Un mapa sonoro

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Cuando hablamos de Brasil, lo primero que viene a la mente es el futbol, las laberínticas favelas, además de los vistosos y multitudinarios días de carnaval. Sin embargo, el país carioca es mucho más que eso. Por ejemplo, es uno de los territorios más interesantes y productivos de Latinoamérica en lo que a música se refiere, y no sólo a los sonidos tradicionales, sino a propuestas que están relacionadas con distintos géneros que enriquecen la escena musical.

Desde hace más de cuatro décadas, específicamente con el movimiento tropicalista, Brasil desarrolló un interesante momento histórico que terminó por dar a conocer figuras de la talla de Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa y el grupo Os Mutantes. Antes, a finales de los años cincuenta, la bossa nova ya había hecho lo suyo a nivel internacional, capturando la atención de un público que se enamoró de ese ritmo cadencioso y sutil. “Chega de saudade” y “Garota de Ipanema”, composiciones a cargo de Vinícius de Moraes y Antonio Carlos Jobim, son un referente musical de este país.

Para muchos, la bossa nova se traduce en el jazz de origen brasileño. Imposible hacer mención de este género sin recordar la importancia de Antonio Carlos Jobim. El compositor dejó para una serie de generaciones una riqueza sonora que con el tiempo se ha fusionado con la electrónica, el rock, y más discretamente con el pop. Jobim es considerado uno de los músicos más sobresalientes del siglo XX.

Desde esa herencia musical, que envuelve a artistas que han encontrado en la tradición y en los sonidos actuales una fuente de inspiración creciente, podemos mencionar a grupos como Tribalistas y Os Paralamas do Succeso. El primero, integrado por Marisa Monte, Arnaldo Antunes y Carlinhos Brown, fue un proyecto que dejó huella con un solo disco homónimo, una producción que mezcló inteligentemente la samba, el rock, el pop y la música popular brasileña.   

Marisa Monte, Arnaldo Antunes y Carlinhos Brown, cada uno por separado, desarrollaron carreras exitosas que han trascendido hacia distintos países de Latinoamérica. Antunes, uno de los músicos y compositores más célebres de Brasil, dice: “La cultura brasileña es mestiza, resulta muy híbrida por naturaleza. Existen muchos ritmos en la música de Brasil, muchas maneras de hacer composiciones que mezclan el rock, con el funk, y el reggae”.

Por su parte, Os Paralamas do Succeso no puede pasar desapercibido en el mapa sonoro de la música producida en Brasil. En el número más reciente de la revista Marvin, escribí sobre esta agrupación: “La trayectoria de Os Paralamas do Sucesso tiene una serie de particularidades que la hacen única. Posiblemente la más específica es la capacidad del grupo para relacionarse —a través de la música— con diferentes países de Latinoamérica. Más allá del círculo de la producción brasileña, la repercusión de la banda apunta hacia países como Chile, Uruguay y Argentina. En este último, el trío es sustancialmente valorado por su obra, además de mantener una aproximación con músicos de la talla de Charly García y Fito Páez. México, aunque de manera discreta, representa un punto importante en el recorrido histórico de Os Paralamas do Succeso. Presentaciones cubiertas por esa calidez y energía musical, son recordadas por muchos seguidores que lo sitúan como un grupo de culto”.

Otra de las bandas que consiguió trascendencia a nivel internacional es Sepultura. Reconocida por su efectivo y poderoso sonido, Sepultura abrió camino para el metal producido en América Latina. El grupo, que fue encabezado por Max e Igor Cavalera, es uno de los exponentes que alcanzó su máxima popularidad en la década de los noventa. Arise, Chaos A.D y Roots, forman una parte de la discografía indispensable de este grupo brasileño.   

Actualmente músicos como Lucio Da Silva Souza, mejor conocido como Silva, Céu y Criolo, componen una nueva ola musical que de muchas maneras refresca esta escena que crece constantemente, pero que, sobre todo, deja al descubierto un universo sonoro rico en posibilidades. Más allá del futbol, las favelas y el carnaval, Brasil posee un lenguaje propio, que tiene su mejor expresión en la música.

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