Una vida sin límites

    954

    Erguido, sin apoyo de bastón y con mochila al hombro, José Mejía Peralta ingresó a los 83 años en la Universidad de Guadalajara para cursar la licenciatura en Derecho.

    Sus compañeros y maestros del Centro Universitario de la Costa Sur (CUCSur),  lo confunden con una persona de 60 años, porque a pesar de ser el alumno más longevo del plantel, su entusiasmo por aprender y por cumplir su sueño, al que llama su “proyecto de aprendizaje”, le quita años de encima.

    “Me siento más que satisfecho: contento, porque estoy en mi proyecto, estudiando, preparándome, ampliando mis conocimientos que sé que me van fortaleciendo y me van haciendo sentir capaz para atreverme a hacer algo más”, comenta Mejía Peralta en su primera semana de clases.

    Hasta 2008, José sólo contaba con estudios de primaria, porque su niñez, adolescencia y juventud la vivió en el campo, labrando la tierra, trabajo que lo hizo madurar desde temprana edad. Sin embargo, él creía que podía ser capaz de ir más allá.

    “En 1956 como que se me descorrió un velo y me pregunté: ¿qué, toda la vida voy a ser campesino? Tenía muchas inquietudes. Me decían que por qué no me iba a buscar nuevos horizontes, a explorar otros mundos”.

    Esa inquietud lo llevó a desempeñar puestos en la presidencia municipal de Casimiro Castillo, experiencia que le ofreció una motivación para elegir la licenciatura en Derecho.

    Sin contar con estudios profesionales, José ya manifestaba su capacidad para resolver casos jurídicos y “chismes” del municipio, en lugar de derivarlos a un juez menor.

    “Viendo tantos atropellos a la ley, tanta gente que no sabe cómo defenderse, cómo plantear un problema y mucho menos resolverlo, entonces tuve la inquietud de elegir esta carrera para algún día asesorar a alguien, guiar a alguien que tenga un problema, encauzarlo a la autoridad que corresponda y que sepa defenderse; eso fue lo que me llevó a elegir la carrera de Derecho”.

    El pasado lunes 14 de agosto, José asistió a su primera clase en la UdeG, pero para llegar ahí tuvo que vivir muchas otras experiencias.

    En 2004, el trabajo que tenía como administrador de un rancho en el municipio de Mazamitla, fue debilitando su físico, al grado de necesitar una operación a corazón abierto dos años más tarde.

    Librado ese obstáculo de salud, José se replanteó su proyecto de aprendizaje y para el 30 de octubre de 2008 ya había presentado su último examen de secundaria, estudiando desde su casa. La preparatoria la terminó con la misma modalidad de estudio en línea, y presentó su examen en el Colegio de Bachilleres, y para 2012 recibió su certificado.

    Después de estos logros, José no dudó en continuar con estudios de nivel superior. Nada lo detuvo.

    En 2013 realizó su primer intento para estudiar en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), sin embargo, por 1.48 puntos no alcanzó la admisión.

    “La sorpresa que se llevaron de verme ahí viejito, formado para hacer los trámites. Uno de los aplicadores me dijo que ojalá no sólo saliera en listas, sino que llegara a ser su alumno”, recuerda Mejía. “Desde entonces, sentí un compromiso conmigo mismo para seguir avanzando, porque esas palabras tan motivantes me hicieron pensar que no hay límite de edad, que estoy tratando de sacar la licenciatura y ¿por qué no luchar por alcanzarla?”

    Con esa motivación se dedicó a buscar financiamiento para cursar los estudios en una universidad incorporada a la UdeG, logrando cursar hasta tercer semestre.

    Para cuidar su salud regresó de Guadalajara a su natal Autlán, donde no desistió de volver a retomar sus estudios.

    “La maestra se ilusionó. Dijo ‘Este alumno es especial para nosotros’. Inmediatamente llenó el formato de admisión, me pidieron los documentos y me presenté el 20 de mayo a la prueba de aptitud académica.

    “Fui cumpliendo todo ese proceso y no se imagina esa lenta recuperación cómo me ha motivado, cómo me ha inyectado energía para continuar y a partir del lunes inicié clases”.

    En 2008, cuando se fijó su meta, pensaba inimaginable llegar al grado de licenciatura; ahora la línea final aún no se escribe, pero está más cerca.

    Planea, al concluir su proyecto de aprendizaje, dar asesoría a los más desfavorecidos y a quienes tengan necesidad de resolver sus problemas legales. No descarta, si la vida se lo permite, obtener su cédula profesional para ejercer la profesión.

    “Con que Dios me permita terminar mis estudios de licenciatura, ya con eso digo: misión cumplida. A la hora que gustes llamarme a cuentas, hasta ese grado yo mismo me retroalimento para poderme sentir tranquilo, con la suficiente energía para continuar”.

    Artículo anteriorVooyeur 2.0
    Artículo siguienteConvocatoria para la elección de consejeros académicos y alumnos al Consejo General Universitario