Vivir en el norte

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    Rastrear la huella y reconstruir el itinerario cambiante de la presencia mexicana en Estados Unidos, por medio de testimonios gráficos que la misma migración fue creando y recreando, es el propósito del texto La vida en el norte. Historia e iconografía de la migración México–Estados Unidos, de Jorge Durand y Patricia Arias, ambos doctores en antropología social.
    Documentos e impresos localizados en distintos y distantes acervos, como micas, green cards, credenciales de braceros y fotografías de álbumes familiares, ilustran la continuación de La experiencia migrante: Iconografía de la migración México–Estados Unidos, escrito publicado en 2000, en el sello editorial Altexto.
    “Hay temas que no pudieron ser tratados en ese primer volumen, a consecuencia de la falta de material visual, ya fuera por la novedad de los temas o porque no han sido investigados”.
    Dos de estos tópicos son la migración indígena y los nuevos destinos de los migrantes, como Georgia, Carolina, explicó Jorge Durand, investigador de la UdeG y miembro de la Academia mexicana de ciencias, del Sistema Nacional de Investigadores y de la National Academy of Sciences, de Estados Unidos.
    En esta ocasión la Universidad de Guadalajara y el Colegio de San Luis editan un texto documentado, con trabajo histórico, sociológico y antropológico, que pretende mostrar 100 años de historia migratoria.
    Es el pasado anónimo de un pueblo dividido, que se reencuentra y reconoce en prácticas, objetos y recuerdos, que ya forman parte de la historia colectiva y la cultura de una población migrante.
    A diferencia de quienes han llegado de muchos lugares para establecerse en Estados Unidos, los trabajadores mexicanos han tenido siempre como horizonte el retorno al terruño.
    La migración entre México y Estados Unidos ha sido cuantiosa y cambiante. A finales de los veinte había cerca de un millón de mexicanos en la nación americana, hecho que permite explicar porqué en los treinta fueron deportados más de medio millón de trabajadores.
    Durante la vigencia del Programa bracero contrataron a más de cinco millones, sobre todo campesinos. En 1953, mediante la operación Wet back, lograron expulsar a más de un millón de indocumentados. Después, gracias a la ley migratoria de 1986 (Immigration reform and control Act) legalizaron a 2.3 millones de mexicanos.
    Así, entre idas y regresos, muchas familias y comunidades aprendieron a emigrar, hasta convertir en rito y rutina el trabajo temporal en el vecino del norte.
    Sin embargo, no todos pudieron mantener la intención del retorno. Las malas noticias que no cesaban de llegar de México, el hallazgo de un buen trabajo o el encuentro con el amor de la vida convirtieron a muchos en migrantes permanentes, mismos que debieron aprender a vivir y querer a su nuevo país, sin olvidar la patria, los afectos y gustos que dejaban.
    El objetivo ameritaba este sacrificio, porque los dólares desquitados día a día y ahorrados centavo a centavo, harían posible un mejor retorno al calor de lo conocido, al lugar donde eran reconocidos.
    Así fue ampliándose la comunidad mexicana en Estados Unidos, que con sus idas y retornos fue dejando huella de su paso en diferentes y sucesivos espacios de la geografía norteamericana.
    La vida en el norte. Historia e iconografía de la migración México–Estados Unidos, es un libro redactado para un amplio público, pero con el rigor histórico de la investigación, aseveró Jorge Durand.
    La travesía no termina aquí, pues están preparando una exposición fotográfica en gran formato, con imágenes incluidas en el trabajo de los investigadores.
    La sede de la exhibición será el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, en fecha por definir.
    De acuerdo con el antropólogo e investigador, será una muestra itinerante que acompañará a las presentaciones del volumen en San Luis Potosí y León, Guanajuato.
    “Después de los comentarios recibidos acerca de la publicación y de la buena acogida de la gente que compró el libro, no solo para leerlo, sino también para enviarlo a sus parientes que viven en Estados Unidos, decidimos hacer una exposición fotográfica con imágenes tomadas del volumen.
    “Escogimos una fotografía por capítulo, mismas que serán impresas en un formato de más de medio metro”.

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