Talento al estilo Jalisco

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No son futbolistas ni clavadistas, ni pilotos de fórmula 1 o miss universo. A veces, los gobiernos y los medios se acuerdan de ellos, en la mayoría de los casos no. Pero de igual manera representan a Jalisco y a México en el exterior, en competencias nacionales e internacionales. Y ganan.

Son talentos jaliscienses que destacan en algo que por lo regular no da fama y, sobre todo aquí, tampoco dinero. Desde 1996 nuestro estado ha proporcionado a las selecciones olímpicas en materia de ciencias exactas, muchos jóvenes y muchas medallas. El último ejemplo, Edith Alicia Leal Sánchez, estudiante de la Preparatoria 5 de la Universidad de Guadalajara, la primera mujer mexicana en ganar el oro en la Olimpiada Iberoamericana de Química, sacando el primer lugar absoluto. Ella recibió un tweet de felicitaciones por parte del presidente Enrique Peña Nieto y salió en el noticiero de López Doriga.

Pero en esa materia, antes que ella hubo otros éxitos, y también muchos fracasos. Algunos lograron volverse lo que desde chiquitos añoraban: científicos; otros a duras penas pudieron sacar su licenciatura. Es que la historia de los jóvenes olímpicos, es un reflejo de la falta de interés que existe en México para invertir en investigación. Una historia de entrega, de voluntades individuales y de desperdicios.

Químicos de lado a lado

“Cuando el primer mexicano ganó una medalla en la Iberoamericana de Química salió en TV Azteca”, explica Roberto Flores Moreno. “Yo lo vi en mi pueblo, de mil casas, y como ya había concursado pero no había quedado en la selección nacional, dije: el año que viene voy a estar allí; y al año siguiente, cuando gané, a la televisión ya no le importaba”.

Él y Mario Ulises Delgado, fueron los primeros jaliscienses en participar en la selección nacional mexicana en competencias internacionales de química: ambos ganaron medalla de plata en la segunda edición de la Olimpiada Iberoamericana (OIQ) en 1996.

Al empezar, los dos ni tenían idea de que existiera una competencia internacional. Pero cuando supo que ésta sería en Rusia, para Mario Ulises, entonces estudiante de la Preparatoria 5, se convirtió en un objetivo fijo: “La meta para mí era esa, ir a Moscú, pese a la incredulidad inicial de mis compañeros. Comencé temprano a prepararme, con la asistencia del maestro Felipe Gudiño y de otro gran profesor, el ingeniero químico Martín Hernández Carillo, y luego, ya en la estatal, con Gabriel Palacios. Un amigo, Daniel Pérez y yo nos juntábamos a estudiar algunas horas después de la escuela, todos los días, a resolver problemas del Raymond Chang, un libro enorme en toda la extensión de la palabra; y los sábados el maestro Felipe o el ingeniero Martín nos ayudaban a complementar la preparación”.

La situación de Roberto fue diferente. “A mí me tocó sin entrenamiento extra a lo que yo estudié por mi cuenta”. Él es originario del municipio de Quitupan, donde estudió en una preparatoria incorporada. Le gustó la química desde que la conoció en la secundaria. Ahora es investigador nivel 2 del SNI, y es profesor en el CUCEI. Allí realiza investigación teórica para intentar resolver las ecuaciones de mecánica cuántica para sacar información útil en química. Pero el camino fue largo y duro. “Fue un tiempo muy difícil y creo que fue por falta de seguimiento”.

Entró a la licenciatura en química de la UdeG, pero por no contar con recursos tuvo que hacer un semestre en la Escuela Militar de Ingenieros. “Como dato curioso: yo fui el segundo mejor examen de admisión del ejército, y el primero también había sido olímpico”. Se regresó a la UdeG, con una enseñanza: “Sí puedo hacerlo mejor”. Finalmente, estudió el doctorado en el Politécnico Nacional: “Soy químico de lado a lado”, dice.

Una historia de voluntades

Roberto y Mario fueron los precursores, y se quedaron para preparar a otros chicos. Lo que los impulsó fueron las ganas y el amor por la química, las mismas que caracterizan a toda la estructura olímpica, conformada por estudiantes, maestros e investigadores que están allí por pasión. “Puros entusiastas”, precisa Roberto.

Después de ellos Jalisco empezó a destacar a nivel nacional e internacional (ver tabla abajo). “El apoyo del director de la Preparatoria 5, Eduardo Ángel Madrigal de León, fue también fundamental”, dice Mario Ulises, que ahora es investigador postdoctoral en el instituto Max Planck para la conversión de energía química, en Alemania.

“Después de mi participación en Rusia, él me preguntó si me interesaría formar una escuela de campeones de química. Me gustó mucho su visión y eso fue exactamente lo que hicimos. En paralelo con mis estudios comencé con ese proyecto que tuvo un impacto muy importante en los años que le siguieron”.   

