Periodismo entre balas

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…Soy el jefe de jefes, señores.
Me respetan a todos niveles
y mi nombre y mi fotografía nunca van a mirar en papeles,
porque a mí el periodista me quiere
y si no mi amistad se la pierde…
   
Jefe de jefes, Los Tigres del Norte

Si tradicionalmente los periodistas en México han estado entre dos fuegos, ahora ya ni saben por dónde les llegan las balas. Atacados por la delincuencia organizada, hostigados por las instituciones, despedidos y maltratados por los medios, y sin nadie que les ofrezca una real protección o seguridad, muchos profesionales de lo que en un tiempo fue nombrado el cuarto poder ven amenazada diariamente su libertad de expresión, sus derechos laborales y sobre todo, su integridad física.
Se ha dicho reiteradas veces que México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo: 11 escritores de periódicos y blogs fueron asesinados el año pasado; con ellos son 82 desde 2006, informa la Comisión Nacional de Derechos Humanos (71 por ciento de los cuales han quedado impunes). Y con el cambio de gobierno la situación no ha mejorado.
Una encuesta realizada por Freedom House, en colaboración con el Centro Internacional para Periodistas, revela que desde el 1º de diciembre hasta inicios de abril, se han registrado en el país 36 casos de agresiones a periodistas y medios de comunicación, entre éstos los recientes asesinatos de Alonso de la Colina, el 15 de abril, periodista de Acapulco, y de Jaime Guadalupe Domínguez, el 3 de marzo, comunicador de Chihuahua. A éstos hay que agregar la muerte acaecida el jueves pasado de Daniel Martínez, fotógrafo de Coahuila, encontrado descuartizado y con un mensaje de Los Zetas, de acuerdo con periódicos locales.
 Sin embargo, la situación más grave aconteció en el estado de Veracruz, donde a partir de 2010, en el gobierno de Javier Duarte, han sido asesinados nueve escritores de medios de comunicación.
Jade Ramírez, periodista de UDG Noticias, afirma que en Jalisco no existe una institución que atienda las agresiones en contra de la prensa, por lo que se cuenta con un gran sub-registro. “Esto se debe en parte a nosotros mismos, que como integrantes de este gremio no hemos sabido organizarnos, y la mayor parte a la Comisión de Derechos Humanos, que no tiene ningún protocolo específico para periodistas”.
Ramírez citó una encuesta realizada por Cencos, que documenta 260 casos de agresiones a comunicadores en 2012 en el ámbito nacional, 103 provenientes de particulares y 157 de funcionarios y representantes de partidos políticos. “De esto se desprende la hipótesis de que en México hay tres principales atacantes de la prensa: los grupos del crimen organizado, los funcionarios de primero y segundo niveles del poder institucional, en este caso policías y directivos, y el híbrido de los dos anteriores”.
Añade: “Por no hablar de las condiciones laborales, un ejemplo es lo que está sucediendo en Jalisco, donde decenas de trabajadores han sido despedidos últimamente de El Occidental y Milenio”.
La Ley de protección a defensores de los derechos humanos y periodistas, promulgada el año pasado, a pesar de ser un mecanismo tangible para la preservación de la vida de activistas y escritores, “dejó el escenario minado por la desconfianza que genera la falta de consignaciones y averiguaciones previas, que por falta de elementos las terminan desechando y así dejan impune el asesinato, acoso, amenaza y agravios contra periodistas”.
A las agresiones a periodistas, hay que sumarle también cuatro ataques a medios de comunicación en lo que va del año, el último de los cuales fue dirigido a las instalaciones del diario tapatío Mural, el pasado 17 de abril.
El profesor investigador Roberto Castelán Rueda, del Centro Universitario de los Lagos, dice que “esto es peligroso, porque ya son mensajes claros de grupos de delincuentes que en determinado momento se sienten atacados en sus intereses, por un lado, y por otro se creen con total impunidad, que pueden hacer lo que sea, porque saben que no les va a suceder absolutamente nada”.
“El periodismo es una profesión que está debilitada en muchos sentidos. De entrada, los salarios y las condiciones laborales tienen mucho que desear, pueden correr a los periodistas de sus empleos con mucha facilidad, son perseguidos judicialmente, acusados de difamación, daño moral, los políticos constantemente intentan cooptarlos a través de ofrecimientos de dinero o de ciertos tipos de puestos o con amenazas”.
Entonces, ¿cómo hacer periodismo en México y sobrevivir en el intento? “Creo que se requiere una mayor organización, y a partir de una forma de identificarse como blanco de diferentes grupos, que van desde los institucionales hasta el crimen organizado, se deberían hacer organizaciones de periodistas sólidas que protejan incluso la fuente laboral, en la que existe una gran fragilidad”.

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