Un italiano fue a Siberia

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El pasado martes 8 de noviembre el historiador italiano Carlo Ginzburg, ofreció la conferencia magistral Viajando en espíritu desde Friuli hasta Siberia, en el marco de la Cátedra Julio Cortázar y en colaboración con la Cátedra de Humanidades Primo Levi. Ginzburg hizo en su ponencia “una autoevaluación retrospectiva de mi propia experiencia como investigador a lo largo de treinta años, desde inicio de los años sesenta hasta finales de los años ochenta”.

El historiador recordó que “siendo estudiante en 1959, llevé a cabo una súbita y triple decisión: primero la de convertirme en historiador, segundo, la de trabajar sobre los juicios de las brujas en el periodo de la Europa moderna temprana, y tercero la de concentrarme en las actitudes, las creencias y las voces de las mujeres y los hombres acusados de brujería”.

Ginzburg dijo tener una deuda intelectual con Antonio Gramsci, en especial de su obra Los cuadernos de la cárcel: “Había quedado impresionado por las observaciones de Gramsci sobre el problema de la cultura de las clases subalternas. Pero mi proyecto de aproximarme al juicio de las brujas, considerándolos como una forma cruda de la lucha de clases, era también un esfuerzo deliberado de actualizar la visión romántica de Jules Michelet sobre la bruja, en tanto que símbolo de la revolución social.

“Así —continúa Ginzburg— un documento fechado en 1519 que encontré en los archivos de La inquisición, en Módena, parecía darle soporte a mi hipótesis inicial. Se trataba de un juicio en contra de una campesina, Chiara Signorini, acusada de haber hecho un hechizo en contra de su patrona. En el ensayo que escribí dedicado a este juicio, y que fue el primero que hice en toda mi vida, lo que concluía al final como un problema más amplio, era el del choque cultural entre el punto de vista de la mujer campesina y el punto de vista del inquisidor”.

Al referir que el inquisidor de Chiara fue el fraile dominicano Bartolomeo Spina, dijo que habría que considerarlo “como un observador que recurre a presiones psicológicas y físicas para convencer a Chiara de que responda a sus propias preguntas”, de las que no aceptó participar en aquelarre alguno. En esta dirección trabajaría Ginzburg en un ensayo titulado “El inquisidor como antropólogo”, y una inversión de la frase podría “ayudar a acotar la distancia cultural que es compartida tanto por los antropólogos como por los inquisidores, cuando se encuentran frente a los actores con los que se confrontan, es decir, con los nativos o con los acusados”.

El historiador también abordó las similitudes que existen entre lo anterior con el chamanismo y sus estudios sobre los mitos de la licantropía.

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