Un bordado como souvenir

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Las olas se encuentran con las rocas que están en la playa que antes de Neruda tenía por nombre Gaviotas, pero que él bautizó como Isla Negra. En el mismo sitio donde pidió que al morir fuera enterrado. En las mismas coordenadas en que sepultaron a su última esposa, Matilde, deseo que sus amigos cumplieron en 1992, como lo solicitó.
Ahí, como si fuera un barco mirando hacia el mar, yacían los restos del Premio Nobel de Literatura que el pasado 8 de abril fueron exhumados a petición de su abogado y del Partido Comunista de Chile, para determinar si en efecto murió de cáncer o como señala su chofer, por envenenamiento. Después de la exhumación esperan que los resultados de los peritajes estén en tres meses.
En la guía de visita de la casa pensada por Neruda como un barco en tierra, hablan de ese episodio cuando enfermó después del 11 de septiembre de 1973, al enterarse del golpe de Estado en Chile y la muerte de su amigo, el entonces presidente, Salvador Allende.
Al saber del bombardeo al Palacio de la Moneda, Neruda estuvo en cama. Los que se acercan a la intimidad del poeta recorren la casa en silencio. Sólo oprimen el botón de una guía auditiva para descubrir la historia de cada objeto. Ahí en la habitación con vista al mar, el equipal mexicano, el frack que usó en la premiación en Suecia, un osito de peluche que tenía desde niño. Rodeado de las colecciones que reunió en cada uno de sus viajes como embajador, Neruda pasó ahí sus últimos días, hasta que el 19 de septiembre, cuando lo trasladaron de emergencia a una clínica en Santiago, donde muere el 23 de septiembre de 1973.
En esa misma casa, en la sala de “Juegos”, como él llamó a una habitación, colocó un caballo que de niño admiraba por su pelaje y que al crecer y volver a su pueblo vio que estaba en venta. Entre tantos juegos, sobresalen del muro los hilos que dan forma a los bordados de las tejedoras. Mujeres que con puntada y puntada cuentan cómo lo recuerdan a más de 40 años de su muerte.
En la sala de la casa de Isla Negra, donde llegan los curiosos a conocer más del poeta, está una gran foto de Neruda. Ante ella María Moyano Pérez borda una imagen de Chile. Se le pregunta por el poeta y advierte que ella lo vio de cerca. Aún recuerda al poeta que escribió la “Oda al congrio”, un caldo de pescado típico de Chile: “Yo también lo conocí. Sí, yo soy vieja ya. Yo tengo 61 años y lo conocí a él cuando se paseaba con los perros con la señora Matilde. Mi abuela le venía hacer las cosas cuando tenía invitados, porque mi abuela era cocinera”.
Antes de que Neruda expusiera su trabajo, les pasaba, como dice el escritor Eduardo Galeano, a “Los Nadie: los que no hacen arte hacen artesanías”. Ahora María vende sus bordados a los turistas que desean llevar un recuerdo de la casa en Isla Negra. La Fundación Pablo Neruda les permite estar ahí, en congruencia a lo que en vida hizo el poeta. “Neruda lo mostró mucho. Como fue embajador, mostraba el trabajo de las bordadoras. Él nos mostró mucho y nos dio a conocer en muchas partes”.
María aprendió a bordar viendo a su madre, su madre mirando a su abuela. A todas las une un hilo generacional. “Somos un grupo y somos todas dueñas de casa y en los ratos libres esta es nuestra entretención. Es como una terapia”, resume así lo que Neruda vio más allá de un hobby y lo apreció como arte.
Así lo recuerda. Como quien valoró sus creaciones. También habla de él como aquel hombre que “salía a pasear dos perros chihuahuas que tenía. Yo tengo lindos recuerdos de él. Hay mucha gente que no lo recuerda tan bien, pero yo sí”.
Tras exhumar el cuerpo de Neruda, esperan despejar las dudas de su muerte, pero esto no quitará la claridad sobre su obra, su pasión por el mar, las colecciones y su militancia en el Partido Comunista de Chile, su incondicionalidad y congruencia con el gobierno de Salvador Allende.
La casa de Isla Negra es una de las tres de Neruda. Las otras dos están ubicadas en Santiago y en Valparaíso, llamada “La Sebastiana”. La de Isla Negra la consideró su preferida. Su cuerpo fue exhumado, pero las bordadoras seguirán dibujando con hilos de colores imágenes del mar que inspiró al poeta o las gaviotas a las que les dedicó sus versos.

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