Rostros perdidos

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No podía estar mejor ubicado. Por un lado las leyendas e historias del panteón de Belén: la muerte. A un costado un lugar donde los médicos luchan por la salud: el hospital civil “Fray Antonio Alcalde”. Ahí se encuentra, en medio de la muerte y la vida, el Servicio médico forense.
Pasamos frente a la oficina de uno de los hombres cuyo trabajo y trayectoria en la medicina forense es reconocida: el doctor Mario Rivas Souza.
Es temprano: las 10:30 horas, así que alcanzo a ver al doctor Rivas Souza que lee los periódicos del día. Saluda y nos permite el paso a uno de los lugares sagrados de las ciencias forenses en el estado.
Subimos las escaleras de inclinación arriesgada y de espacios estrechos. Unos cuantos y llegamos al sitio donde a diario realizan un trabajo único en su especie en Jalisco: la reconstrucción facial.
Su oficina, laboratorio y taller tiene como constante los cráneos. Alejandro Aceves enciende un cigarro y comienza con la historia de su trabajo como reconstructor.
Cuenta que en 1981 empezó a dar rienda suelta a los trazos con los retratos hablados de delincuentes y 10 años después nació su inquietud de “renovar” rostros perdidos.
El criminalista recuerda que sus inicios en la reconstrucción facial fueron gracias a la curiosidad: “como vi que tenía facilidad para el dibujo, me formulé el reto de hacer reconstrucciones, podríamos decir, que ficticias, pero en escultura. Esta habilidad de hacer un rostro la pase a tridimensional: de esa manera realicé mis prácticas”.
De forma empírica comenzó a trabajar la técnica. En aquel momento las únicas reconstrucciones faciales en Jalisco eran las que hacía el doctor Mario Rivas.
Los retratos hablados “me ayudaron mucho”, dice y con esto cierra la antesala de la plática, para iniciar con los ¿cómo? de la reconstrucción.

La técnica paso a paso
Comienza a sacar cráneos para detallar la técnica. Los acomoda en una mesa de cemento blanco similar a las barras de azulejos de los laboratorios de química en la secundaria.
Aclara que una reconstrucción solo es necesaria “cuando el cadáver se encuentra en estado de deterioro corporal, que no tiene huellas dactilares, porque muchas veces encuentran los cuerpos en lugares despoblados y la fauna los va destruyendo y no es posible identificarlos”.
Existen casos en los que la identificación es fácil: cuando encuentran restos (cabellos o piel) que no se desintegraron, componentes que proporcionan datos acerca de grupo racial y sexo, pero estos elementos no siempre están presentes, lo que atrasa más el trabajo.
La labor reconstructiva empieza con la ubicación de los restos de la víctima. Luego de la necropsia de ley pasan a diferentes áreas del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses.
Por ejemplo, con el antropólogo, quien define con los huesos el sexo, edad, grupo racial y la estatura, a partir del esqueleto y principalmente del cráneo.
En tanto un odontólogo analiza las piezas dentales, que proporcionan características más específicas de la víctima. Incluso hasta de hábitos alimenticios.
Si esto no es suficiente, recurren a la reconstrucción.
El cráneo es lo primero. Éste es tratado con químicos especiales para retirar los restos de piel y tejido. Alejandro Aceves explica que por más minuciosa que sea la limpieza, quedan partes sin desintegrarse. Extrae uno de los cráneos, mientras dice: “las larvas todavía están saliendo del cráneo, porque es nuevo” (gusanos blancos que aplasta con una hoja, en tanto asevera: “más cadáveres”).
Cuando el cráneo está limpio, Alejandro toma las medidas del hueso y observa sus detalles. Por ejemplo, un tabique desviado es un dato determinante para identificar a una persona.
Luego de la observación y análisis de la estructura ósea, comienza el trabajo. Con plastilina y material sintético coloca las partes de la cara que están conectadas.
El hueso deja de verse vacío: ya tiene densidad el rostro. La siguiente etapa es colocar puntos en diversos lugares del cráneo, a partir de cálculos matemáticos para definir el grosor de la piel.
Establece los puntos y poco a poco el rostro adquiere forma.
La siguiente etapa es cubrir el cráneo con músculos ficticios elaborados con cera de Campeche. Aquí las manos de Alejandro Aceves explotan su espíritu de artista. Comenta que la imaginación es un elemento esencial para que los huesos tengan vida, “porque desde que captas visualmente los detalles, te puedes imaginar cómo era la persona”.
Enseguida el responsable de la reconstrucción le da un toque final al rostro perdido con una capa de material sintético color piel.
El trabajo de reconstrucción continúa. Los puntos del rostro más difíciles de moldear son la punta de la nariz, el color del cabello y de los ojos. Por fin lo detalla, delinea la boca y le pone ojos… la cara aparece.
Con el rostro reconstruido, la siguiente tarea es difundir fotos en las oficinas del Ministerio Público, de la Procuraduría de Justicia del Estado de Jalisco.
Después de que los parientes creen que las fotos corresponden a las de su familiar desaparecido, visitan las instalaciones del Semefo para comparar esta reconstrucción facial con fotografías, radiografías, y viene el empleo de tecnología al servicio de la medicina forense, es decir, programas de cómputo especializados para realizar un fotomontaje y comprobar si coinciden los elementos utilizados.
En México solo existen cuatro reconstructores faciales. Alejandro Aceves es uno de ellos y el único que efectúa dicha labor en Jalisco. Ha recibido capacitación en Cuba y en Estados Unidos (FBI).
Hasta hace algunos años las reconstrucciones faciales eran poco utilizadas. Alejandro Aceves señala que desde 1995 pidieron a los agentes ministeriales que todos los restos no identificados que encontraran debían pasar al área de reconstrucción del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, que ejecuta de dos a tres reconstrucciones al mes.
El criminalista ha realizado más de 150 reconstrucciones faciales y cada una tiene su historia.
Con rostro de satisfacción y ojos mojados, platica sobre el agradecimiento de una madre que fue a reconocer a su hijo. “Al ver el fotomontaje que realicé, le surgió un sentimiento y hasta me bendijo por haberlo identificado, porque ella no sabía de él desde hacía tiempo”.
Un hombre apasionado con su labor, Alejandro Aceves combina el arte y la muerte para regresar la vida a huesos perdidos. “Es una cosa maravillosa. Me preguntan dónde trabajo y les digo ‘los muertos son mi vida’, porque con ellos me he desarrollado y obtenido conocimientos”.
La plática termina. Más de siete cráneos reposan sobre la barra de trabajo del reconstructor. Aún hay larvas que salen del cráneo recién llegado, el que espera ser identificado y guarda en sí un rostro perdido…, pero no por mucho tiempo.

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