Suelo ajeno

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1.

LA FRONTERA ES UN RíO QUE ENSANCHA SU CAUCE
más acá de donde crecen los ladridos
donde hormiguean los cruces muro adentro,
dos mil diarios
donde debieran yacer las cruces de los que mueren
en el camino hacia colmenas de neón,
hacia guerras ajenas.
Perros drogadictos husmean equipajes en la garita.
“WELCOME, AMIGO”
aparece la consigna de este lado del río
el río Bravo que hace mucho se volvió manso.
El agua arrastra a veces un cuerpo
y el embaucador su embarque de carne humana.
Un vagón hermético se abandona en la planicie desollada
encallan indocumentados sin luz ni aire
a la orilla de un río oscuro que llega hasta los sembradíos.
Los ataúdes vienen cerrados
“BIENVENIDOS, PAISANOS”
sólo algunos vuelven de la noche,
otros empacan tomates rojos
en el tren que regresará para abastecer nuestros mercados
en sudor ajeno no es buena simiente
pesa la efe mayúscula de nuestra Frontera norte
pesa el muro de rostros sin nombre.
Fronterizo es quien llega al límite de la esquizofrenia
dicen los psicoanalistas.
Siempre se ha regateado el precio de amor adolescente
de la mano de obra barata.
Ahora se inicia el tráfico de órganos:
un riñón niño vale más
que dos brazos adultos.
Tantos dólares en crecer un muro
si el suelo ajeno empieza más acá
donde palabras de sabores extraños convierten las nuestras
en lengua muerta
la maquila echa su red sobre la ciudad
y al recogerla sólo deja caer algunas monedas
el ruido de las máquinas astilla la voz
la mujer se engrana a un riel sin fin
y peguntamos dónde, realmente dónde
comienza nuestro suelo.

2.

LA FRONTERA ES UN RíO DE HIERBA QUE ENSANCHA SU CAUCE
la efe minúscula se pierde en la selva
nosotros la talamos para que nadie venga del sur sin pasaporte.
Ahí no crecen muros sino lianas
muros-lianas nos han separado de Chiapas “río de las semillas aceitosas”.
¿Quién conoce, en verdad, ese río?
¿Cuál dios lo convirtió en delta,
delta de lenguas como venas de savia por la tierra?
¿Qué zumba entre las ramas del flamboyán viejo?
En esa Babel
el ladino no entiende a los chamulas,
los lacandones a los tzeltales
nadie ha entendido.
La madera es sorda
es terca la madera
no toda sombra es madre algunas ahogan
no quieren liberar ese enjambre de hojas.
Entre las ramas de tabaco se escucha tzotzil
y el viento es un maaash que baila y toca entre las cañas
lleva las voces de un caserío a otro
el dolor es un puente colgante
desyerbar doce brazadas por un pozol batido
un garrafón de trago.
El alcohol marca más que el látigo
en la tierra que la usura cuela por colmillos de jabalí
en la selva que se acaba
cedro y caoba se ofrendan a la milpa que camina.
La frontera con efe minúscula está más acá de la alta selva lluviosa
donde los milenios no pasan.
No hay un tlahcuilo que dibuje códices
pero habría poco qué cambiar
sólo la figura del antiguo señor que ahora usurpa el cacique
poco que cambiar de cuando los indígenas arrojados del paraíso
fueron condenados a recorrer los senderos con su fardo a cuestas.

Cuando el hambre grita como saraguato
y la respiración se arrastra
se extiende la noche como zafra negra.
El fuego se levanta en la ceiba
el viento ya no baila ni toca entre las cañas.
¿De dónde viene el viento que sopla las brasas?
Un río emplumado penetra en la selva
Un río de lumbre ensancha su cauce.

Teresa Riggen
Selección: Filemón Hernández

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