Relatos de la PAA

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    “Escuché un susurro dentro del salón de clases, durante la aplicación del examen de Aptitud académica.
    –“Pss…pssstt. ¿Qué es lo contrario a efímero?
    “Mis ojos no ubicaban el origen de lo que escuchaba. Seguí caminando entre las filas mientras observaba a los jóvenes. De nuevo el susurro. En esta ocasión lo escuché más claro. A unos pasos de mí estaba la aspirante que insistía.
    –“¿Qué es lo contrario a efímero? O por lo menos dígame qué es efímero.
    “Me dirigí a ella.
    –“No es ético auxiliarte. Lo único que puedo decirte es que si una pregunta te parece difícil, bríncala y continúa con otra. Al final, regresa a las que te fueron más difíciles. No puedes hablar, porque interrumpes a tus compañeros. Discúlpame.
    “Habían pasado tan solo algunos minutos y la prueba de Aptitud académica había comenzado para miles de aspirantes. Pero mi mente ya no estaba ni estaría en muchos años con tranquilidad. ¡El trauma se me había formado!
    “¡Yo, adulto, con licenciatura, con más de 40 años de vida, jamás había utilizado la palabra ‘efímero’ en mi lenguaje cotidiano!
    “Solo Dios y los diccionarios sabían el significado que tenía, y en ese momento no podía correr para averiguarlo”.
    Este es un fragmento del relato ganador en el primer concurso “Mi participación en la prueba de aptitud académica”, que organizó en julio pasado el Departamento de Ciencias Sociales y Jurídicas (DCSyJ), en colaboración con la Coordinación de Control Escolar, del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), de la Universidad de Guadalajara.

    Primer lugar
    Con el seudónimo de “Quiribujito”, la maestra María Elvia Edith Alaníz Pérez, quien trabaja en la administración de procesos informáticos de las maestrías del CUCEA, ganó el certamen. En su narración describe, en 12 pequeños capítulos, su experiencia al momento de aplicar el examen a los aspirantes a una de las carreras que ofrece la UdeG.
    La historia gira en torno al trauma que produce a un maestro desconocer el significado de la palabra “efímero”, cuando un alumno se lo pregunta en el momento en que responde la prueba.
    “Él le contesta que no le puede decir, pero cae en la cuenta de que tampoco sabe su significado. El hecho le causa conmoción y desata en él una serie de conflictos internos y hasta familiares”.
    Alaniz Pérez, quien se hizo acreedora a un monto de 15 mil pesos, explica que nunca antes había experimentado con la escritura, pero que ahora, después de “haberme divertido muchísimo al escribir”, piensa continuar con los ires y venires del personaje.
    “Narré mi historia como si yo fuera hombre, porque si no lo hago así, por mi propia experiencia, estoy segura que hubiera tenido menores oportunidades de ganar”.

    Memoria documental
    La doctora María Rodríguez Batista, organizadora del concurso, señala que el objetivo principal era recabar diversas experiencias institucionales y sumarlas a la Memoria documental del DCSyJ, del CUCEA.
    “En este departamento tenemos un área de estudios organizacionales y otra sobre la institución. Lo que queríamos era documentar ese tipo de experiencias que suelen quedar en el olvido. Lo más grave es dejarlas o no hacerles caso, pues el peligro radica en comenzar siempre de cero”.
    Agrega que lo importante del certamen era reunir todos esos procesos, “que son como invisibles”, y dejar una muestra fehaciente, con base en la cual sea posible continuar el desarrollo posterior de la institución.
    “Además el concurso sirve para que sean los propios participantes quienes nos hablen de la percepción que tienen del proceso. Ello pudiera hacerse por medio de entrevistas, aunque con el riesgo de sesgar la información y limitar lo que los propios actores del proceso quieren decir”.
    El certamen iba dirigido a todos los trabajadores del CUCEA que de alguna u otra manera han intervenido en la aplicación del examen de aptitud que se realiza dos veces al año en los centros universitarios.
    “La convocatoria incluía a todo tipo de trabajadores, quienes compitieron en igualdad de circunstancias. El único requisito era que hubieran participado en la aplicación de la prueba en las últimas cuatro ocasiones”.
    La investigadora señala que hubo muchas solicitudes, pero como no cubrían los requisitos (sobre todo la extensión: mínimo 15 cuartillas y máximo 25), al final solo concursaron ocho trabajos. Los tres primeros lugares recibieron 15, 10 y cinco mil pesos, respectivamente.
    Cuatro destacadas personalidades integraron el jurado, entre ellas una psicoanalista, un lingí¼ista y un par de académicos, entre los que sobresale el doctor Víctor González Romero, exrector de la máxima casa de estudios de Jalisco.

    Segundo lugar
    El maestro Paulo Alberto Carrillo Torres, profesor de estadística del CUCEA, invirtió tres o cuatro días, en sus ratos libres, para conseguir el segundo lugar, bajo el seudónimo de “Desmodus rotundus”.
    Señala que su texto giró en torno a lo arduo del trabajo para aplicar la prueba de Aptitud académica –algo que pocos conocen–, aderezado con “situaciones chuscas y cómicas” que ocurren durante el proceso.
    Su experiencia como escritor se remonta a sus años de preparatoria. De hecho, entró al concurso bajo invitación expresa de quien finalmente ganó el tercer lugar: Carlos Humberto López Ortiz.
    “Él insistió en que me metiera. No pensaba quedar en primer lugar, sino solo echarle ganas, pero cuando tuve el texto completo, presentí que podría obtener algún premio”.

    Tercer lugar
    ”Jamás me ha dado por preparar un pastel y nunca he asistido a una corrida de toros. Ponerse a cocinar pasteles ha de tener su gracia; así como también el ser aficionado a la fiesta brava. En realidad no soy muy adepto a los pasteles, y no me atrae la diversión que se genera en las plazas de toros con sus dichosas corridas.
    “No se trata de hacer una comparación, pero cuando se participa en la preparación y ejecución de la Prueba de aptitud académica (PAA), para la admisión de aspirantes a las diferentes licenciaturas de este centro universitario, es casi como aventurarse a preparar un pastel y aventarse al ruedo en una plaza de toros, por las complicaciones, leves o intensas, que puedan presentarse con la organización de dicho evento”.
    Así comienza su relato el jefe de la Unidad de nóminas del CUCEA, licenciado Carlos Humberto López Ortiz. Esta historia, “Cooking cakes, fighting bulls” (“Cocinando pasteles, lidiando toros”), presentada bajo el seudónimo “St Pauz Zeceik”, le valió el tercer sitio.
    “Tardé un par de semanas en redactarlo, a ratos. Traté de narrar en forma amena las implicaciones que tiene organizar, y luego aplicar, un examen de esta naturaleza, sobre todo los puntos oscuros que pocos ven, y que están detrás de las apariencias”.

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