Viaje en busca de la ayahuasca

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En algún lugar del Amazonas ecuatoriano, el iacha Francisco Lorenzo Chihuango Chinbo cura a un paciente con sus soplidos.
Ya casi es de madrugada. Sentado en una pequeña silla, el chamán ecuatoriano dispone sobre el piso su altar que está lleno de velas, una por cada paciente, además de símbolos mágicos, objetos rituales, plantas medicinales, sus instrumentos propios para la curación y varias botellas de vidrio con loción y, por supuesto, con la bebida tradicional.
Después de beber durante la noche una toma de ayahuasca, el paciente todavía está bajo el efecto de la bebida. Ha vomitado varias veces. Sentado en una silla, casi desnudo, el taita ecuatoriano comienza a limpiarlo: pone su boca en la parte superior de la cabeza y comienza a chupar con fuerza todo el mal, mismo que luego él escupe al piso.
Mientras tararea una canción tradicional recibida desde niño por los espíritus, a quienes también invoca con su canto, el anciano coge un manojo de plantas medicinales y sacude el cuerpo del enfermo para dejarlo limpio.
Ahora el curandero sopla sobre el enfermo humo de tabaco, para terminar de quitarle todo el mal. Enseguida, abre una botella de loción, llena su boca con ella y la escupe de manera violenta por el frente, los costados del paciente, quien lleva varios días con diarrea. El enfermo queda empapado de loción, que además servirá para que tenga buena suerte, encuentre trabajo y se libre de envidias.

Ayahuasca, su uso tradicional
El uso de la ayahuasca, planta sagrada del Amazonas, como método terapéutico, mágico y esotérico en los pueblos tradicionales de Sudamérica, sobre todo los de la selva ecuatoriana, ha permeado el quehacer medicinal de los chamanes durante milenios.
Ante la proliferación de enfermedades cada vez más graves entre la población, la gente ha visto en estos hombres ancestrales, que guardan un conocimiento heredado por generaciones, una manera de aliviar sus males, con el sello de garantía que da la tradición milenaria, como es el caso del anciano quichua Francisco Lorenzo Chihuango Chinbo, que desde pequeño aprendió de sus mayores el arte de curar.
La ceremonia aún no termina. Descansa un poco mientras la docena de participantes que han estado con él durante la noche se asean y van al baño. Chuhuango Chinbo ha tomado dos veces una buena dosis de ayahuasca. Sin embargo, no se ha levantado de su asiento durante toda la noche.
Contrario a lo que pudiera pensarse de un chamán, su forma de vestir no denota su origen indígena. Viste un perfecto traje color beige, impecables zapatos cafés, camisa que hace juego con el traje, corbata incluida, en el mejor estilo ecuatoriano.
Quiero entrevistarlo mientras está en trance. El amigo que me ha invitado, quien lo conoce desde hace años, se le acerca y le hace la sugerencia. De manera inverosímil, según me comenta, acepta de buen modo hablar conmigo, aún cuando la ceremonia no concluye.
Apenas habla español. Su mirada es profunda y me desnuda. Explica con mucha lucidez que él es del cantón La Provincia, ahí “tengo la misa-justicia de hombre duro donde trabajo. Yo soy sabiduría. Mi padre, mis tíos, mis sobrinos vivieron muchos años tomando sólo puros palos [plantas medicinales]: vivió un tío 180 años y murió; otro vivió 299 años. Nada de medicina occidental, medicina de doctores, no. Yo nunca he tomado pastillas… ni las conozco. Nada. Nada de doctores, sólo mi padre me dejó este medicamento, sólo ayahuasca. Estamos trabajando desde 1941, desde los nueve años, hasta ahora estoy avanzando”.
Chihuango Chinbo afirma que con su experiencia puede ayudar a cualquiera, “más que los mismos doctores”, pues “yo tengo una operación secreta. Mi sabiduría consiste en ver todo sin necesidad de tener la máquina”.
Su trabajo es “duro”, “peligroso” y “no es cosa de juego”. Su medicina se caracteriza porque “no tiene ni una gota de trago. Nada”, y él mismo explica cómo la prepara: “A una olla del número 40, la llena de ayahuasca, le pone también medicinas de otros palos, cáscaras, raíces, bejucos. Esta es medicina de puro monte, no he puesto drogas, sólo lo que sale de la esperma de cada uno.
”Lo preparo toda la noche. Le echo leña, le echo leña. Sigue hirviendo duro, toda la noche, 24 horas. Así cocinamos, sentado junto al fuego. Eso preparamos: bendición de dios, bendición de Pachamama, para que aliente al cuerpo, para que tenga poderosos hermanos, para que nunca más quede enfermo, que sea sabiduría, que nunca quebremos cualquier choque, para que bote nauseando, que cualquier sucio se desbarate, úchale, que nunca falte dinero en el bolsillo, para ver… para toda defensa es esto”.

