Segumos papando moscas

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    En menos de un mes se han publicado grandes saltos hacia la próxima revolución informática: la computación cuántica. ¿Por qué cuántica? Porque emplea la superposición de estados, propia del mundo subatómico regido por la física cuántica.
    Problemas técnicos enormes, que se preveía superar en 10 años, fueron resueltos en la Universidad de Yale y publicados por Nature en dos números sucesivos a fines de septiembre. Un semiconductor desarrollado por la Universidad de Buffalo atrapa, detecta y manipula el spin de un solo electrón, anunció hace dos semanas Physical Review Letters. El spin o giro dejémoslo en que es el momentum angular de partículas subatómicas. Un número característico, pues. Así tendremos supercomputadoras de muy bajo consumo de energía y rendimiento apenas imaginable (contacto: Ellen Goldbaum, goldbaum@buffalo.edu
    Nuevos materiales superconductores se produjeron también en septiembre y ya se prevé su empleo en las computadoras cuánticas. Los tiempos que transcurren entre un descubrimiento científico y su empleo industrial (con su avalancha de producción en masa, buenos empleos, mejoría en la calidad de vida) se han reducido diez veces en el último siglo. La primera noticia de la electricidad la tuvimos antes de Cristo, cuando los griegos la observaron al frotar el material que llamaban électron: el ámbar. Transcurrieron más de dos milenios y, hacia 1836, Faraday descubrió en Inglaterra que podía producir electricidad con un magneto.
    Transcurrió más de medio siglo antes de que unas pocas ciudades y las casas de algunos ricos tuvieran iluminación eléctrica, un siglo para que se generalizara su empleo en todo el mundo.
    Pero el premio Nobel de Física que acaba de otorgar la Academia Sueca al francés Albert Fert y al alemán Peter Grí¼nberg por su descubrimiento independiente de la mangneto-resistencia gigante se aplica hace años en los discos duros de nuestras computadoras. La magneto-resistencia es el cambio en la resistencia eléctrica de un material en la proximidad de un campo magnético. Se dice gigante, o GMR (por sus siglas en inglés), cuando es un efecto cuántico producido por la alineación de los spins de los electrones.
    En Jalisco decíamos que los alrededores de Guadalajara eran nuestro “silicon valley”. Pues bien: podemos seguir armando computadoras y perdiendo la competencia ante la mano de obra china, abundante, barata y sin problemas laborales, porque allá, en la China “comunista”, a los sindicalistas los fusilan. O nos ponemos a pensar en desarrollos tecnológicos de punta.
    El problema principal es humano: carecemos del material humano dispuesto a seguir carreras de alta especialidad y de enorme esfuerzo. Hemos hecho estudiantes que exigen “pase automático”, exámenes facilones o, mejor aún, ninguno. Los libros son caros y no se les puede pedir que lean uno al semestre porque es demasiado. Y si está en inglés, ni hablar.
    Los empleados universitarios se oponen a recibir de los alumnos cuotas voluntarias, como no sean cantidades puramente formales. “Es que dan mal ejemplo los riquillos que quieren donar 500 pesos”.
    Nuestras universidades públicas están atiborradas de inútiles en carreras donde se puede “echar rollo” en un examen: sociología, ciencias políticas, hasta psicología y economía. Gasto hecho basura, tiempo perdido, esperanzas frustradas. Carne de mitin mientras son jóvenes, rencor malsano cuando llegan a viejos.
    Pero la próxima revolución tecnológica e industrial tiene tres formidables columnas ahora en plena construcción: computación cuántica, superconducción y teleportación. Las tres tienen por cimiento la física desarrollada a partir de 1920 por Heisenberg, Schrí¶dinger y Bohr. Planck en 1900 y Einstein en 1905 abrieron el camino.
    No se puede sacar del morral una página sobre partículas enlazadas ni grillar con la “cuantización” de las órbitas en el átomo, demostrada por Bohr. Pero haga un examen sobre Acteal o el nunca probado fraude y nuestros alumnos de áreas sociales llenarán páginas y más páginas de fárrago, lugares comunes, ideas aprendidas de oído: basura. Y luego salen pidiendo “pase automático al empleo”, a la vida, al seguro, a la pronta jubilación y al entierro porque sus trabajos les desagradan y desean abandonarlos cuanto antes. Y que luego sus hijos y nietos los mantengan con pensiones de jubilación que nunca acumularon con ahorro.
    No imaginan siquiera la audaz aventura corrida por la física en el siglo XX o las agrias discusiones entre Einstein y Bohr sobre temas aún más apasionantes que las falsas y populares pseudociencias de la parapsicología et al. Nada saben de la emoción que produce cuando lo absurdo… ocurre. Y es hoy la base de la teleportación.
    Hemos arruinado una generación entera y estamos arruinando la siguiente con el vicio de la pereza mental y la autocompasión. Mi generación, con su oratoria tan fácilmente repetible, es la culpable.

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