Sola entre los dioses

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La historia se construye día a día a partir de pequeños y grandes eventos. Detrás de estos acontecimientos que cambian el curso de la vida de pueblos, comunidades, naciones o del mundo entero, se encuentran personas concretas, emprendedoras, que desafían el orden establecido, que tienen el valor y la clarividencia para imaginar que las cosas pueden mejorar, ser diferentes. María Trinidad Reza Mijaris es una de ellas.
“Trini”, como todos la conocen en la sierra, es la primera mujer en la historia milenaria del pueblo wixárika en obtener un cargo directivo al interior de una comunidad. Desde enero de este año cubre en Tateikie San Andrés Cohamiata el puesto de presidente del Consejo de Vigilancia, órgano agrario que, junto con el Comisariado de Bienes Comunales, vela por la integridad del territorio comunal y funge como puente entre la comunidad y las instancias gubernamentales en materia agraria.
Hábil artesana, mujer valiente y luchadora, como dicen de ella las personas que la conocen, nació hace 52 años en Cabeza del Venado, un rancho a siete kilómetros de San Andrés. “Era la más chica de tres hermanas”, afirma. “Yo aprendí español a los 11 años, en la misión Santa Clara. Luego los mismos franciscanos me ayudaron a cursar para enfermera rural. Me recibí y luego me casé muy chica, a los 16 años”.
La figura de Trini es imponente, pero al mismo tiempo inspira tranquilidad y respeto. En ella se mezclan las cualidades de la mujer emancipada y las de la indígena tradicional. “Nunca ha dejado de hacer las cosas que le corresponden a una mujer en la comunidad, como ocuparse de los hijos, de la casa y de los trabajos comunales”, explica su sobrina, Sofía García Mijaris. “Pero al mismo tiempo siempre ha sido una luchadora, que ha tenido el valor de enfrentarse a los hombres, de atreverse a decir y hacer las cosas”.
Seguramente Trini no conoce la historia de las suffragettes y tampoco ha leído a Simone de Beauvoir, pero su fuerza de espíritu y su innata conciencia de género la impulsaron desde joven a participar en las actividades de su comunidad y a luchar a favor de las mujeres. “A los 17 años ocupé el cargo de tupil –policía huichol–, luego un cargo en un centro ceremonial, y finalmente, antes de este puesto, fui suplente del gobernador”.
En ese proceso, sostiene, tuvo un papel importante su difunto marido. “Me dio la oportunidad de participar, de desarrollarme como mujer, en mi comunidad. Ahorita soy lo que soy gracias a él”. Con su esposo vivió ocho años en Ahuacatlán, poblado de Nayarit, de donde era originario. “Cuando estábamos allá, yo veía que las mujeres pugnaban por un pedazo de tierra, por tener un lote, y siempre me invitaban a mí para pelear en contra de los caciques y hacer valer sus peticiones”.
Esta experiencia, junto con sus frecuentes visitas a Guadalajara para vender su artesanía, consolidó en Trini la conciencia de que podía hacer algo en beneficio de su gente.
“Me di cuenta que las mujeres también tienen oportunidad de trabajar en conjunto con otras mujeres, no como en la comunidad, donde las ocupan nada más para las fiestas, para que hagan tegí¼ino, tortillas, comida, y para tener familia”.
En San Andrés comenzó a asistir a las reuniones de los hombres, participando y opinando. “Al inicio no me tomaban en cuenta, pero poco a poco me he ganado su respeto. Ahora como que ya ven que una mujer puede hacer algo para su comunidad y esto le dio la confianza para elegirme en el Consejo de Vigilancia”.
Es consciente de que no cuenta con una aceptación generalizada. Su elección dependió mucho del voto de las mujeres que en ella depositan sus esperanzas. En cambio, todavía hay muchos hombres que la hostigan. “Hay gente que cree en mí. También hombres que sí me valoran, pero hay otros que me ponen trabas, que dicen que ‘por qué una mujer puede tener este puesto’, y que todavía no me aceptan”.
Su objetivo es trabajar para su comunidad, pero en particular para las mujeres. “Ahora ya somos un grupo de artesanas que hacen labores productivas. Nos estamos organizando; las mujeres poco a poco se están abriendo, porque se trabaja en lo social, la limpieza, la salud, la alimentación. Lo que falta allá son fuentes de trabajo. Con este puesto voy a ayudar a las mujeres de la sierra”.
Sabe también que tiene una grande responsabilidad para con las jóvenes indígenas. “Para mí significa mucho, porque soy la primera mujer a tener un cargo. Hay muchas muchachas que están estudiando en Guadalajara y en otras ciudades. Espero, con lo bueno que yo haga, pueda ser una enseñanza para las jóvenes y que algún día también ellas puedan apoyar y tener un puesto en sus comunidades”.
A esas jóvenes dirige un mensaje: “Que no se casen chicas. Que se salgan de las comunidades y que vuelvan con la misma identidad. Yo creo que es un don que nos da lo que somos: somos huicholas. Que los jóvenes que estudian afuera se recuerden que son indígenas y que tiene que ayudar a otros indígenas”.

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