En 2000 México registró la mejor participación en una olimpiada internacional, en Copenhague, cuando por primera vez los cuatro seleccionados lograron todos una medalla. Dos de ellos eran jaliscienses, Eliu Ortiz Cadena y Sandra Rivera Lima, la primera mujer mexicana en ganar una medalla en ese tipo de competencias.

“Fue un año importante, porque entre los 15 preseleccionados para la internacional, seis éramos de Jalisco”, dice Eliu, quien luego siguió su camino en las matemáticas. “Además de nosotros, Mario Alberto Ascencio Pineda e Iván Cervantes fueron a la iberoamericana, donde ganaron plata y bronce”.

Luego, siguieron más medallas y más talentos, hasta 2007, con Sergio Fonseca, al que siguió un periodo muerto, hasta Edith, quien concursó este año en la olimpiada internacional de Moscú y ganó el oro en la iberoamericana de La Paz, Bolivia.

“Fue mucho trabajo por mi cuenta”, explica Edith, “siento que después de Sergio, Jalisco había perdido un poco su participación internacional, y por eso mismo no había muchos entrenadores”.

Su mérito es el de ser muy joven, participó cursando todavía el tercer semestre sin haber llevado materias de Química orgánica, y aun así le ganó a jóvenes que van en un grado más avanzado que ella.

“Desde la secundaria me gustó la química”, dice, y la química, también, es lo que visualiza para su futuro: licenciatura, doctorado e investigación, lamentablemente, no en México”.

Abandono de la ciencia

“Yo pienso que hace falta mucha inversión para la investigación en México, y yo sí tengo pensado irme del país”, dice Edith. “La carrera la quiero estudiar aquí, en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero la maestría en Europa”.

México es el séptimo país de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) por fuga de cerebros: 867 mil de los 11 millones de migrantes que tiene el país, cuentan con estudios profesionales y de posgrado. Además, actualmente el gasto para ciencia y tecnología en México es del 0.43 por ciento del PIB (lo que lo ubica en el último lugar en este rubro entre los países de la OCDE), aun si Peña Nieto anunció que para 2014 se espera elevarlo al 1 por ciento.

“El problema con la ciencia en México es que la cultura de la investigación y el desarrollo por parte de la iniciativa privada es inexistente”, comenta Mario Ulises. “Es cierto que el porcentaje del PIB destinado a la ciencia debería ser más alto, pero si no hay un vínculo con la iniciativa privada, de muy poco sirve para alcanzar un impacto significativo”.

Agrega que ya no hay producción de patentes: “Hoy en día todo se importa y hay pocos incentivos para promover el desarrollo de tecnología hecha en México. Los empresarios actuales mexicanos no tienen esa visión y las empresas extranjeras no vienen a México a eso”.

“Hoy en día, que tanto se habla de invertir en ciencia para hacer progresar a un país, yo pienso que esto es un desperdicio”, dice Roberto. Algunos olímpicos se quedaron a estudiar aquí, pero muchos se salieron del país para buscar mejores oportunidades. “Se necesita ‘estar enfermo’ por tu país para quedarte, cuando te hablan de Estados Unidos y te ofrecen cinco veces lo que ganas aquí”.

Agrega: “Afortunadamente la UdeG y el SEMS siempre han apoyado. Por otra parte, a nivel de gobierno hubo intentos aislados, pero nunca hubo una estructura definida. Son iniciativas del momento, pero de fondo no hay un programa de soporte”.

En el caso de los jóvenes olímpicos, es una inversión a largo plazo, a 10 años, pero es una inversión segura. Sin embargo, no se le apuesta, dice Eliu, porque “todos los gobernantes piensan en seis o tres años, y en su periodo ya quieren ver resultados”.

Coinciden en que el problema de la ciencia que existe en México, no es de investigadores, sino de estructura. “Si no se apoya de verdad a la investigación, vamos a seguir creyendo que aquí no se puede, que no se hace nada cuando a pesar de todo se está haciendo, que no podemos competir cuando tenemos mejores investigadores que otros países”, dice Roberto.

Y añade: “Alguna vez María Antonia Dosal (del Comité Olímpico Nacional) me dijo: ‘si lográramos que cada año cien de los que van a la olimpiada nacional siguieran el camino de la investigación, en una década cambiaríamos al país’”.

Mucha teoría, poca práctica

Los olímpicos en Jalisco son una grande familia, un “club”: todos se conocen y saben qué están haciendo los demás. “No es sólo el hecho de concursar y ganar premios, conoces gente que después de varios años está trabajando en química o en ciencias exactas, con que compartes un proyecto de vida”, dice Roberto.

Al respecto, Mario Ulises comenta que “tuve la oportunidad de trabajar con gente muy brillante en ese tiempo. Algo interesante que observamos en septiembre de 2001 es que de los 540 estudiantes de nuevo ingreso, arriba de 120 se inscribieron al taller de la olimpiada y de ahí 38 continuaron durante 8 meses en el mismo hasta antes de seleccionar a 10 para la olimpiada regional”.

