Al filo del agua cumple 60 años

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La escritora Sara Poot Herrera enfatizó que Al filo del agua es la inminencia de un suceso, el agua del filo de la revolución de 1910, de la novelística de los años cincuenta, el filo del filo del performance de un pueblo, de una nación en diminuto donde las aguas llegan a su filo y se derraman para atentar en un lugar del arzobispado contra el antiguo régimen. La provincia encuentra en Al filo del agua, de Agustín Yáñez, su providencia.
Y seis décadas después de que esta obra fuera publicada, la propia Sara Poot reveló cómo se encuentra la que para muchos es la máxima obra literaria de Yáñez: “Ojerosa, porque está desvelada, revelada, negada; el lomo de sus páginas se cubre de una mancha de una noche que ha durado ya 60 años. A sus ojeras (las de la novela) contribuyen las malas lecturas de la crítica: críticas aburridas y repetitivas en gran medida”.
De acuerdo con Poot, Al filo… se pinta sola. Sus zagas la rebasan, la cantidad narrativa que contiene hasta ese momento (1947) la rebasa, y da el salto cualitativo para convertirse en otro modo de narrar.
Sara Poot habló de cómo se revela en la obra la ubicación geográfica de Jalisco y cómo se promete al lector haber llegado a la región más deprimente del norte del estado. Recordó a los personajes (las familias, autoridades, los curas y las mujeres enlutadas), y colocó la novela de Agustín Yáñez en sus relaciones con otras obras mexicanas importantes.
Mencionó que cada quien tiene un cronista dentro, y habló de Al filo…, de Comala de Pedro Páramo (el de Rulfo). Al filo de Zapotlán El Grande, el de La Feria (de Arreola), y se pronunció sorprendida de que en Pedro Páramo los indígenas sólo aparezcan un capítulo, y que en Al filo del agua estén los huicholes totalmente ausentes.
Equiparó la imagen de la sobrina del cura del pueblo sollozando en medio de la iglesia, con los borregos sueltos y un monumento de la revolución como fondo, en El ángel exterminador, de Buñuel.
Y luego advirtió que el personaje femenino que se basa en los revolucionarios en Como agua para chocolate, tiene un antecedente importante en María, que junto con la viuda de Lucas González, muchos años antes hace lo mismo: “Se va con los revolucionarios”.
Concluyó que volver a leer Al filo del agua requiere también un acto preparatorio: el de la novela y de sus 10 capítulos. En medio de todos, el más citado por la crítica, el de Las canicas, “tiene un destino triste”, pues sus futuros lectores, incluso sus jóvenes lectores de ahora, tendrán que investigar qué es una canica.

Al filo de Eros
Juan Bruce Novoa despertó una óptica distinta de la novela, en la que muestra cómo una situación represiva provoca el estallido erótico.
Citó el caso del personaje de Luis Gonzaga y cómo la sociedad “le da en la madre” por ejercer el sacrificio como origen. “A Luis, quien estaba enloquecido de amor por la viuda Victoria, después de su valiente declaración de independencia sentimental lo meten al manicomio para que lo vean médicos y tal vez un psicoanalista”.
Según Bruce Novoa, Yáñez deja entender la situación, pero no habla de esa revolución que provoca el estallido erótico. “La sociedad que viene con esa revolución es capaz de absorber todos esos disturbios, de apropiarlos para renovarse dentro de una norma, como el cuerpo que normaliza después de la exaltación el transporte del orgasmo”. Pero Yáñez prefiere detenerse en el momento glorioso de cuando los jóvenes están en la revolución, precisó.
El escritor también habló de cómo en el pueblo que narra Yáñez, lo religioso y lo civil suelen confundirse a menudo, y cómo en las dos esferas siempre el mediador es el cura y el confesionario; el centro de actividades desde donde se dirigen las vidas de la comarca.
Esta novela funciona dentro de un cosmos más grande de su momento. El cura es la columna vertebral de un cuerpo social en común con el cuerpo de Dios, y alrededor gira todo, la novela como la sociedad representada en ella, aseveró.

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