Afirmaciones encontradas

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La molestia en el ambiente científico por la ignorancia de que hacen gala los llamados antiabortistas es amplia, porque los argumentos de ese grupo se fundamentan en cinco falsedades.
La primera es que la vida humana empieza cuando el óvulo es fecundado por el espermatozoide. Falso, porque ambos entes ya estaban vivos y no originan una vida nueva, sino una célula indiferenciada, que posteriormente comenzará a dividirse y a formar estructuras rudimentarias. El proceso toma meses y hasta antes de las primeras 12 semanas, por lo menos, no existen aún las estructuras anatómicas que puedan dar soporte a las funciones que definen a un ser humano, como son: la percepción sensorial, pensamiento, conciencia, asegura en uno de sus artículos de divulgación el colega de la UNAM, Martín Bonfil Olvera (Milenio Diario /28/09/2011/).
Recordemos que si un paciente con muerte cerebral deja de ser considerado vivo, porque ha perdido lo que lo define como humano y por tanto se puede desconectar sin consecuencias legales (es el sistema tecnológico lo que lo mantiene artificialmente vivo), entonces carece de sentido considerar a un conjunto de células en desarrollo como individuo humano.
Otra falsa impresión es considerar a quienes buscan esta despenalización, como abortistas. Eso no es cierto. Nadie promueve el aborto. Lo mejor sería que ninguna mujer se viera en la necesidad de emplear ese recurso, pero por numerosos factores, entre los que sobresale la enorme ignorancia de algunas mujeres acerca de su cuerpo y las funciones que éste desarrolla, así como a la falta de promoción de los métodos anticonceptivos, la cantidad de embarazos no deseados crece cada día. Por consiguiente, los abortos improvisados e insalubres que matan a miles de mujeres anualmente, evidencian que lo que se necesita es garantizar el derecho a las mexicanas que así lo necesiten, a la posibilidad de interrumpir su embarazo en condiciones que garanticen su salud.
Otra falsedad es la afirmación de que el aborto es un asesinato. Nada más lejos de la realidad, porque el embrión en las primeras semanas de desarrollo no cumple con las características mínimas para ser considerado dentro de la especie humana, y habrá que esperar 12 semanas para que esto sea. Eso es lo aceptado internacionalmente con fundamento en el conocimiento biomédico. Lo denominado por los antiabortistas como “no nacido”, en realidad no existe todavía y por lo mismo no hay un crimen.
Lo que se debate es si los derechos de la mujer son más importantes que los del embrión. El embrión aún no es humano y por tanto carece de derechos y los jueces de la Suprema Corte de la Nación ya establecieron la constitucionalidad del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo cuando se discutió la despenalización en el Distrito Federal. Lo que está en el fondo de la discusión es si los estados pueden modificar sus leyes locales, aun cuando contradigan la constitución federal.
Quienes creen que oponerse al aborto es defender la cultura de la vida, se equivocan, porque lo que sí existe es la defensa universal de los derechos humanos. En este caso concreto, los derechos reproductivos de la mujer y su prerrogativa a decidir sobre su propio cuerpo.
Eso de la “cultura de la vida” es un lema estratégico de la Iglesia católica y sus grupos sociales para imponer sus puntos de vista, que ya sabemos cuáles son: la santidad de la vida desde el encuentro del óvulo y el espermatozoide y la prohibición de usar anticonceptivos considerados inmorales por ese sector. Ambas medidas obtienen numerosos infantes no deseados en hogares que los rechazan con violencia o en familias que los conducen a la calle, a la vagancia y al crimen.
El tema tiene muchas aristas. Este texto busca señalar que la ignorancia, no saber, no conocer, es la causa de muchos desajustes individuales y familiares que provocan daños irreversibles al tejido social.

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