Y si adelita fuera mi mujer

649

La participación de las mujeres en movimientos sociales ha crecido, por ser una alternativa flexible y equitativa, en la cual éstas pueden desarrollar sus intereses y necesidades políticas con mayor libertad.
Esta autonomía no siempre ocurre en las instituciones tradicionales para hacer política, como son los partidos, los sindicatos o los puestos de representación pública, en donde, además, las mujeres no tienen mucho espacio de acción, explica Anel Vázquez Anderson, académica de la Universidad de Guadalajara.
Basta un ejemplo: 22.6 por ciento de los diputados que conforman el Congreso de la Unión en México son mujeres, mientras que en la Cámara de Senadores representan 17 por ciento del total de escaños.
“A pesar de que el padrón electoral está compuesto de mujeres en por lo menos 50 por ciento, la representación de éstas en los cargos públicos no es equitativa”, señala la coordinadora de la carrera de estudios políticos y de gobierno.
Manifiesta que diversos estudios justifican la ausencia de las féminas en la política partidaria y de gobierno, debido a la falta de interés de éstas por estar en dichos espacios; no obstante “encontramos que sí participan, incluso de manera mucho más activa que los hombres, pero lo hacen en el área de los movimientos sociales y las organizaciones no gubernamentales [ONG]”.
Tales esferas son un espacio natural de participación política. En ello influye tanto la manera en que las ONG están estructuradas, como la apertura que dan a sus miembros para participar, opinar y decidir.
En los partidos políticos, por ejemplo, la colaboración es jerárquica, disciplinada y requiere de tiempos concretos, de manera que no le permiten a la mujer realizar otras actividades de la casa o con los hijos, menciona Vázquez Anderson.
Por el contrario, en las ONG o los movimientos ciudadanos: “la participación es muy flexible. Por lo general tiene una estructura voluntaria e igualitaria, adaptable y completamente autónoma. Funcionan como una red, no hay una jerarquía y, si la hay, es términos de dirección y coordinación. Luchan por problemas muy concretos, por ello son más pragmáticos y no tan estratégicos como la política tradicional”.
Este tipo de movimientos tienen sus orígenes “desde la casa y la cotidianidad: los ciudadanos se dan cuenta que sufren de inseguridad en su colonia o de violencia intrafamiliar y se asocian para tratar de hacer algo, hacen brigadas y tienen programas específicos con los que poco a poco empiezan a obtener ayuda de otras mujeres hasta formar un movimiento más amplio, incluso de alcances mundiales”.
Vázquez Anderson ejemplificó con los casos de las mujeres de negro en Belgrado que se unieron para luchar por la paz, o las que en Ucrania se asociaron contra la contaminación nuclear, o las mujeres musulmanas que lucharon hasta crear un manual para exigir sus derechos humanos. En México, en la actualidad vemos el caso de las llamadas “adelitas”, unas 10 mil mujeres que se unieron por la defensa del petróleo y contra la privatización de Pemex.
“Éste movimiento es inédito en términos de la visibilidad que están teniendo en los medios de comunicación, porque si bien las mujeres en México han participado de manera muy activa en movimientos feministas, en contra de la violencia o a favor de La otra campaña del EZLN, por ejemplo, no han sido tan visibles.
”Por primera vez vemos que ahí está su lucha y que aparecen en los medios y tienen un impacto y reconocimiento en la sociedad”. Ese es un logro importante para los movimientos encabezados por mujeres, afirmó la universitaria.

Artículo anterioríngel Ortuño
Artículo siguienteSobre bancos de células