Un carnaval con seres de aliento y piedra

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La exposición El carnaval de las edades del hombre, reúne parte de la obra de gran y pequeño formato de uno de los escultores tapatíos más experimentados, Óscar Zamarripa, quien tiene una trayectoria de más 50 años en esta labor, y está abierta al público en el MUSA. En El carnaval de las edades del hombre predominan los colores estridentes en piezas dedicadas al teatro y a la música, con motivos astrales y antifaces que van de lo animalesco a lo hierático. Zamarripa desconoce los límites entre materiales construyendo personajes de concreto, madera petrificada, acero, bronce, mármol, obsidiana, basalto, ámbar y malaquita.

Los colores atrevidos, como fascinación personal, son un rasgo distintivo de la obra de Zamarripa, que además de anclarlo a la cultura de su país —donde se los encuentra vivaces de manera natural— también evidencia la influencia religiosa que el autor experimentó en la infancia cuando, siendo monaguillo del Santuario, pasaba las tardes en la iglesia mirando cómo “entraba la luz por los cristales del templo, cómo los traspasaba y se impactaba en las paredes. Ese momento representaba para mí un gran gozo personal”.

Por ello, su obra está cargada de vitrales que juegan a ser ropajes de fantásticos personajes, a través de los cuales la luz dibuja figuras fantasmales sobre la pared.

“Para mí no hay límite, el material sugiere muchas cosas y se trata de darle vida”.

Una exposición hecha para ser vista y tocada
El carnaval de las edades del hombre muestra, en opinión de su creador, las dos caras de lo humano: una la que somos y otra la que intentamos ser; porque la escultura tiene “esa fascinante ventaja de poder ser apreciada en su forma y volumen desde cualquier perspectiva”. Además representa una invitación a apreciar el concepto de la vida (con sus días y sus noches) como única, como edades transcurridas a las que no es posible volver.

En torno a esta propuesta de carácter festivo, confluyen colecciones que forman parte de trabajos previos del autor, como Las Chismosas, Carnaval o Las Bromas —que incluye los apodos de compañeros de andanzas que dieron vida a personajes tales como el Chepe Chupes o el Chava Cheves, o piezas de imaginativa interpretación sobre los huevos de avestruz—, así como nuevas propuestas relacionadas con seres fantasmagóricos y un tributo a la ópera.

Una de estas colecciones, Los personajes de la noche, conjuga piedras preciosas y semipreciosas con el trabajo de herrería, y está inspirada en la vegetación desértica que por la noche genera formas y sombras que acercan lo humano a lo mágico: “Me inspiré en ellos una vez que nos quedamos atorados en pleno desierto, en Sonora, cuando se nos acabó la gasolina; con aquel frío que hace por la noche y la oscuridad me parecía que aquella vegetación en realidad fuera un grupo de personas misteriosas”.

Mientras que Los músicos, figuras de solistas fusionándose con su instrumento, con antifaces que más que encubrir gestos los acentúan, representa un homenaje a la conjunción musical y teatral que tiene lugar en la ópera.


El placer del trabajo
“Mi trabajo no es nada complicado, es como vivo. Lo gozo. Viajar, por ejemplo, es algo que me renueva el ánimo y me permite generar ideas para mi obra. Trato de divertirme. Hago ahora lo que antes no podía, como la creación de piezas a partir de bolas de billar, que en aquel entonces era algo muy mal visto”, explica Zamarripa, para quien la exposición es sólo un pretexto para someter su obra a la interpretación. “Creo que cuando uno más cosas ve, empieza a cambiar, porque creo que eso es la cultura, el pensar de otra manera. Las piezas se engrandecen al paso del tiempo con el cambio en la forma de pensar. A mí me gusta que interpreten mi trabajo porque participan de lo que es mi pieza.

“Estoy desde los 12 años en este asunto, cuando iba como oyente a la escuela, aunque mi papá no quería que estudiáramos arte, porque decía que nos íbamos a morir de hambre. En realidad tenía razón, porque el arte es de los oficios más difíciles, de los más sufridos; aunque para mí el más bello. A veces el equivocarse vale la pena”, nos cuenta uno de los más célebres egresados de la Escuela de Artes Plásticas, que ahora se muestra emocionado por presentar la compilación de varias de sus colecciones, así como piezas inéditas, en su Alma Mater: “Exponer en mi universidad hace que éste sea el día más feliz de mi vida”.

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