Ir al infierno
Chihuango Chinbo es especialista en trabajos duros, difíciles: “cánceres”, “tuberculosis”, “hechicerías” en las que tiene que quitarle a los enfermos “pelo de animales”, “clavos”, “pedazos de vidrio”… “Para eso hemos prendido estas velas, para ir abajo, donde vive el Pachamama, hasta el infierno tiene que conocer uno para saber qué día vivirá la gente”.
—¿Usted también puede saber si una persona va a vivir o morir?
—Sí, porque la vela prendida nos dice si vivirá dos meses, tres meses, una semana, ocho días, seis días. No, para usted no hay remedio. Ya quieren pagar cuatro mil dólares, seis mil dólares; no, la plata nunca va a curar. Aquí cura la planta, mi fuerza, para usted no hay nada, vaya con el doctor, allá hay muchos medicamentos en cantidades, pero, aquí, para usted, ya no hay remedio.

“La ayahuasca purifica tu espíritu”: Flavio Calasacón
“Yo me llamo Flavio Calasacón [presidente de la Confederación de las Nacionalidades Indígenas de la Costa Ecuatoriana]. Soy miembro del grupo tsáchila. Estamos asentados al noroeste de la capital, como a tres horas de Quito. Tratamos de que nuestra cultura prevalezca, aunque sabemos que la otra cultura nos encierra cada vez más. Nos resaltan por la forma de vestirnos, por la forma de peinarnos, que significa pureza, nobleza y es una protección, pero también hemos resaltado por nuestros conocimientos medicinales, del poder que manejamos de una cascada, un árbol, un río.
”Tengo 40 años. He dado conferencias en la Universidad Central. Ya me buscan. Eso me da gusto, porque quiero que nos conozcan, que sepan lo que hacemos, que sepan cómo preparamos la ayahuasca, cómo se debe tomar. La ayahuasca se ha vuelto algo común, pero tenemos otras plantas que nadie conoce y mantenemos en secreto con nuestros nombres, en nuestro idioma.
”El mensaje que quiero transmitir es que no tomen ayahuasca sólo porque alguien quiso, sino que se difunda la esencia. Esto que hicimos hoy, sé que se va a difundir, pero queremos que no conozcan algo ficticio sino lo real. Queremos que sepan cómo vivimos, que conozcan nuestra cultura y sepan cómo se prepara la ayahuasca, cómo se busca, qué se le dice, cómo se corta, cómo se prepara, cómo se toma.
”Cuando tomas ayahuasca vas a purificar tu espíritu. Hay que tener mucho cuidado. La ayahuasca no la puede tocar cualquier persona. Y sólo se usa en casos especiales. Si hay una persona muy enferma, entonces sí toca hacerlo. En el momento que la ayahuasca se haga algo muy común, me decía mi papá, puede hacerse energía mala y perjudicar y castigar a mucha gente. No puede ser usada por cualquier persona y no debe estar en el mercado. La gente que lucra lleva un peligro, así como quienes la consumen.
”Tampoco cualquiera puede venir y tomarla. Tiene que haber preparación. Como usted lo vio, es así como debe hacerse, con mucho respeto. También es indispensable hacer el baño ritual después. Con la reacción, necesitas al otro día una limpieza, y el único elemento que te puede limpiar es el agua, por eso vamos al río. Si haces ese proceso has cumplido, si no lo haces así, no has cumplido. La purificación queda incompleta”.

Del yagé y otras historias
Los bejucos de la ayahuasca (Banisteriopsis caapi o Banisteriopsis inebrians) también conocida como yagé, crecen en el Amazonas y han sido consumidos con fines rituales en Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela y Brasil. Se sabe que las plantas que los chamanes adicionan dependen del propósito que se busca: viaje astral, telepatía, curación, comunicación con espíritus, adivinación, y como lo documenta Antonio Escohotado en su extensa Historia general de las drogas: “algunas tribus consideraban capaz de causar distensión clitoridiana y erección en el falo”.
Estas prácticas permanecieron ocultas al mundo occidental hasta que en 1851, Richard Spruce, un explorador inglés, viajó a Perú y tuvo noticias de esta bebida ritual. Sin embargo, no fue sino hasta siete años después que Manuel Villavicencio, un funcionario ecuatoriano, se convirtió en el primer no indígena de que se tenga noticia en probar la ayahuasca tras haber sido invitado a participar en un ritual.
A principios de los 50, del siglo XX, el escritor estadounidense Williams Burroughs tuvo conocimiento de esta bebida y en 1953 viajó a Colombia para probarla. Siete años más tarde su compatriota, el poeta Allen Ginsberg, también emprendió una exploración similar y años después la correspondencia entre ambos sería editada en el libro Cartas de yagé (1963). Esta publicación, aunada a las a las investigaciones del etnobotánico Richard Evan Shultes, contribuyeron a atraer la atención de Occidente hacia la ayahuasca y las culturas que la utilizan ancestralmente.

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