Repensar la forma de hacer protesta social

684

Hace aproximadamente un año, en México llamó la atención la emergencia de la protesta estudiantil-juvenil que adoptó el nombre de #YoSoy132. El nombre mismo denotó que se trataba de una protesta o un movimiento de la era de las redes sociales comunicacionales.
A diferencia de otros casos, este movimiento fue altamente visibilizado, pero terminó siendo utilizado por los medios comerciales para alegrar un poco las campañas electorales. Fue un movimiento que hizo un uso eficiente de las llamadas redes sociales y a la vez reiteró las limitaciones de estas tecnologías. Los aportes y reiteraciones de este movimiento abonan y enriquecen el debate. Esto es también parte de su importancia.
Por lo general, siempre que emerge un nuevo movimiento social novedoso, genera muchas expectativas. Más si tales acciones las realizan sujetos que no habían participado en política de forma colectiva o individual. Esta tendencia podría incrementarse en tanto que los problemas y las necesidades de la gente se agrandan día a día. En tanto que el futuro para millones de personas no es halagüeño y más cuando queda claro que la gente sencilla y la clase política viven en mundos radicalmente diferentes, y se cae en la cuenta que la pobreza y necesidades de unos se explican por la riqueza y abundancia de los otros.
En situaciones así, la involucración de la gente en la política tenderá a crecer y una vertiente, en mi opinión la más interesante, es la que se expresa en la vida cotidiana. Es decir, cuando cansados y hartos del desprecio de la clase en el poder, la gente, asumiéndose como sujeto de cambio, empieza a realizar pequeñas acciones a través de las cuales pretende resolver por sí misma sus necesidades antes de que sea tarde.
Sin embargo, no faltará quien, con razón, señale: sí, mucha protesta, pero todo se sigue deteriorando; la pobreza y la violencia continúan desatadas; las luchas permanecen aisladas unas de otras. No pudieron impedir el triunfo de Peña Nieto, objetivo central del 132. Así como aparecen grupos o protestas, éstas desaparecen o se debilitan rápidamente. La represión, los asesinatos, la desaparición, el acoso contra movimientos y dirigentes sociales se mantiene como tendencia y en algunos lugares se ha incrementado significativamente.
En este escenario por demás complicado, el #YoSoy132 cumplió un año de vida. Obviamente, un año después, no es el mismo movimiento. No está claro si cumplirá un año más. Ello, sin embargo, no es tan importante. En mi opinión su aporte ya lo hizo y podría aumentarlo: ahora cientos o miles de jóvenes están haciendo política de forma diferente.
Con el caso del #YoSoy132 en mente, y desde una perspectiva de la resistencia y la autonomía, plantearé algunas ideas para insistir en la permanente necesidad de repensar las formas de hacer política y los objetivos de la protesta social.
Desde esta visión, se pone en cuestionamiento el uso del concepto movimientos sociales. Se propone el concepto movimientos de resistencia, porque define mejor el espíritu y el horizonte político de las luchas actuales. No preocupa la temporalidad o la vida de los movimientos. Actualmente estos son efímeros y así pueden seguir. Lo importante es que sus integrantes aparezcan después en otros. Tampoco es central si se articulan o juntan todos en un frente de masas. Menos si pretende o no crear una estructura centralizada y vertical.
Lo que se instituye, estructura y se norma deja de ser creativo y coarta la libertad. Dispersos, sabiendo unos de otros, convergiendo en situaciones y demandas comunes, también se puede avanzar, aunque sea lentamente. La horizontalidad los caracteriza. No hay dirigentes unipersonales. Todos deciden y dirigen el movimiento.
Urge neutralizar la represión, pero no está claro cómo hacerlo. El campo del poder no es su campo. Ese es el campo de la clase política. Por ello es que ese campo divide y copta. Además, es un camino muy andado.
El campo de los movimientos es la resistencia y la autonomía como vías para afrontar la guerra de baja intensidad que el Estado y el capital sostienen contra los pueblos, independientemente de quién gobierne.

Artículo anteriorFeria del Libro en Español de Los Ángeles (LéaLA)
Artículo siguienteContaminación ambiental en Jalisco