Una experiencia con el Universo

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Apenas había tiempo para un respiro, recoger la basura de la alfombra, reacomodar las pequeñas mesas, devolver las sillas a su lugar y dejar todo listo para recibir al siguiente grupo de niños y jóvenes que acudieron, curiosos, a los talleres que durante cinco días ofreció el Festival Papirolas 2016.

Entre ellos estaba Adrián López, de diez años, quien visitó el festival por tercer año consecutivo, esta vez con sus compañeros de la escuela primaria Federico Froebel, de Tonalá. Sus expectativas eran altas porque la maestra le había explicado, durante el trayecto, que el tema de este año es la Astronomía y, para Adrián, todo el asunto de los planetas y el espacio exterior es uno de sus temas favoritos.

El primer taller que visitó fue uno del Espacio Rosa, donde Sara Bravo, prestadora de servicio social, les habló sobre cómo el pueblo maya intentaba explicar el origen del mundo en las narraciones escritas en el Popol Vuh, y les ayudó finalmente a construir una sencilla maqueta de un campo para el Juego de Pelota que practicaban los mayas hace muchos años.

Los caminos para aprender y sorprenderse en Papirolas fueron numerosos; bastaba con abrir bien los ojos y apreciar los diferentes escenarios que —cada uno a su modo— pretendían convertir a los asistentes en viajeros del espacio sideral, aunque también había la opción de adentrarse en la intimidad de los teatros Galaxia y Estrella que contaron con una amplia cartelera de danza, música y representaciones teatrales.

Ahí los pequeños de tres a doce años tuvieron un acercamiento a la danza contemporánea a través de la forma tan peculiar de ver el mundo de Ana, protagonista de la obra El libro que no tenía letras, mientras que en la conferencia “Cazadores de estrellas”, los mayores, de trece a dieciocho años, conocieron personajes, ideas e instituciones que han permitido escudriñar el universo.

Papirolas también fue para los niños la oportunidad de construir su propio telescopio o un satélite del tamaño de una lata, para conocer más de cerca a los planetas del Sistema Solar y de paso subirse a una especie de báscula inteligente para conocer su peso en Saturno, Júpiter o Marte.

Los nueve pabellones invitaban a descubrir cada detalle del cosmos, pero uno de ellos, Conociendo al Gigante, ofrecía la posibilidad de saber más del planeta Tierra. En este espacio Grecia, de apenas cinco años de edad, tomaba su distancia pero a la vez miraba con detenimiento las abejas que fueron llevadas al pabellón para explicar su función de polinización en la naturaleza, al tiempo que otros niños aprendían sobre agricultura y lombricultura.

Para aguantar el recorrido, fue necesario hacer una parada y sacar el lonche, el jugo, las papas, las galletas y todo lo que ayudara a reponer energías. En tanto las mesas para tal objetivo estaban llenas, cualquier espacio alfombrado fue bueno, así le pareció a Roberto, de catorce años, quien al lado de sus compañeros de la prepa hacía una pausa para comer, mientras platicaban sobre los fósiles que acababan de ver en el pabellón sobre Paleontología.

Al final del día, para Adrián, Grecia y Roberto se cumplió lo que los organizadores de Papirolas han pretendido durante las veintiuna ediciones de este evento creativo: que los niños y jóvenes que entran al Festival no sean los mismos al regresar a casa.

Los más de cien mil asistentes que acuden a Papirolas cada año han podido comprobar que este festival es el lugar donde la ciencia, el arte, la cultura, el conocimiento y la diversión coexisten en un mismo espacio, como lo hacen cometas, asteroides, estrellas, planetas y satélites en el universo.

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