Yo no me siento diva

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Fiel a su estilo, María Victoria se dejó querer. Y llegó dispuesta a contestar todo lo que le preguntaran. Si sus vestidos nunca fueron barrera para enclaustrar su belleza, era natural que la “vampiresa”, la “comehombres”, la “pícara ninfa que ha quedado suelta para hacer travesuras a los mortales” —entre otros apodos que recibió— no tuviera empacho alguno en desabrigar su alma durante una hora. “Soy un libro abierto”, dijo de buena gana.

Con esa premisa, se llevó a cabo el encuentro (dentro del marco del Festival Internacional de Cine en Guadalajara) “María Victoria en Primera Persona”, en el que respondió preguntas de especialistas, pero lo más importante, del público que abarrotó la sala que lleva su nombre en la Expo Guadalajara. La diosa tapatía dijo que así como se acaba de estrenar una película de la vida de Cantinflas, no le incomodaría un filme sobre su biografía. “Me gustaría hacer una película como las de hoy, que dan premios en todo el mundo”.

Acompañaron a la actriz y cantante, la periodista Clara Sánchez, la directora Ángeles Castro y el crítico Fernando Macotela. A esos se sumó el gran amigo de María Victoria, Iván Restrepo, quien recordó que en la carrera musical de la cantante tapatía desfilaron grandes compositores como María Elena de la Mar, Marco Antonio Muñiz o Pepe Guízar, y músicos del calibre de Juan García Esquivel, Luis Arcaraz o Rafael de Paz.

Inspirada, María Victoria hasta cantó a capela algunas estrofas de “Qué bonito siento”, melodía que en su época fue objeto de inquisición. “No era grosera. Pero la gente morbosa la agarró por otro lado. Si hubiera cantado ‘no siento nada al hacerlo contigo’, estaría presa”, bromeó.
Su forma sensual de cantar, con la que se ganó el mote de “pujiditos”, no es una manera deliberada de seducir a los hombres, sino un estilo particular: “Así siento las canciones, no puedo cantar de otra forma”.

También respondió preguntas sobre su figura, la cual desataba al mismo tiempo euforia entre los hombres y envidia entre las novias y esposas. “Una vez, cuando canté en la embajada de Bolivia, una mujer me aventó un vaso, no me pegó. Pero no lo hubiera hecho; la sacaron. Y lo hizo porque el marido dijo cuando salí a cantar: ‘Hay mamacita qué linda estás’. Se enceló”.
Sin embargo, gracias a su papel televisivo como Inocencia en La criada bien criada, logró ser aceptada por las familias mexicanas.

“Terminaron queriéndome las mujeres”.
Contó que para obtener su primer vestido, como no tenía los mil pesos que costaba, tuvo que modelarlo en una pasarela especial para la esposa del entonces Presidente de la República (aunque no especificó el nombre del mandatario), y así logró que se lo regalaran.

Ese vestido negro tenía un “saquito chino”, pero a la semana siguiente de cantar con él, se tuvo que quitar lo que la cubría para no verse igual en la siguiente presentación. Fue entonces cuando su silueta se mostró en plenitud y comenzaron los chiflidos. “Vi que ahí estaba la movida. A partir de ahí puro vestido pegadito”. De nuevo, las carcajadas inundaron la sala.

“Ahora les dicen divas porque salen medio vestiditas. Antes una diva era alguien que cantara de todo, opereta, bolero, zarzuela, que hiciera teatro, sketch. Yo no me siento diva”.

Pero más que su belleza, lo que sigue enamorando a su público es la sencillez de María Victoria: y es que, para cerrar el encuentro así se definió: “Soy una mujer como cualquiera, pero con la bendición de Dios”.

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