Un andamiaje propicio para la libertad

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Durante su rectorado, Raúl Padilla López impulsó una reforma vasta y profunda de la Universidad de Guadalajara. Con ello no sólo cambio la faz de la Máxima Casa de Estudio de Jalisco: también echó a andar una dinámica de cambio institucional que continuamente encuentra nuevos derroteros y posibilidades de mejora, y que sigue dando frutos actuales y novedosos.

La reforma universitaria fue de carácter integral, pues abarcó las dimensiones clave de la vida institucional, procuró sustentar la posibilidad de su actualización continua, se propuso convertir a la Universidad de Guadalajara en un bien primordial para los jaliscienses, y hacer de ella un instrumento imprescindible de progreso, justicia y bienestar para la entidad.

La reforma estableció las bases de un nuevo diseño institucional y normativo, estructurado alrededor del Departamento como figura central, sustituyendo al viejo modelo de escuelas y facultades, y con la finalidad de imprimir flexibilidad a todo el andamiaje de la institución y su funcionamiento cotidiano. Ciertamente este objetivo no se ha cumplido del todo, pero los avances en dirección de la mayor capacidad de respuesta institucional, de cara a un entorno fluido y cambiante, son vastos e indiscutibles. 

Con la reforma se dio un giro igualmente importante al gobierno universitario, al desactivar la lógica centralista en la toma de las decisiones y acotar las atribuciones y capacidad decisoria de los mandos unipersonales. El empoderamiento resultante de los órganos colegiados del gobierno universitario ha, entre otras cosas, estimulado y robustecido la reflexión colectiva e incrementado el sentido de responsabilidad entre los universitarios. Al mismo tiempo, garantiza un proceso permanente de aprendizaje personal e institucional, susceptible de traducirse en un incremento de la creatividad individual y colectiva, y en la mayor eficiencia del trabajo conjunto de maestros, trabajadores y estudiantes.

Todo lo anterior hizo posible que, de manera natural, el principio de la libertad de cátedra incrementara enormemente su vigencia y viera ampliados sus horizontes de realización actual y futura. El progreso en los campos del saber, la ciencia y la cultura, presuponen la mayor libertad intelectual y de pensamiento posibles, y el concomitante respeto a la pluralidad y la diversidad de ideas, creencias y vocaciones. La reforma creó el andamiaje institucional propicio para que estos valores imperen sin trabas y, por lo tanto, para neutralizar cualquier intento o posibilidad de constreñir esa libertad en la Universidad de Guadalajara. Este es sin duda un legado capital, que los universitarios valoran y atesoran con la responsabilidad y el compromiso debidos.

De igual manera, con la reforma emergió, creció y se robusteció el nuevo tejido académico —articulado alrededor de la investigación científica—, que ahora predomina en la Universidad de Guadalajara, y que garantiza que el mérito y el prestigio intelectual sean la moneda de cambio, misma que, a su vez, regula los intercambios y las interacciones al interior de la comunidad universitaria así como la distribución transparente de los ascensos, los incentivos y los reconocimientos legítimos.

La Universidad de Guadalajara, desde su reapertura, se mantuvo cercana a la dinámica de su contexto social, económico y cultural. Esta cualidad empezó a desvanecerse en el tercio final del siglo XX, aislando a la universidad de su contexto y volcándola hacia sí misma. Con ello se perdió el sentido de misión, propio de su naturaleza educativa, dando pie a que la vida interna se sobrepolitizara, cayera presa de la sobreideologización, se restringiera la libertad de cátedra y, en consecuencia, decayera la calidad de su desempeño.

Por eso la tarea de vincular a la universidad de manera más estrecha con su entorno social, gubernamental, cultural y productivo, adquirió un sentido tanto prioritario como estratégico. Y aunque en este campo se ha recorrido mucho camino, las posibilidades todavía no exploradas son amplias y diversas, especialmente en materia de transferencia tecnológica. No obstante, los puentes para vincular el quehacer de los universitarios con las demandas sociales generadas en torno al saber, la ciencia y la cultura no dejan de multiplicarse y ensancharse. Venturosamente.

Mención especial merece la labor de difusión científica y cultural que realiza la Universidad de Guadalajara. En este campo, la reforma universitaria le ha redituado reconocimiento y prestigio internacional a la Máxima Casa de Estudio de Jalisco. En este campo tenemos nuestra principal ventaja competitiva, y gracias a la Feria Internacional del Libro, por ejemplo, el propio ámbito académico se enriquece y se consolida continuamente.

Ponderando el conjunto de aspectos que abarcó la reforma de la universidad, cabe decir que lo más trascendente por su impacto social fue la creación de la Red Universitaria. Y es que llevar la educación superior a las distintas regiones de Jalisco modificó la dinámica demográfica, mitigando el ritmo de la migración de talentos hacia la capital del estado, llevó a las regiones muchos de los frutos de la civilización contemporánea que les eran distantes, si no es que completamente ajenos, enriqueció de súbito su vida cultural y ensanchó el menú de opciones intelectuales, artísticas y recreativas.

Al contribuir a una disminución significativa en las brechas existentes entre las regiones de Jalisco, la Universidad de Guadalajara abonó, de esta manera y como ningúna otra institución, al progreso de la entidad durante los dos decenios pasados.

Lo mejor de todo, finalmente, es que los universitarios no abandonan su actitud crítica y evalúan objetivamente el entorno de la universidad, lo mismo que su funcionamiento interior. Gracias a ello sabemos lo que la Universidad de Guadalajara, con la reforma que la transformó de pies a cabeza, ha crecido y mejorado, pero también advierten lo que falta por hacer para alcanzar la categoría de institución educativa de clase mundial. En cualquier caso, la actitud crítica permanente no se contrapone al sentimiento de orgullo que, hoy por hoy, deben cultivar todos y cada uno de los universitarios. Justificadamente.

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