Agua: principio y fin

1538

Cuando Heráclito dijo que “en el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”, pretendía demostrar mediante su filosofía que el mundo se encuentra en un constante fluir. La idea del transcurso del tiempo formulada por este filósofo presocrático, permitió que muchos siglos después otro pensador abriera las puertas para interpretar ese fluir del tiempo como progreso. René Descartes escribió que con la filosofía moderna nos constituiríamos en señores y poseedores de la naturaleza. “No sólo por la invención de una infinidad de artificios, que nos proporcionarían sin trabajo alguno el goce de los frutos de la tierra e innumerables comodidades; me refiero especialmente a la conservación de la salud”.
En nuestro país, nación joven que cumplirá en 2010 su bicentenario, la historia como progreso no fue entendida como política de gobierno, sino hasta el triunfo de la revolución. “El programa de obras hidráulicas en México no se pudo realizar a causa de las tingas anteriores a la época de Porfirio Díaz”, dice el ingeniero y escritor Francisco de Paula Sandoval. Nacido en 1917, con una carrera académica que incluye su participación como fundador y catedrático del ITESO, de Paula Sandoval rastrea así el avance de la explotación de los recursos hidráulicos del país.
“Después vino Victoriano Huerta y un largo etcétera. ¿Quién pensaba en agua entonces? Nadie”, agrega el también pionero de los organismos gestores de la cuenca del río Lerma. “Fue hasta el gobierno de Plutarco Elías Calles en 1929, cuando se creó la Comisión de Irrigación, la Comisión Nacional de Caminos y el Banco de México. Hasta entonces hubo ingeniería hidráulica en México. Con obras maestras, como en Chiapas, Michoacán y Sinaloa. La Comisión de Irrigación se convirtió en la Secretaría de Recursos Hidráulicos. Entonces ya hay ingeniería mexicana”.
Tales de Mileto vivió una época en que el principal motivo de la meditación filosófica era la naturaleza misma. Producto de las reflexiones de este sabio es la concepción de que todas las cosas proceden del agua. En Jalisco, el desarrollo y por ende el crecimiento de la sociedad, también recibió un gran impulso de ese elemento al que Tales de Mileto atribuyera el origen, el sustrato y la causa de todo.
“El primer aprovechamiento del agua del sistema [Lerma-Chapala] para generación de energía, se hizo en 1893, en el Salto de Juanacatlán, en el río Santiago, donde el caudal de éste era exclusivamente el que suministraba el lago de Chapala”, recuerda el ingeniero De Paula Sandoval en su libro El hombre y el agua. Sistema Lerma Chapala. Desde la planta hidroeléctrica de Tepuxtepec, en 1931, hasta los planes para la construcción de la presa hidroeléctrica de la Yesca, la cuenca del Lerma impulsó las industrias y los asentamientos urbanos a lo largo de su cauce durante el siglo XX.
“Las políticas de desarrollo en el área comprendida de la cuenca Lerma-Chapala, basadas en el impulso industrial y la instalación de una agricultura intensiva, fueron acompañadas de la construcción de importantes obras hidráulicas”, señala el informe “Inventario y evaluación de presas de la Cuenca Lerma-Chapala”, del Instituto Nacional de Ecología. “Estas construcciones” –continúa– “coincidieron con la instalación del corredor industrial Lerma-Toluca, en 1940, cuyo mayor desarrollo ocurrió en la década de 1960-1970. Este eje une en sus extremos a los polos industriales más importantes en el desarrollo del país: la ciudad de México y la ciudad de Guadalajara”.
“Las primeras grandes obras realizadas en el sistema [Lerma-Chapala-Santiago] fueron las de abastecimiento para la ciudad de México, iniciadas en 1942 y puestas en servicio en agosto de 1951”, afirma el ingeniero de Paula Sandoval. Las obras de la presa la Yesca, en la cuenca del río Santiago, fue anunciada como “la obra hidroeléctrica más importante del gobierno de Felipe Calderón” y tiene un costo proyectado de 767 millones de dólares. Las primeras magnas obras del sistema agotaron los manantiales de los que se nutrieron. Las obras de la Yesca desviaron el curso natural del río.
¿Son estas grandes obras reflejo de progreso? El pensador mexicano Gabriel Zaid analiza este gusto por el gigantismo como signo de progreso: “La fascinación por las grandes operaciones no va a desaparecer, porque el gigantismo es deslumbrante. Sería absurdo esperar de quienes viven felizmente esa experiencia, que la abandonen. Lo que tiene sentido práctico es que apoyen otras formas de felicidad, que faciliten la productividad para todos”.
Las grandes obras esconden las pequeñas fisuras por donde el progreso productivo se nos escapa, asegura Zaid. Para el ingeniero Francisco de Paula, un hombre con más de cincuenta años dedicado a la cuenca Lerma-Chapala-Santiago, la solución también pasa por lo básico: la construcción de pequeñas obras que reviertan el daño que el crecimiento causa. “Más gente, más desechos orgánicos. Entonces lo que hay que hacer son plantas de tratamiento. ¿De qué tamaño? Pues échale números, cuántos habitantes van a ser en 10 o 20 años. Tenemos la experiencia, los expertos, la tecnología. Tenemos todo. Lo que no hay es acuerdo político”.
Lejos de la ribera del Lerma-Chapala-Santiago, el espíritu cartesiano animó el trazado de los canales que dotan de agua a la ciudad de París. El canal Saint Martín, hijo de la ilustración, sigue llevando agua del río Siena a través de la ciudad por los canales L’Ourq y Saint Denis. Un ejemplo de la promesa de René Descartes de alcanzar por medio de la razón el dominio de la naturaleza y la conservación de la salud.

Artículo anteriorRafael Nájar
Artículo siguienteDiscurso científico o moral