Sara el aire de su belleza

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La figura de Sara Montiel, en otros tiempos iconográfica en el cine y el mundo de los espectáculos, quizás ahora que la muerte se la ha llevado a sus reinos, a pocos les sorprendió el suceso: tal vez porque la mayoría—sobre todo de las nuevas generaciones—, no sepan bien a bien quién fue, o quién era. En realidad solamente los de la vieja guardia han de haber llorado su reciente desaparición terrenal…
En otra época —y de haber existido el Facebook—, seguramente la red se hubiera llenado de sentidas lamentaciones. Sin embargo, fueron pocos los comentarios dispuestos en los perfiles, porque Sarita ya no era, en sus últimos tiempos, una diva de moda.
Seguramente León Felipe, el poeta español que la consideró una musa inspiradora y a quien le dedicó emocionados versos, le hubiera escrito una carta emotiva o un poema para despedirla; y Ernest Hemingway, a quien conoció en La Habana, en un impecable artículo estaría recordando el día en que se conocieron: narrando cómo le enseñó a fumar puros, pues Sara Montiel fue una amante del buen tabaco, una tabacómana empedernida; y Guillermo Cabrera Infante —seguramente—, a partir de una pequeña línea dedicada a ella en Cine o sardina, hubiera ampliado el tema y estaría escribiendo con su deliciosa prosa sobre “La violetera”, canción que llevó a la fama a la también cantante; y a James Dean los medios de comunicación ya le estarían entrevistando sobre el supuesto romance que tuvieron en el tiempo en que la Montiel estuvo en Hollywood filmando tal vez Don Quijote (1947), The Mad Queen (1948), Veracruz (1954), Serenade (1956), Circle of Death (1956), Run of the Arrow (1957) o cualquier otra realizada en Estados Unidos… Pero no, nada; nadie. O pocos, pues, recordaron a la cantante y actriz.
Ya decrépita fue como la conocimos casi todos. Algunos tuvimos que acudir a su historial en el cine para reconocer a plenitud ese aire de gran belleza que siempre conservó, pero que casi a todo lo largo de su vida la mantuvo entre las brillantes luces de las cámaras y los escenarios. Su carrera la inició en 1944, con la película Te quiero para mí, hasta llevarla a un fuerte ritmo de trabajo a lo largo de treinta años.
Los de buena memoria cinematográfica la deben recordar por su actuación al lado de las estrellas del cine mexicano, su aparición en los filmes de 1951 Ahí viene Martín Corona y Vuelve Martín Corona, que tuvieron como protagonista a Pedro Infante, y que la empujaron a quedarse para siempre en el corazón de todos. Desde entonces Sarita Montiel fue parte del firmamento fílmico nacional que la llevó a realizar numerosos trabajos en nuestra antes fuerte y ahora ya casi perdida industria de cine, y que la confirmarían española, mexicana y universal.
Unas imágenes en la red nos recuerdan su hermosura a la española. Se le mira telenda y maravillosa. Se le ve dulcísima, coqueta, sensual, inocente, pícara, joven y también ya una mujer madura y, luego, anciana. Pero siempre atractiva y vivaz. Su presencia logra hacernos una recopilación de los tiempos: sus cambios paulatinos fueron siempre —como debe ser— con las modas de cada una de las casi nueve décadas en las que transcurrió su larga vida. Lee, fuma, canta, sonríe o actúa. Posa para los reflectores o se concentra en ella misma. Se abre la blusa con mesura y nos permite admirar su espléndido cuerpo: ese mismo que a lo largo del tiempo sustrajo a nuestros abuelos, a nuestros padres y quizá —ya en la nostalgia de una nostalgia sin sentido— a todos los de mi generación.
Ahora mismo vienen a mi memoria los rostros extasiados de mi padre y sus amigos al hablar de la diosa española. En este instante logro entender —después del recorrido iconográfico— porqué aquellos viejos elogiaban a su “Sarita” al escuchar sus negros discos en las rockolas de las cantinas de Zapotlán; lo entiendo ahora que veo a Sara joven, fresca y sus ojos me miran intensos…
Nacida y luego bautizada como María Antonia Aurelia Isidora Vicenta Josefa Abad Fernández, en Campo de Criptana, Ciudad Real, en 1928, murió casi en el olvido bajo el nombre único de Sara Montiel, el pasado 8 de abril, en Madrid.

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