Peregrinación sin control

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    La tradicional peregrinación para visitar a la Virgen de San Juan de los Lagos provoca cada año una excesiva contaminación, enfermedades gastrointestinales y respiratorias entre los habitantes de las poblaciones cercanas a su santuario, además de una pérdida de la flora y fauna de la zona conocida como “paso de la Mesa Redonda”.

    Una investigación realizada por Bertha Alicia Arce Chávez, académica del Centro Universitario de los Lagos (CULagos), revela que en el tramo de la carretera que va desde Lagos de Moreno a San Juan de los Lagos hay un fuerte impacto ambiental durante los seis días más importantes de la peregrinación, que reúne hasta dos millones de personas.

    La especialista afirma que la zona del cerro de la Mesa Redonda, emblemático de esta región, se convierte en uno de los puntos de campamento para los fieles católicos que viajan desde todos los puntos del país.

    Aquí se concentran las peregrinaciones que vienen de todos los puntos carreteros y las cuales pernoctan en terrenos alquilados, prestados o que toman sin permiso. La convivencia de cerca de dos días (tiempo promedio que están en tal zona) deja como resultado toneladas de basura, que al final son quemadas sin ningún tipo de separación.

    “Cuando se recorre el camino después del paso de los peregrinos se encuentran residuos de consumo alimenticio, sanitarios, químicos, combustibles, medicamentos y otros elementos, como detergentes”, explica la investigadora del Departamento de Ciencias Exactas y Tecnológicas del CULagos.

    Esa breve estadía pone en peligro no sólo las ruinas de algunas haciendas que se encuentran en ese trayecto, sino también a cactáceas propias del lugar, catalogadas como especies en peligro de extinción, dice Arce Chávez.

    Los peregrinos usan el cerro como elemento simbólico cuando suben a dejar cruces, ofrendas y algunos otros elementos religiosos o de agradecimiento, pero ese traspaso genera caminos y senderos que rompen los corredores ecológicos.

    “Hay dos caminos muy grandes. Uno por el surponiente y el otro por el suroriente, además de varios pequeños senderos que la gente utiliza y en los que sí hay peligro de pérdida de flora, porque existen unas cactáceas endógenas que la gente corta sólo para abrirse paso, pero ni siquiera las consume”.

    Estas plantas son fundamentales para la conservación del ecosistema, por su floración, su semilla y su participación en el ciclo natural.

    Como elemento adicional en su investigación, la académica entrevistó a habitantes de las pequeñas comunidades cercanas a esta zona, quienes refieren un aumento en enfermedades respiratorias y gastrointestinales en esa época, que llegaría según la investigación, a un 100 por ciento.

    “Desde el 28 de enero hasta el 2 de febrero aumentan estas enfermedades. Suponemos que tiene alguna influencia el polvo que genera el continuo tránsito de personas y autos, además de los residuos sanitarios que podrían contribuir a la intensificación de los síntomas”, asegura Arce Chávez.

    Tras cuatro años de investigación, la especialista afirma que no hay una intervención formal de ninguna instancia para resolver estos problemas.

    “Es un fenómeno cultural en manos de los peregrinos, quienes se organizan, vienen y ubican lugares donde pernoctar. Los “alquilan” a veces de manera intrusiva, pero como es un fenómeno religioso, la gente es flexible con ellos”.

    La diócesis de San Juan de los Lagos no tiene injerencia directa. Los ayuntamientos de Lagos y de San Juan “intervienen de manera tangencial”, con botes de basura, contenedores y repartiendo en la carretera bolsas para los residuos, pero no hay un ordenamiento, una intervención ni una solución de fondo.

    Arce Chávez propone un plan de manejo que involucre tanto a los habitantes de las comunidades, como a los municipios y la diócesis, para proteger el patrimonio arquitectónico y zonificar los lugares donde puedan estar los peregrinos de manera controlada.

    “Es una tradición de más de cien años. No se trata de eliminarla, sino de controlarla”.

    La segunda etapa de la investigación la enfocará a hacer un análisis del suelo y el agua, para saber qué elementos contaminantes hay en esa zona y si representan un riesgo sanitario para la población.

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