Evoluciona la comunicación, la tecnología, los pensamientos. Las parejas se casan a mayor edad, las metas cada vez son más grandes y tienen menos hijos. Los hijos pueden demandar a sus padres si son maltratados. Se da mucha importancia a los movimientos sociales, a la cultura, las mujeres trabajan, etcétera.
La sociedad se concientiza con el fin de mejorar la calidad de vida: ¿para qué? Precisamente para eso: para vivir. Entonces, ¿por qué invertir nuestras vidas trabajando? Obviamente el trabajo es necesario: ¡tenemos que comer!, además de satisfacernos con bienes materiales.
México, a pesar de su crecimiento, sigue fomentando una cultura de jornadas largas por un sueldo mínimo y ¿de quién es culpa? De nosotros, que lo permitimos.
Para una persona que verdaderamente necesita por sobre todas las cosas un trabajo, puede sonar lógico firmar un contrato por el que se va a ser “explotado” por dos pesos y medio, ya que “no hay de otra”; rechazar la oportunidad por defender esta idea, suena imposible.
Nosotros, que apenas comenzamos nuestras vidas laborales, estamos a tiempo, porque aunque parezca cliché, es verdad, sí somos el futuro de México.
Desarróllate y aprende, valora el trabajo y esfuerzo de los demás, para que si ya eres jefe o cuando lo seas, lo hagas con justicia y respetes los tiempos de los que trabajan para tu beneficio.
Piensa: si tú generas en tu gente un ambiente cómodo, donde la hagas sentir necesaria, aplaudiendo sus éxitos, todo lo demás vendrá por añadidura.
Ganar-ganar no tiene que ser una utopía. Si tú eres empleado, hazte valer como persona, trabaja y trabaja bien; las actividades que desarrollas en tus tiempos libres, servirán para tu familia, amigos, pareja.
“Trabaja para vivir, no vivas para trabajar” y de esta forma evoluciona también.
