Un poeta en el extranjero

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Como a través un mosaico de colores, la semana pasada poetas leyeron a Hugo Gutiérrez Vega en la noche de su aniversario. No había otra forma de recordarlo si no a través de su poesía y en una íntima velada, y sus colegas y amigos leyeron su obra como invocándole en la sede de la cátedra que lleva su nombre.

La selección fue variada. Carmen Villoro, Jorge Souza, Jorge Orendáin y Silvia Eugenia Castilleros tomaban cada quien un libro, recitaban un poema y entre frase y frase leída con la solemnidad o el juego —evocando la voz que habría puesto Gutiérrez Vega— y recordaban alguna anécdota o algún chiste de un hombre que tiene dos años ausente en el planeta.

Carmen Villoro, por ejemplo, recordó la primera vez que vio a Hugo Gutiérrez Vega, cuando ella era una niña y sus padres la llevaron a la casa del poeta en el extranjero. Nevaba y ella le había preguntado a su padre qué era un poeta. Cuando vio a Gutiérrez Vega que bailaba y brincaba lleno de júbilo entre la nieve, se dijo: eso es un poeta.

Digo que era un mosaico porque, quizá de manera accidental aunque puede que también a propósito, los poemas que se eligieron para leer en el homenaje eran muy distintos entre sí. Unos evocaban los primeros albores de la sensualidad y el descubrimiento del otro y de su cuerpo, otros eran disertaciones filosóficas, recuerdos de ciudades como mapas melancólicos auditivos y visuales, otros de remembranza de los lugares de la niñez, de su esposa, que también tiene un año de haber fallecido, de las canciones de cuna que le cantaba a los nietos.

Polifacético
Envuelto siempre en sus propias reflexiones. Un erudito, un hombre de cultura pero honesto y humilde. Así lo describieron en ese altar de letras el pasado lunes por la noche en medio del ruido del tráfico nocturno y después de una llovizna de la que pocas personas se refugiaron en el recuerdo de esa modesta sala, donde un flash incesante acompañaba, una tras otra, sin parar, tomas de la misma imagen: los poetas en sillones, debajo de su foto, leyéndole a Hugo.

En un homenaje para quien, dijo Jorge Souza, “no sólo nos enseñó a ser poetas sino a ser grandes seres humanos, dignos del don”.

Carmen Villoro en el prólogo a una reciente publicación que hizo la Universidad de Guadalajara de Buscado amor, uno de sus compendios de poesía, como una carta dedicada al ya para entonces difunto poeta escribió:

“Así es como el amor, el tiempo, los otros y el mundo se dan cita para mostrarnos en este libro, un fragmento de la vida de un poeta de todas las edades. Celebremos su palabra, su voz, su deseo de infatigable buscador de ese amor, generoso y fecundo. Porque mientras estemos vivos, mientras podamos ver con los ojos abiertos: nada podrá callarnos”.

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