Pensar y cantar desde la memoria

    559

    Al borde de lo que muchos consideran como fatalidad —el final de los días terrenales—, el poeta y ensayista Octavio Paz escribió una serie de textos deslumbrantes. Son a la vez una justificación vital, una mano abierta a la amistad, un testamento al amor, un resumen de sus viajes por las infinitas ciudades del mundo y un saludo a la inevitable muerte.
    írbol adentro apareció a los ojos públicos cuando Paz había cumplido 73 años, y son los más grandiosos escritos de un veterano que ya estaba por alcanzar la ancianidad. Nunca un viejo logró tanto como el poeta de Mixcoac, seis años más tarde volvió a impresionar a sus lectores con La llama doble, obligando a sus detractores a rendirse a sus pies. Pensar y cantar fue su ocupación a lo largo de su existencia. Su pasión fue vivir. Y como la vida se construye de círculos trascendentales, írbol adentro en 1987 cerró, de algún modo, una de las variadas empresas del rapsoda que había iniciado con la publicación de Libertad bajo palabra, en 1960.
    Con La llama doble (1993) la circunnavegación creó, a su vez, las hondas concéntricas y excéntricas en un lago vital de agua y nubes, de cielo y tierra, de viento entre las copas de los árboles que se respira aún y nos comparte energía.
    “Aunque nací en México, mis abuelos paternos eran tapatíos” —dijo Paz en su último viaje a Guadalajara, cumplido en 1987. En ese tiempo recordó el Parque de Agua Azul: “…lo soñé como un manantial de agua pura en el centro de una espesura verde de plantas y árboles paradisíacos”; “al oír estas dos palabras yo pensaba en una agua celeste o en un cielo acuático”; “una imagen de agua congelada del tiempo”; “una imagen del cielo hecho agua, la eternidad devuelta al tiempo…”.
    “Mientras reflexionaba sobre la suerte de las ciudades en este fin de siglo, alcé los ojos y vi el cielo de Jalisco: no ha perdido su azul ni ha cesado de producir, con infinita constancia y no menos infinita fantasía, nubes y más nubes. Cada una es distinta y todas son la misma. Diaria admirable lección de la naturaleza: sus cambios son repeticiones y sus repeticiones, cambios. El secreto de la inagotable creatividad de la naturaleza es muy simple y nosotros no deberíamos olvidarlo nunca: la invención no es la enemiga sino el complemento de la tradición…”.
    Poeta de la naturaleza, juglar de las ciudades, Octavio Paz nos recuerda sus pasiones y a cada palabra que profería otorgaba homenaje a sus predecesores: Netzahualcóyotl y Sor Juana Inés de la Cruz. ¿De ellos aprendió a cantar y pensar?
    Libertad bajo palabra es un prodigio. Es un puñado de palabras iniciales, un balbuceo de cinco líneas, algunos verbos, y el nacimiento de un lenguaje que emerge y nombra a la mujer sin nombrarla, la erige de sombras y la abre al mundo en un amanecer de algún día de 1935 —quizás en Mixcoac o en un tranvía en su recorrido del pueblo a la ciudad.
    Luego —largos años de trabajo, la construcción de una vida, la afirmación de las dudas, la enunciaciones de anhelos, y ¿una culminación parecida a las inmolaciones sagradas?—: un maná, un trazo de 584 versos endecasílabos bajo un nombre brillante y oscuro, duro y flexible, extenso y breve, esencia de lenguajes aprendidos y profundas raíces brotando, como iridiscencias, en Piedra de sol. ¿Quién habla? ¿Quién nombra? ¿Quién narra? ¿Quién canta? Es un río de lenguajes, es una fuente de aguas cristalinas, es el canto de un pájaro en la rama de un pino, un cohete y su chisporroteo de luces en el pueblo de eternas fiestas. Es una ola que viaja, un ramo de azules ojos. Son ciudades y es la Ciudad de México con su Cerro de la Estrella, son los crepúsculos de la ciudad y es el Valle de México imantado de antiguas voces de los pueblos indígenas. Es todo y es nada a la mitad de la escritura de un poema, de un pensamiento lanzado al aire, es una corriente verbal… Es la voz de quien dijo: “No tenía plan. No sabía lo que quería escribir. Piedra de sol se inició como un automatismo. Las primeras estrofas las escribía como si literalmente alguien me las dictara.” (…todo se transfigura y es sagrado /es el centro del mundo cada cuarto /es la primera noche, el primer día /el mundo nace cuando dos se besan…). “Fue un caso de colaboración entre lo que llamamos el inconsciente (y que para mí es la verdadera inspiración) y la conciencia crítica y racional. A veces triunfaba la segunda, a veces la inspiración. Otra potencia que intervino en la redacción de este poema: la memoria […] Por ser obra de la memoria, Piedra de sol es una larga frase circular.” ¿En qué instante se corresponden los primeros poemas del joven Paz (Libertad bajo palabra) y los versos del poeta en la madurez (írbol adentro)?
    Desde el comienzo y hasta el final un solo mensaje.

    Creció en mi frente un árbol.
    Creció hacia adentro.
    Sus raíces son venas,
    nervios son sus ramas,
    sus confusos follajes
    pensamientos.
    Tus miradas lo encienden
    y sus frutos de sombras
    son naranjas de sangre,
    son granadas de lumbre.
    Amanece
    en la noche del cuerpo.
    Allá adentro, en mi frente,
    el árbol habla.
    Acércate, ¿lo oyes?

    Artículo anteriorJorge Jurado Martínez
    Artículo siguienteResultados finales del Programa de Estímulos al Desempeño Docente 2010-2011