Rostros de la pobreza

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    En el rostro de un niño, en su mirada diáfana y en su expresión inocente, se reflejan muchas cosas de la realidad que lo rodea. Niños como los que Ivonne Ojeda de la Torre retrató en una pequeña comunidad indígena del municipio de Cuautitlán de García Barragán. Caras morenas, ojos grandes y negros, en que el asombro y la incuria característicos de la infancia, aparecen marcados por la extrema pobreza que aqueja a este pueblo de la región sierra occidental de Jalisco.
    Escenas bucólicas, de vida cotidiana en un pequeño rancho inmerso en la naturaleza, captadas por la fotógrafa tapatía, en que la sencillez de pequeños actos de los chiquillos —jugar con un animalito, llevar los trastes, intentar hacer la tarea— se compenetra y casi contrasta con el ambiente circundante, que destaca la miseria del lugar.
    Cuautitlán en efecto es uno de los municipios con el índice de desarrollo más bajo del estado, tanto por sus escasos ingresos económicos, que dependen principalmente de la ganadería y la agricultura, como por su rezago en materia de salud y educación. Este último, en particular, es el que más afecta a los infantes, agraviándose ulteriormente en las comunidades rurales más alejadas de la cabecera municipal. Pues en el círculo vicioso de la pobreza, los últimos de los últimos, los más indefensos son los que padecen la carga mayor de la desesperación.
    Los pies descalzos en el lodo, los niños inmortalizados por Ivonne, con el gesto sumiso o sus expresiones impasibles, nos hacen llegar un eco de esa desesperación, vibrante pero al mismo tiempo sosegada por sus muecas traviesas, que hacen entrever que aún en la pobreza extrema hay esperanza. Hay vida. Imágenes que te llevan a otra realidad. Imágenes para reflexionar.

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