Un canario que saltó a los jueces

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La escuela secundaria es uno de los espacios más determinantes en el desarrollo de cualquier persona. El despertar sexual, el sentido de pertenencia, la relación con la autoridad y múltiples presiones sociales son el universo en el que los adolescentes tratan de sobrevivir. En ese periodo, el cuerpo crece ignorando la simetría, los jóvenes luchan tratando de adaptarse a cambios que no suelen jugar a favor de la belleza y crean inseguridades. En este ambiente de locura los estudiantes Toto, Albert y Laika viven dramas cotidianos que nos llevan a la risa para luego conmovernos. 

Ésta es la trama de Salto de canario, la obra del dramaturgo Saúl Enríquez que resultó ganadora en la XX Muestra Estatal de Teatro de Jalisco. Es una producción de la Compañía Tramando Teatro dirigida por Renato Polo y conformada por jóvenes que aún no cumplen treinta años. Son muchas las virtudes que tiene el montaje y algunas de ellas sorprenden tanto por la juventud del elenco y equipo creativo, como por lo eficaz de los recursos empleados.

Salto de Canario es un teatro de representación que sigue apostando a la palabra y en la elección de la dramaturgia está el que considero el primer acierto. Enríquez crea una historia cercana, compleja y perfectamente tejida. Contiene la frescura de los personajes que la integran y en la interpretación de Scarlet Garduño, Daniel Macías y Jony Perdomo se intensifica su sentido. Las actuaciones son destacadas, especialmente la de Macías, quien contagia los miedos, la desazón y la vulnerabilidad que vive al golpear una y otra vez el espinoso perímetro de los afectos. Polo, en la dirección, apuesta por el movimiento y la agilidad para conseguir eficaces transiciones con elementos mínimos. Y si bien reconozco con claridad las fortalezas de este trabajo escénico y celebro el reconocimiento obtenido, su presencia en la Muestra fue, incomprensiblemente, azarosa. 

Las instituciones de cultura abren convocatorias cuyos procesos de selección son uno de los puntos más cuestionables del ejercicio público. Salto de canario no fue seleccionada dentro del grupo de piezas participantes en esta edición de la Muestra Estatal, sin embargo, recibió por parte de los evaluadores una mención especial. Tramando Teatro consiguió, luego de negociar con los organizadores, que esa mención se convirtiera en un pase.  ¿Cómo explicar el contraste entre las visiones estéticas de los evaluadores y los jueces de la Muestra? Quienes eligen las obras participantes son creadores escénicos que —para evitar favoritismos o rivalidades— no son de la ciudad de Guadalajara. De entrada eso está muy bien, sin embargo se produce un problema grave: el teatro pertenece a las artes vivas, ¿cómo medir su calidad a través de un video cuando ese no es su soporte? Luego llegan otros creadores mexicanos a ver el teatro jalisciense para elegir las producciones y creadores destacados de acuerdo con sus propios filtros. Cómo mejorar este accidentado proceso, que buscando la neutralidad abre vacíos importantes, cuando además es una estrategia que replica la Muestra Nacional.

¿Debemos simplemente aplaudir y aceptar que por diverso y desigual, el teatro mexicano no puede aspirar a estrategias de exhibición y circulación más justas? Las posibilidades de que una obra consiga temporadas dentro y fuera del estado no pueden depender del videasta que graba.

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