Significación y trascendencia de la Universidad a 225 años de su creación

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Este día, sin duda, será memorable para la educación y la cultura de Jalisco. Dos hechos relevantes lo significan: la comunidad universitaria, responsable y unida, ha saldado una deuda moral e histórica con nuestro prócer fundador de la universidad en el siglo XVIII, Fray Antonio Alcalde y Barriga, al incorporar en este paraninfo su presencia, representada por un magnífico óleo, y además, en excepcional coloquio, evocar su ilustre trayectoria, y al rendir justo homenaje a quienes con vocación y pasión han cumplido, esencial y plenamente, con la obra de la educación universitaria.

Doscientos veinticinco años: nacimiento, estructura, lucha, entrega, actualización, drama, desarrollo y consolidación. Significación y trascendencia, para todos los que creemos en la fuerza de la universidad: comunidad constante y dinámica de profesores, investigadores, estudiantes y trabajadores, integrados en una organización concebida y realizada de acuerdo con los altos fines de la ciencia, la investigación y la cultura; comunidad de debate ideológico, de crítica y propuesta social, para servir a la humanidad y a la patria, en su permanente lucha por la construcción de una sociedad mejor.

Con estas características fundamentales se perfila la universidad, desde su génesis portentoso en la academia de Platón y el liceo aristotélico, hasta alcanzar su definición clásica en la Edad Media. Así nacen las primeras universidades de las que tiene registro la humanidad.

¿Qué pasa con la universidad y la educación superior en México?

A partir de la mitad del siglo XVI y por más de 200 años, sólo existió la Real y Pontificia Universidad de México. Es así que llega el siglo XVIII y, después de grandes dificultades, la generosidad y entrega del ilustre “Fraile de la calavera” logró en el año de 1792, la fundación de nuestra Real Universidad de Guadalajara.

Debemos decir, también, que otro rasgo propio de la educación superior en el México de ese tiempo, es haber sido conducida por las órdenes religiosas.

A mediados del siglo XIX, la principal característica de las universidades mexicanas fue la de ser liberales y de carácter laico. De esta manera todas las corrientes del pensamiento humano, todas las ciencias, las humanidades y las artes tienen asiento en nuestras casas de estudio. Era éste ya un progreso en la educación nacional.

¿Qué es realmente la universidad en su acepción moderna y en un país como el nuestro?

La universidad, como los centros de enseñanza en su conjunto, se mueven en el ámbito de la superestructura social. Son escenario de los acontecimientos desarrollados en el seno de toda sociedad. Son, por tanto, fruto y expresión de una organización social determinada y, en última instancia, cumplen las funciones de las necesidades culturales, técnicas y científicas que ella le reclame. Recoge acumulativamente los frutos de su evolución, que se confunde con la propia biografía del hombre.

Para estudiar a nuestra universidad debemos comenzar por el examen de su naturaleza superestructural y así, en ese sentido, considerarla como una institución del Estado y en su función creadora de ideología, formadora de humanistas, científicos y técnicos, así como transmisora de nuestra herencia cultural.

Hay que precisar lo que el interés social exige a las universidades: deben ser fundamentalmente el cerebro, la guía, el termómetro y la conciencia crítica de la sociedad; deben impartir conocimientos fundados en el criterio científico, transmitirlos y promoverlos con absoluta probidad intelectual; como institución humanista, ha de preservar, transmitir y defender los más caros valores que la humanidad se ha dado, así como contribuir a la creación de los nuevos, que las generaciones por venir requieran para su cabal desarrollo. Asumir la obligación de formar ciudadanos íntegros, que contribuyan e impulsen el renacimiento espiritual y ético de la nueva sociedad, institución incluyente y tolerante, así como respetuosa y promotora de todo aquello que garantice la urgente sustentabilidad humana. Evitar que la vean sólo como fábrica de profesionales, que atiende acríticamente a las fuerzas libres del mercado, insensibles y ambiciosas, que en su lógica del consumo en nada han contribuido a resolver los graves problemas de pobreza y desequilibrio que existen en la humanidad.

Sólo así los universitarios, junto con la sociedad, impedirán la división que aniquile la idea generosa, que marque el rumbo de la superación social. Es por ello que nuestra gran Casa de Estudio nace y coadyuva, desde su origen, a la solución de los grandes problemas sociales.

Su grandeza se finca hoy en que sus estudiantes continúan nutriéndose en las esencias intelectuales que les ofrece, poseen una sólida concepción de su responsabilidad social y coadyuvan a su mejoramiento integral.

Sus maestros, quienes luminosamente permanecen actualizados en los avances de la metodología educativa, de la ciencia, asumen las bondades imprescindibles de las nuevas tecnologías de la información, la comunicación y el aprendizaje. Ellos han sabido fomentar la curiosidad que conduce al descubrimiento y a la creatividad, y asumen la personalización del concepto de educación, convencidos de las actuales condiciones dinámicas que exige la vida y la situación histórica de la patria. También evitan tratar los problemas humanos como simples ecuaciones matemáticas. En síntesis, han sabido forjar a un hombre, a un patriota, a un científico, a un humanista, en suma, al ciudadano que nuestro tiempo reclama.

Por todo esto, hoy, 3 de noviembre, la Universidad de Guadalajara les rinde este merecido acto de reconocimiento a sus altos valores humanistas, espirituales y universitarios.

A ustedes, entrañables maestros nuestros, infinita gratitud.

Sin duda el logro más claro en las últimas dos décadas de la vida de nuestra universidad es haber establecido el basamento fundamental, no sólo desde el punto de vista material, sino emocional, espiritual, administrativo y académico de una nueva concepción del alma mater: la Red Universitaria, que con firmeza enfrenta los retos del expectante siglo XXI. Por todo esto y más, podemos hablar hoy de una universidad de vanguardia, con visión de futuro y estructuralmente sólida.

Este homenaje, sin duda, aspira los aires de la grandeza, para elevar algo que guarda en la entraña más recóndita de la condición humana.

Continuemos luchando para merecer esa hermosa libertad para pensar y trabajar, que ha dado solidez a nuestra Casa de Estudio, prez y honra de Jalisco; preservemos su sentido de comunidad y pertenencia; propiciemos su mejora continua: en síntesis, continuemos su marcha de grandeza.

Deseo concluir mi intervención con un proverbio oriental que dice: “Un hombre es bueno si contribuye a ser mejores a otros”.

Seamos de estos hombres, que esta gloriosa y generosa universidad ya nos dio los instrumentos del esfuerzo que crea, del talento que investiga y de la pasión que debe orientar los rumbos más altos de la patria.

Gloria a nuestros maestros, esencia de este homenaje, a sus talentos de excepción y, con ellos, nutran y motiven las conciencias limpias de nuestra juventud, con la pureza y dignidad que a ustedes les es propia.

Gloria a nuestras munificentes autoridades, para que con fortaleza, sabiduría, talento, esmero, tolerancia y prudencia, sigan contribuyendo a la buena conducción de nuestra magnifica institución.

Gloria eterna para nuestra Benemérita y Bicentenaria Universidad de Guadalajara.

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