Un safari por el arte

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    “¡Oeeeeeeee…!” fue el grito de casi 50 segundos que dio el músico Héctor Aguilar en el auditorio de la Alianza Francesa. Al mismo tiempo alzaba un tar, instrumento del norte de ífrica –una especie de cuero de unos 60, 70 centímetros de diámetro–, mientras en el fondo se escuchaba un clarinete bajo, como preludio para adentrarse en la selva, en esta jungla de asfalto, en la que mamíferos, bípedos y pensantes, viajan en automóviles.
    El instrumento de viento estuvo a cargo de Natalie Braux. Lento. Profundo. Pesado. Eso denotaba la bailarina de danza contemporánea Gabriela Cuevas en sus movimientos. Inició acostada en el suelo. A medida que la lectura de Blanca Aldana alcanzaba su clímax, el dorso de Cuevas se erguía.
    Al fondo, la pintora Sandra Carvajal pintaba el minotauro, la mítica criatura griega mitad hombre, mitad toro. Los movimientos de la bailarina eran acordes a la música: lentos, pesados, profundos. Abría los brazos y se apoyaba en el suelo con puños y rodillas. Se encorvaba, y su rostro parecía mostrar rabia. En esa posición semejaba un toro, mientras los músculos de sus brazos se marcaban al ritmo de la música.
    Respiración acentuada no solo en los cinco artistas, sino también en quien observaba el montaje. Los latidos eran fuertes y de estar echado hacia atrás en la butaca, el cuerpo se inclinaba para adelante. Era llamado hacia el escenario.
    Blanca Aldana leyó: “Cuando los dioses perdieron el control…” y el énfasis en la palabra subía de tono, de fuerza. Definitivamente los dioses perdieron el control. Era el minotauro de Borges.
    En ese laberinto, el minotauro poco a poco encontró una salida. Ese “viejo toro” lentamente regresó a su posición inicial, pero ahora de espaldas al público. Los golpes de Aguilar bajaron de tono. El aire también dejó de fluir por el clarinete de Braux, mientras los trazos de Carvajal quedaron adornando la profundidad de campo.
    Hacia el final un suspiro dejó la sensación de emotividad en el espectáculo. Un aplauso de los dos espectadores de ese pequeño cuadro de Animalario, le puso fin.

    Respiración animal
    Animalario es un espectáculo presentado por La nada teatro y Tarabus, en donde la parte musical está a cargo de Héctor Aguilar y Natalie Braux; los trazos en pintura son de Sandra Carvajal, el movimiento de la danza, de Gabriela Cuevas, la lectura está en la voz de Blanca Aldana y la dirección, de Miguel Lugo.
    El director “juega con los tiempos”. Y es lo que se siente, porque no constituye un trabajo solemne, sino que recurre al desenvolvimiento, soltura o como dice la invitación, un “divertimento escénico”.
    “Partimos de un texto en un principio y derivamos hacia otros”, aclara Lugo. Soliloquios, Historia no natural, de Silvia Eugenia Castillero, fue el arranque. De ahí, textos de Borges, León Placencia í‘ol, Jorge Esquinca y José Emilio Pacheco, por enumerar algunos.
    La improvisación es un ingrediente extra de Animalario, que podrá ser visto el 18 de junio, a las 20:00 horas, en la librería José Luis Martínez, del Fondo de Cultura Económica.

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