Una odisea sin homeros

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    La Luna fue una competencia más. Y el ego era proporcional al dinero invertido (25 mil millones. Dólares más, dólares menos). El primer animal en el espacio, sin embargo, fue un perro. Y después de doce canes más, Yuri Gagarin, y luego Armstrong y luego los otros dos. Todos tuvieron “lo que hay que tener”, como escribió Tom Wolfe. Pero que no haya confusiones: entre las secuelas de Laika y los pilotos estadunidenses no existe mucha diferencia con respecto a lo que nos trajeron de suvenires. Después de todo a quién se le ocurre enviar a tres militares en lugar de a tres poetas. “(…) un gran paso para…” es una buena frase, pero incluso Nixon fue más lírico a la hora de hablar sobre el prodigio. Pero no, tenían que enviar a tres pilotos expertos; si un cantante de NSYNC puede ver la tierra desde el espacio y vivir para contarlo, cualquier vate tuberculoso hubiera podido cubrir la ruta con un poco de entrenamiento. Qué son 384 mil kilómetros.
    Ojalá hubieran podido clonar y luego encapsular en el Apolo XI a Ludovico Ariosto, a Kepler, a Julio Verne o por lo menos a Ray Bradbury, que era norteamericano y tenía 49 años en 1969. Pero no, enviaron a tres soldados que trajeron piedras y algunas imágenes que ni siquiera pudieron convencer a todos de que estuvieron (¡de verdad!) en la Luna. Si hubieran enviado a Stanley Kubrick, qué secuencias habría. Unos meses antes había terminado su 2001: Odisea en el espacio, que es con mucho superior a la transmisión visual que hicieron los astronautas. A pesar de que el director alguna vez dijo que “el cine sólo puede subestimar la realidad: exagerarla es imposible”.
    Para terminar, ni siquiera se le ocurrió a la NASA enviar a un periodista. Aquellos señores que, se supone, eran todavía en esa época los traductores de la realidad. Norman Mailer señala cómo fue la cobertura. “Todo el mundo se preparó para presenciar el gran final de la semana más grande desde el nacimiento de Jesucristo (…) y los periodistas que interpretarían esta información para los lectores del mundo entero estaban ahora agitándose en cortés, aunque creciente atención, entre las serenas y crípticas voces tecnológicas que llegaban zumbando de la televisión”.
    Y después del anuncio de nuestros patrocinadores, continuamos con: “Un pequeño paso para…”

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