Un mundo solidario

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    Ante el terror, el mundo se toma de la mano. Ahora todos bajo los colores de liberté, egalité et fraternité manifestamos nuestra común tristeza como una especie hacia las acciones inhumanas que han ocurrido en la “ciudad luz”; registrando sus horas más oscuras en este milenio.

    No deja de ser alentador ver a una humanidad desaprobar la violencia. Nos habla de un mundo con ideales pacifistas, y una realidad en donde la sangre no tiene cabida.

    Pero lo que nadie piensa notar es que la solidaridad surge como réplica de catástrofes. Es una desgracia la situación alimentaria en la que viven miles de africanos, no obstante, pocos muestran siquiera empatía hacia tal situación. En el Oriente Medio la Guerra Civil está a la orden del día, pero pareciera que las vidas de los no primer-mundistas valen menos, ni una mención siquiera. A las afueras de nuestra metrópoli, la pobreza es desgarrante, pero nadie mueve un dedo (recalcando este valor de “Primer Mundo”). Se ha vuelto cotidiano y, por lo tanto, ignorado.

    Si presumimos de ser solidarios, ¿por qué esperar a manifestarlo una vez que el daño ha sido realizado?

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