Alejandro Rodríguez

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Del exitoso montaje escénico Hazme un hijo, surge Patán una obra que se distingue de aquélla por una renovada estética y tratamiento —escrita por Enrique Olmos y dirigida por Fausto Ramírez—, sobre un perro parlante desde cuya perspectiva del mundo nos convertimos en testigos de la situación de calle de algunos de los sectores más relegados de la sociedad. Un avezado monólogo, interpretado por Alejandro Rodríguez, creado para adolescentes que se presentará todos los sábados y domingos de mayo a las 19:00 y 18:00 horas respectivamente, en el Estudio Diana.

¿Cómo surgió el proyecto?
Como una inquietud entre el director, el dramaturgo y yo de hacerle una secuela al personaje Patán de la obra de Hazme un hijo, porque además de gustarnos mucho, nos pareció un elemento muy atinado de la creación de Enrique Olmos. El utilizar un perro para conectar con los adolescentes. Por mi parte, me daba a la tarea de investigar leyendo notas y artículos, y las enviaba al escritor para que después lo platicáramos juntos; con ello y las aportaciones de Fausto Ramírez, Enrique Olmos nos entregó un primer tratamiento al que luego le hicimos algunas modificaciones en el montaje. De hecho, llevamos a cabo una primera temporada el año pasado, y para esta segunda el escritor ha hecho algunos cambios en el texto. Creo que uno de los aciertos de la pieza es cómo el dramaturgo mete fragmentos de La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, en el personaje que Patán conoce en la calle, Segismundo, un perro abandonado en la azotea que habla en verso con algunas referencias a la obra, algo que fue muy rico para nosotros.  Así que esto es un monólogo que parte de los últimos discursos que lanza Patán en Hazme un hijo, sobre el abandono de los perros. Sin embargo, en esta puesta decidimos que hablara de los abandonos de los sectores más vulnerables y vulnerados de la sociedad, que son los ancianos, los niños y los animales.

¿Por qué hablar de estos grupos vulnerables y desde qué perspectiva?
Creemos que es lo que la sociedad oculta, así que quisimos hablar de las personas en situación de calle, de abandono, revisando estadísticas y leyendo artículos de una problemática tan fuerte. Por ello, planteamos la idea de que Patán ya está en la calle, lo que lo lleva a cambiar su visión del mundo en relación a como está acostumbrado a vivir como perro de hogar, de familia, bien cuidado, un perro fresa como él mismo dice. Al estar en la calle descubre un mundo opuesto al que tenía concebido, con lo que le sobreviene el choque que lo lleva a filosofar de otra manera. Se trata, en definitiva, de mostrar un poco la vida de las personas en situación de calle desde la visión del abandonado, si bien no busca hacer una crítica, ni tampoco una descripción, sino más bien una reflexión acerca de cómo funciona siendo tan caótica.

¿Qué importancia crees que tiene la investigación para el montaje teatral?
Mucha, y no sólo la investigación temática, sino la que se hace sobre un teatro para adolescentes, pues Enrique Olmos es un especialista en este tipo de diálogos que conectan con ellos. Él me preguntaba acerca de qué emociones quería proyectarles, qué era lo que quería decirles. Les hablamos a ellos porque creemos que es parte de la población que más se ha relegado. Nos parece que a los adolescentes la sociedad los tiene concebidos como los latosos, los sin futuro, los huevones, los ninis; y son a la vez los más vulnerables, que están a punto de emprender un camino para enfrentarse con la vida aunque no siempre tengan las herramientas para ello. En cuestión de teatro, por ejemplo, suele trabajarse para adultos o niños, pero creemos que ahora hay que preocuparnos por generar un lenguaje acorde a los adolescentes, tratar de sumergirnos en el mundo que ven y viven diariamente para hallar un modo de acercamiento, así sea desde la música, las palabras o un lenguaje escénico ágil y dinámico.

¿Cómo enfrentaste los retos que implica representar un monólogo?
Definitivamente sí fue un reto para mí, pues se trata de mi primer monólogo; en cambio, Fausto tiene ya mucha experiencia trabajando en ellos. Intentamos apostar por la presencia del actor; por lo que en escena usamos lo más mínimo en lo que a las cuestiones técnicas y escenográficas se refería. Dado que el actor tenía todo el peso, tuve que trabajar mucho en el personaje, asesorarme, pues además estoy sonorizando toda la obra en vivo así que me estuvo orientando un músico. Fue un constante trabajo en conjunto.

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