Siete notas sobre Trilce

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    1. Este mismo año se cumple el ciento veinte aniversario del nacimiento de César Vallejo, y los primeros noventa de la aparición de su obra cumbre Trilce (1922). Vínculo entre dos razas, la presencia del poeta es un acontecimiento singular para la poesía indoamericana. Entre las principales voces poéticas del siglo XX se hallan las de José Lezama Lima, Octavio Paz, Vicente Huidobro, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Oliverio Girondo y César Vallejo, de acuerdo a la lista de Saúl Yurkievich, en su libro Fundadores de la nueva poesía latinoamericana.
    2. De los poetas de tonos naturales del castellano de esta parte del mundo –nombrados por Yurkievich–, Vallejo es quizá el único que guarda una voz de raíz nativa. Su vernáculo origen vuelve su poesía, a la vez extraña y atrayente. Pese a ser un verdadero puente entre la lengua quechua y el castellano de Perú, los textos anidados en Trilce resultan un vehículo entre el pasado y el futuro de nuestra lengua —colocarlos en presente resulta un inquietante temblor.
    3. César Vallejo nació en la aldea andina de Santiago de Chuco, a una altitud de tres mil ciento veinte metros sobre el nivel del mar; pero su formación se dio en otro espacio: en la costa de Trujillo, donde vivió y sufrió una injustificada y dolorosa cárcel (Oh las cuatro paredes de la celda. /Ah las cuatro paredes albicantes /que sin remedio dan al mismo número…); de su experiencia en el presidio florecerían, entre 1919 y 1922, los manuscritos de Trilce, escritos (casi en su conjunto) durante su estancia en Lima.
    4. La primera edición de Trilce llevó un prólogo de Antenor Orrego; y la segunda de José Bergamín, donde se alude a la indiferencia y hostilidad con que fue acogido el libro por el público, borrada en las siguientes generaciones, las cuales descubrieron su valor, radicado, a decir de Bergamín, en una de las “cualidades esenciales de la poesía de César Vallejo: su arraigo idiomático castellano” (revista Litoral, 1978). Trilce parece surgido –dice Yurkievich– “de una generación espontánea”, “seduce, sorprende”, “su hermetismo hace alianza con un enorme encantamiento verbal”. “La incomprensión conceptual de sus poemas –advierte Yurkievich– se ve compensada por una expresividad múltiple, compleja, inagotable”.
    5. A la vez que invocativos, los poemas contenidos en Trilce son evocativos; leerlos es ir hacia y obliga a vivirlos de manera personal. Nos duelen y a la vez nos sorprenden, y en algunos casos nos provocan pavor (léase el poema III: Aguedita, Nativa, Miguel? /Llamo, busco al tanteo en la oscuridad. /No me vayan a haber dejado solo, /y el único recluso sea yo. O el LXI: Todos están durmiendo para siempre, /y tan de lo más bien, que por fin/ mi caballo acaba fatigado por cabecear /a su vez, y entre sueños, a cada venia, dice /que está bien, que todo está muy bien…, y se comprobará), es como leer a Edgar Allan Poe a la luz de las velas.
    6. Comenzar a leer poesía con Trilce (http://www.literatura.us/vallejo/trilce.html), resulta en todo caso un impacto al que no estamos acostumbrados, pues una incursión a sus textos nos provoca una turbación tremenda, ya que no son únicamente logros verbales, sino entes completamente vivos. Abismarse a ellos es vivir la propia existencia de Vallejo, quien “se detiene ante el dolor y se pierde para siempre observándolo, meditándolo y sobre todo logrando algo extraño a nuestra sensibilidad: encarnándolo y anulándose con él para lograr un vacío” —afirma en su ensayo Alfredo Juan Álvarez, colocado en la edición de la Poesía completa de César Vallejo, preparada para la editorial Juan Pablos.
    7. Muy joven leí la poesía de Vallejo y sufrí el conflicto de no saber si había comprendido lo que el poeta “había querido trasmitir”. Lo abandoné. Descubrí, después, que no era mi falta de entendimiento, sino que hay una natural dificultad para recibir una poesía tan hermética e inusual. Había leído a Acuña, Gutiérrez Nájera, González Martínez, Díaz Mirón, Nervo, Plaza y a López Velarde… César Vallejo tal vez solamente tenga una correlación cercana con el último, en cuanto al paisaje de la provincia, pero en definitiva, contrario a López Velarde, Vallejo exige más que comprensión. Pide vivamos la poesía desde el cuerpo y el espíritu: demanda sentirla. Inconveniente: “Nos enseñaron a oír sin escuchar versos; nos enseñaron a recitar sin comprender; nos indicaron cómo hablar sentidamente sin sentir”, ha dicho Juan Alfredo Álvarez en su ensayo sobre la poesía vallejiana.

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