Rabia y placer de manifestarse

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Una protesta circunscrita al servicio de transporte en la capital São Paulo, se convirtió en una ola que está sacudiendo el sistema político y social de Brasil. Economía emergente, modelo de crecimiento en América Latina, el país carioca parece sacar a la luz insatisfacciones, odios y conflictos que quedaron escondidos, latentes, durante muchos años.

“La situación es muy compleja. Todo empezó por la protesta en contra del aumento del transporte público, el 6 de junio, que fue subestimada. Nadie se esperaba lo que sucedió después, además porque en Brasil hace 20 años, desde los tiempos de la dictadura, que la gente no salía a la calle”, explica Maria Zuppello, periodista italiana freelance residente en São Paulo que, entre otros medios, colabora con la agencia France-Press.

El movimiento, dice, sorprendió tanto a autoridades nacionales como extranjeras: “Y fue una sorpresa para los mismos brasileños. Descubrieron el entusiasmo de manifestarse en las calles, se veía la ‘virginidad’ de estos jóvenes que nunca habían participado en eventos de este tipo”.

La protesta contra el aumento del boleto de la agrupación Paso Libre fue el detonante, “pero luego se juntaron toda una serie de insatisfacciones. Esto muestra que Brasil nunca estuvo tan bien como parecía”.

“En el movimiento confluyeron desde el que luchó en contra del aumento al transporte, jóvenes apartidistas, a trabajadores, amas de casa, gente de las favelas y jubilados, sin embargo en las últimas manifestaciones hubo mucha manipulación de las fuerzas de oposición, que tienen todo el interés para fomentar el descontento de las masas en vista de las próximas elecciones”, que, añade, se celebrarán el próximo año.

La protesta sigue organizándose por las redes sociales, y esto es algo que acomuna el movimiento brasileño con los demás que se dieron recientemente a lo largo del planeta, junto con el perfil de quienes están protestando y sus demandas: “Son jóvenes de la época post-Lula, que no conocieron la dictadura y todos los problemas sucesivos ligados a la inflación, y que nacieron ya con las ventajas y el bienestar que han traído consigo las conquistas sociales. Por lo que salen a las calles con nuevas demandas ligadas a las problemáticas económicas del capitalismo, contestando la legitimidad del actual sistema democrático”.

En cuanto a la violencia, comenta que en la mayoría de los casos fueron eventos aislados, que la mayoría de los manifestantes han condenado, pero reconoce que hubo un poco de todo: “Hubo momentos en que todos se dejaron llevar por la violencia, hubo saqueos en tiendas y supermercados, y la misma policía disparó sobre la gente y hasta sobre los periodistas”.

Añade: “Es un movimiento en el que entra un malestar general que nace de la rabia y la necesidad, que Brasil carga desde hace varios años, de colmar las diferencias sociales, donde hay una clase muy rica y la mayoría que sigue viviendo en la pobreza”.

La protesta alcanzó algunos logros: ya la semana pasada se revocó el aumento al transporte, y la presidenta Dilma Rousseff anunció públicamente una reforma política para la cual convocaría a un plebiscito nacional que autorice el proceso constituyente, además de prometer un mejoramiento del sistema educativo y el de salud.

Aun si en los últimos días la protesta se ha aplacado, Zuppello dice que en todas las ciudades del país persiste una gran vitalidad, con eventos en las plazas, debates en las escuelas y en las redes sociales.

Y concluye: “El reto para ellos será pasar del plano de la mera protesta, a un plano de negociación con las autoridades. Pero el problema es que siendo un movimiento que nació de manera anónima, espontánea, no hay interlocutores que puedan representarlo ante el gobierno. Es difícil hacer previsiones, estamos a la espera de ver qué sucederá”.

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