La olimpiada es algo, afirman todos, que muestra que si le echas ganas puedes alcanzar cualquier nivel. Pero coinciden también en algo más: “La mayoría de nosotros se hicieron investigadores teóricos”, dice Eliu. En el examen internacional, que se compone de una parte teórica y una experimental, la mayoría de los mexicanos caen en la segunda.

“Por lo teórico, yo tenía los puntos para ganar un bronce en la internacional, pero lo que me falló fue lo experimental”, dice Edith, pero es la misma historia para todos…

¿Por qué? La respuesta es un reflejo de la situación de la ciencia en México: “Yo me encontré con aparatos en la olimpiada internacional, que era la primera vez que los tocaba”, dice Eliu, y Edith remarca: “A nosotros nos pusieron a usar unos viscosímetros que ni siquiera la UNAM tiene”.

 

Amor por la Química

Gabriel Palacios es investigador del Departamento de Química del CUCEI y es el delegado para Jalisco de la olimpiada de química desde que se fundó la estatal, en 1990. “Es bonito ver cómo cambian la mentalidad, la vida y la personalidad de los chicos, es un granito de arena que vamos poniendo”, es la motivación que lo hizo seguir durante más de 20 años en el cargo, que no es retribuido y muchas veces, ni apoyado. “Esto es amor por la camiseta y por la química”, dice.

“Siempre tuvimos apoyo de la universidad, pero por el resto ha sido muy inconstante. Del gobierno del estado nunca recibimos nada. En la estatal nos apoyan los presidentes municipales de los lugares donde se organiza, y algunos empresarios”.

La primera olimpiada estatal se celebró en 1990 con la participación de 90 preparatorianos. Actualmente hay preselección en las 14 regiones, y al final participan alrededor de 150 personas. De ellos seis pasan a la nacional, los que reciben entrenamiento por parte de ex olímpicos, maestros e investigadores del CUCEI.

“Los temas son de un nivel más alto de los que se ven en la escuela, por lo que se requiere de un esfuerzo extra por parte del estudiante, y a medida que avanzan de nivel, todavía más: el examen para internacional, dudo que un alumno egresado de una carrera de química pueda contestarlo muy bien”.

Jalisco es todavía uno de los estados a vencer a nivel nacional, junto con Veracruz y Michoacán, pero, dice Palacios, “hubo un momento en que fuimos el estado con más premios nacionales e internacionales. Estos últimos se detuvieron un rato, y con Edith esperamos repuntar”.

Sin embargo, “de repente creo que hay un descuido, no hay el convencimiento de que esos chicos se queden por acá, haría falta retenerlos e invertir en ellos”. Agrega: “Ha sido muy sonado el caso de Edith, recibió muchas felicitaciones, pero no vemos que le hayan ofrecido algo más concreto”.

Concluye que ganar las olimpiadas es una motivación para los alumnos y para los docentes: “Esto jala a los compañeros, en un grupo tener un olímpico es garantía de que le va a ir bien. Pero también a los maestros. Un ejemplo: hubo una generación de la maestría en química aquí del CUCEI, donde la mayoría, cerca de 30, eran maestros de prepas involucrados en la olimpiada, que vieron que necesitaban prepararse más porque los alumnos querían saber más”.

Mérito a jóvenes
“Lo que hemos visto en Jalisco es que cuando algunos estudiantes se interesan apoyan a los demás. Esto es fundamental para crear una buena selección, que los alumnos colaboren entre ellos”, dice María Antonia Dosal Gómez, integrante del Comité Olímpico Nacional de Química desde la primera participación internacional del país, en 1992.

“En algunos estados se ha logrado crear una buena estructura, pero no es cuestión de la escuela, del nivel del país, es simplemente la demostración de que en México hay talentos en todos lados”, agrega.

“Se necesita un maestro que les indique de que esto existe, que les quite esa idea de que la química es aburrida, difícil y que no sirve para nada, pero luego ellos solitos se van impulsando y apoyando unos con otros, de hecho creo que esto es el mérito. Es una cuestión individual, que le guste, que le apasione la química, que es el caso de Edith”.

El resultado de este año en la Iberoamericana, tres oros y una plata, es el mejor de México y sólo se había conseguido una vez en España hace 10 años.

“Tenemos el apoyo de la Academia Mexicana de Ciencia, y somos investigadores de la UNAM, y lo hacemos como trabajo extra curricular, pero no se crea que es algo que todo mundo quiera hacer, es algo que da satisfacciones personales pero no económicas”.

El entusiasmo de los chicos es lo que la hizo seguir durante todos estos años. Dice que en México hay posibilidades para hacer investigación, que es cuestión de “picar piedras”: “Sí hay apoyo, no es el del futbolista que lo recibe el presidente o que le regalan un coche, pero algo hay”.

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