Al ritmo del corazón

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Ahora que las enfermedades cardiovasculares están a la orden del día y que —a diferencia de otras épocas— se presentan en gente más joven, el estar al pendiente y cuidado de nuestro corazón debe ser ya una actividad habitual.
No basta con activarnos e incorporar la actividad física a nuestras vidas. Antes de iniciar con la práctica de alguna disciplina es indispensable conocer nuestro organismo, y en especial el estado de nuestro corazón para evitar situaciones de riesgo y lesiones.
El cardiólogo Gustavo Pineda Nava, precisa que hacer actividad física es de suma importancia, pero debe hacerse con la seguridad de que nuestro cuerpo está bien, es decir, sano.
“Si voy a empezar a hacer ejercicio, primero tengo que hacerme una evaluación médica para saber que estoy en buenas condiciones. Si mañana me integro a alguna disciplina debo saber si tengo la presión alta, si soy diabético, si tengo alguna alteración cardiaca que pueda poner en peligro mi vida durante la actividad física. Sentirme bien en este momento no significa que esté bien. Es necesario realizar algunos exámenes médicos”.
Son pruebas comunes de laboratorio que constituyen una base sustentable para saber si la persona está en condiciones de integrarse a la actividad. “Recomendamos hacer una prueba de esfuerzo a quienes van a iniciar un programa de entrenamiento, sobre todo para mayores de 40 años, aunque también es importante aplicarlos a gente joven si se van a integrar a una actividad más desgastante o de alto rendimiento. Este estudio arroja datos de nuestro corazón durante la actividad física y en el periodo de reposo, así conocemos la presión arterial con que responde nuestro cuerpo”. En tales se basa la programación de la actividad física.
“Cuando una persona no ha realizado una prueba de esfuerzo y le pedimos que trabaje al 70 por ciento de su capacidad, el cálculo es hipotético: no conozco su frecuencia cardiaca máxima, la cual varia de acuerdo a la edad. Depende de esas características y las preferencias de cada persona cómo programaremos algún ejercicio”. En otras palabras, al conocer nuestros parámetros de frecuencia cardiaca el entrenador puede entonces decidir el porcentaje de intensidad con que se debe hacer el ejercicio. Si se empieza de baja o moderada hasta llegar a alta.
“La frecuencia cardiaca es muy fácil de tomar para valorar a qué frecuencia me mantengo durante la actividad física y permanecer en ella de acuerdo al objetivo y metas fijadas que van de acuerdo a cada persona”.

Focos rojos
Durante la práctica deportiva existen varias señales que podrían alertarnos de que algo no funciona bien en nuestro organismo, lo que implicaría disminuir la actividad o definitivamente suspenderla.
Entre estos síntomas destacan el presentar palpitaciones, que la persona sienta fuera de lo normal; presentar falta de aire inexplicable por el tipo de actividad; mareos; desmayos o dolor de pecho, explica Pineda Nava.
“Si yo compito en cien metros, en una carrera rápida, por supuesto que la frecuencia cardiaca se irá muy arriba y voy a sentir palpitaciones, pero que van relacionadas con ese tipo de actividad, en cambio si estoy trotando tranquilamente y siento esas palpitaciones súbitas ya no es normal”.
Puntualizó que poner atención en todos estos síntomas, es una forma de evitar la denominada muerte súbita durante la actividad física que no sólo se presenta en deportistas de alto rendimiento como se ha visto en la televisión, sino en cualquier atleta, en las unidades deportivas.
“Es importante hacer una valoración anual del estado de salud, ya que puede aparecer algún padecimiento. Realizar actividad física disminuye el riesgo de padecer enfermedades, pero no lo elimina y estos problemas pueden tener desenlaces fatales”.
Sin embargo, estar enfermo no elimina la posibilidad de hacer ejercicio. Son contados los casos en que se restringe la actividad.
“En términos generales, el hecho de que una persona sea diabética, cardiópata, hipertensa, o haya tenido una embolia, no los excluye de la actividad física por el contrario se indica que así lo hagan. Sólo cuestión de acercarse a su médico para conocer el tipo de ejercicio recomendado.

Pulsímetros
Existen varios métodos para tomar la frecuencia cardiaca, unos manuales, y otros a través de la tecnología, que de manera más práctica nos dan a conocer el trabajo de nuestro corazón.
El pulsímetro o monitor de frecuencia cardiaca es un aparato electrónico que mide de forma gráfica y digital las pulsaciones por minuto en tiempo real y su uso es siempre recomendable para las personas con problemas cardiacos, que hayan sufrido una arritmia o un ataque de corazón y para los aficionados al deporte, ya que es una forma sencilla de mantener el régimen de pulsaciones dentro de los límites aconsejados; y para los deportistas profesionales se hace casi imprescindible a fin de conocer si están trabajando en la zona que el entrenador les ha exigido.
“Son muy cómodos, es un gran avance por supuesto, que no está al alcance de muchas personas, pero sí lo pueden hacer es una manera de facilitar la medición de la frecuencia, mas no es indispensable ya que se puede hacer manual y la manera más fácil es medir durante 10 segundos la frecuencia y el resultado multiplicarlo por 6”.
Los pulsímetros constan del visualizador, que normalmente es como un reloj de pulsera y la banda que se coloca en el pecho. La banda es una especie de cinturón que se coloca en el pecho que es el conteo los latidos y pasa la información al reloj.

PARA SABER…

Existen varias intensidades para trabajar durante el entrenamiento y éstas dependerán de acuerdo al objetivo o meta de cada persona. Todas ellas relacionadas directamente con el trabajo de nuestro corazón.

Intensidad muy ligera: 50-60 por ciento útil para trabajos de recuperación, calentamiento y vuelta a la calma.

Intensidad ligera: 60-70 por ciento, zona para el trabajo base de la condición física, muy recomendable para personas que se inician en el deporte y quieren comenzar a construir una buena forma física. También utilizado en los inicios de temporada de deportistas para comenzar a asentar una base de trabajo.

Intensidad moderada: 70-80 por ciento, intervalo en el que ya se persigue un objetivo de mejora en rendimiento y se trabaja la eficiencia del corazón (utilización de menos energía para la realización de un esfuerzo). Recomendado para ciclos de entrenamientos preparatorios a pruebas de media-larga duración donde se establece una base aeróbica importante.

Intensidad dura: 80-90 por ciento, este ya es un escalón donde la fatiga aparece de manera manifiesta. El objetivo es ganar rendimiento y poder trabajar a alta intensidad a lo largo del tiempo. No se recomienda para programas donde se busque mejora de la condición física básica, para eso están los escalones anteriores. Este es un intervalo más para entrenamiento específico y anaeróbico que persigue rendimiento en el deporte.

Intensidad máxima: 90-100 por ciento, es el máximo esfuerzo que pueden tolerar nuestros órganos y músculos, se trata de un entrenamiento anaeróbico que debido a su dureza sólo se puede aplicar en breves periodos de tiempo (menos de cinco minutos).

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