Trago Amargo en Tequila

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Un brindis por la muerte del agave. Agave que no fue tequila, no fue bebido en ninguna cantina y ningún amor fue olvidado con un trago. Los amantes de la bebida lamerían el suelo. Es como si abrieran miles de botellas y las vaciaran. Al agave nadie lo arrancó del suelo. Después de ocho años estaba listo para ser llevado a las fábricas, pero no llegó comprador y nunca fue.
Las tierras del municipio de Tequila, en Jalisco, estaban sembradas con maíz, frijol y cacahuate… ahora sólo hay agave. Es el monopolio del tequila. Para donde se mire en Amatitán y Tequila hay esta especie. Ahí hay que caminar con cuidado, porque las plantas se defienden de los intrusos del campo. Las pencas sangran, de su interior brota el rojo tinto de su miel. La madurez del agave lo revienta. Las botas de los campesinos aplastan lo que cuidaron, huele a pobreza. Este paisaje tequilero no tiene calidad de exportación.

El boom efímero
Martín arranca las pencas de un agave fermentado y cuenta que el agave estaba a 15 pesos. Dijeron que se iba a pagar bien. Pensé ‘si pagan a seis pesos, va estar bueno, pero no fue así’.
Martín está de luto por su cosecha. Culpable confesó su sueño que lo atormenta y lo libera. Sueña que llega a su sembradío, está quemado y no tiene agave. Despierta. Regresa a la realidad y ve sus 10 mil agaves podridos. La historia comenzó hace ocho años. La escasez del agave ilusionó a los campesinos. Los industriales desesperados pagaban a cualquier precio las piñas. Cuentan que hasta los agricultores vigilaban por la noche sus sembradíos para que no se los robaran.
El Consejo Regulador del Tequila verifica la calidad de esta bebida, pero no regula el precio del agave. Sin embargo, su director Ramón González conoce el problema de la sobreoferta: “Hubo un boom de agricultores no tradicionales, o agricultores improvisados como políticos, abogados y comerciantes que plantaron un mundo de agave”, señaló.
“Cuando llegó a valer la hectárea arriba de los dos millones, todos quisieron sembrar y hacer negocio, esto trajo por consecuencia plantaciones irregulares que sobrepasan la necesidad de la industria”, así explicó la sobreoferta el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Tequilera, Juan Casados Arregoitia.
El campesino Guillermo López López no cree que la sobreoferta fue accidental “el precio lo subieron los mismos industriales, no fueron pendejos, ellos pensaron: ‘nosotros mismos le damos el incremento al agave para que toda la gente plante sus tierras’”.
El delegado en Jalisco de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación [Sagarpa], José Trinidad Muñoz Pérez, aclaró que “en México es muy complejo planear las producciones porque el agricultor se siente con toda la libertad de sembrar lo que más le convenga. Con el boom que tuvo el agave desde hace una década, vino una escasez originada por una helada, con eso hubo una distorsión de la cadena productiva”.
A los cuatro años de edad, el agave genera los llamados hijuelos que al ser transplantados son una nueva planta; con la escasez, reconoció el delegado de Sagarpa en Jalisco, también sobrevendieron los hijuelos.
En el año 2000 un hijuelo lo vendía a 20 pesos, ocho años después el campesino recibe nueve pesos por una cabeza de agave. Los agricultores no recuperan la inversión.
La escasez del año 2000 originó el aumento en el precio, hasta pagar 17 pesos por kilo, en aquel entonces los industriales estaban desesperados por tener materia prima para la fabricación del tequila, una cabeza la pagaban a 450 pesos.
Una penca de agave tiene en promedio 30 kilos, si lo pagan a 30 centavos el campesino recibe nueve pesos por una piña, de la que se obtienen en promedio ocho litros de tequila. ¿Cuántos agaves están podridos? Difícil precisar porque los agaveros no tienen la información, el Consejo Regulador del Tequila no ha proporcionado los datos, la Cámara Nacional de la Industria Tequilera, dice no tener acceso a estos números.
Pero basta caminar entre los campos y el agave que dejó de ser verde es fácil de encontrar. Algunos sembradíos sólo tienen unos pocos especímenes podridos, otras parcelas están llenas de difuntos.

