murales de José Clemente Orozco y el Hospicio Cabañas.

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