El festín de los gusanos
Los coyotes aúllan y en Tequila son los que llevan la mejor parte de las ganancias. Son llamados así los hombres que se convierten en los intermediarios para comprar el agave a los campesinos y venderlo a los industriales.
El presidente de la Cámara Nacional de la Industria Tequilera aseguró que las empresas siempre pagan el agave a dos pesos el kilo y lo importante es que quienes les venden la planta tengan factura, los campesinos conocen poco de estos trámites. Por lo tanto los coyotes tratan con los industriales.
El campesino recibe por el kilo de agave 30 o 40 centavos, a pesar de que el coyote vende a dos pesos el kilo, este intermediario gana 1 peso 70 centavos.
“El coyote es el que se infla y uno madreado. Aprovechan que hay mucho agave y quieren sacarle jugo al asunto como si la tierra fuera de ellos”, cuenta Santos Olmos, enojado. Él es un agricultor que sólo ve con un ojo, el otro se apagó por la diabetes. No importa su ceguera porque conoce cada surco de su tierra.
El delegado de Sagarpa, José Trinidad Muñoz Pérez, sostiene que nada se puede hacer contra los coyotes porque “no hay sanciones, no se prohíbe esa actividad y la industria prefiere entenderse con ellos”. Como dice Domingo Núñez: “a los agricultores no nos compran directamente, sólo con coyotes”. La desesperación de no vender a otro precio el agave y ver pudrirse su producción provoca que algunos agricultores vendan a 30 centavos su cosecha.
La industria del tequila tiene un valor de 7 mil 700 millones de dólares mientras que los campesinos viven su jornada de pobreza, pero la venganza llega en la tierra. Diminutos y con cuatro patas, los escarabajos son los justicieros de los hombres del campo.
Los gusanos tienen su festín. La tierra es cantina de insectos donde engordan hasta ser escarabajos conocidos como la temida banda de los “picudos”, ellos se tragan el agave desperdiciado, se emborrachan con el tequila que otros dejaron.
La investigadora Ana Valenzuela del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, camina y tira una penca de agave, saca un puño de tierra y entre sus manos caminan los escarabajos. Cuando se pudre la cosecha es necesario quemar la tierra, pero los campesinos no lo hacen, crecen las plagas. Los gusanos no respetan la marca del tequila ni los apellidos rimbombantes.
Para la doctora Ana Valenzuela, experta en denominaciones de origen y creadora del I Seminario Internacional del Tequila, lo que ocurre con los agaveros no sólo tiene que ver con la oferta y la demanda sino con el sistema neoliberal. Enfatizó que el boom tequilero surge de la pobreza rural de la que los intermediarios con mayor poder político reciben la mejor ganancia.
Esta investigadora explicó que “la denominación de origen ‘tequila’ no es un patrón similar a las denominaciones de origen de Europa, donde las políticas están centradas en arraigar a las poblaciones rurales, proteger patrimonio cultural y crear nuevos nichos de mercado. Los herederos del conocimiento tradicional están fuera de esa producción, el pequeño productor no tiene ninguna oportunidad de quedarse en el campo”.
El presidente de la Cámara Nacional de la Industria Tequilera y el director del Consejo Regulador del Tequila coinciden que para evitar esta sobreoferta y que los campesinos tengan asegurado comprador para su agave es necesaria la “agricultura por contrato”. El delegado de Sagarpa en Jalisco, José Trinidad Muñoz Pérez, informó que 46 millones de pesos fueron destinados en el 2006 para apoyar a los agaveros y que existe el programa “peso a peso”, en el que a los agricultores se les paga a dos pesos el kilo de agave.
Para Santos, que otros campesinos acepten 30 o 40 centavos el kilo no significa que todos lo hagan, él no quiere eso y prefiere que el agave se pudra.“No hay oferta ni demanda, es que hay unos que tienen más saliva y comen más pinoles”.
Hay tanto agave que se queda en el suelo. Los campesinos esperan que se pudra para sembrar algo diferente.
Martín no volverá a sembrar agave, abandonará la tradición. No quiere repetir su trago amargo, prefiere ahorrarse la resaca. Sembrará maíz para alimentar a sus animales y así no engordar otros bolsillos. No vendió su agave a 30 centavos el kilo, mejor que se lo trague la tierra.

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