Patarroyo en entrevista

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“Piense usted cómo me siento cuando estoy consciente de que cada 10 segundos muere un niño de malaria en el mundo”. Este pensamiento muestra la preocupación del científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo Murillo, quien desarrolló en 1986 la primera vacuna química hecha en la historia y también primera contra la malaria (paludismo), cuya patente donó a la Organización Mundial de la Salud.
Desde pequeño quiso ser médico científico. Conocer la vida de Louis Pasteur, lo marcó desde los ocho años. En alguna etapa de su vida tuvo principios de tuberculosis y en ese periodo de convalecencia reafirmó su vocación. Desde hace 35 años no para, tratando de ayudar a los enfermos.
Patarroyo Murillo estuvo en Guadalajara la semana pasada para impartir un curso y una conferencia en el marco de la Cátedra Latinoamericana “Julio Cortázar”, de la Universidad de Guadalajara. Él es el primero de los personajes invitados que pertenece al mundo de la ciencia experimental.
El investigador ha obtenido diversos premios de ciencia en su país y en el mundo. Ha recibido 26 doctorados honoris causa. Es autor de 279 artículos científicos. Colabora como profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia y profesor adjunto de las universidades Rockefeller, de Nueva York, y Estocolmo, en Suecia. Es fundador y actual director del Instituto de Inmunología de Colombia.
Pero, ¿qué papel desempeñan los gobiernos, las industrias farmacéuticas y los científicos ante las enfermedades infecciosas, que causan miles de muertes en los países en vías de desarrollo? Al respecto conversó con este medio.

–¿Qué hallazgos han marcado su investigación sobre la malaria?
–Esa vacuna (la de malaria) mostró que protegía a los monos en 50 por ciento y luego hicimos estudios en humanos, en unos pocos soldados, obteniendo el mismo resultado. Cuando se efectuaron estudios entre 15 mil y 25 mil personas para conocer si la vacuna era segura e inducía defensas, se encontró que sí. Luego se hicieron grandes estudios de población con la vacuna para mirar cómo funcionaba en el campo, en grandes grupos poblacionales, en áreas endémicas de la malaria, como Colombia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Tanzania, Gambia, Mozambique y Tailandia.
“El resultado fue que la vacuna funcionaba entre 30 y 50 por ciento en las distintas poblaciones mayores de un año de edad. El problema con los pequeños, de acuerdo con estudios, es que la mayoría de estas sustancias no funciona en ellos.
“En 1994 tomé la decisión de no seguir vacunando más. Basados en los hallazgos del grupo de inmunología y receptores de mi instituto, encontramos que nos estaban haciendo falta bastantes componentes de la vacuna. A lo largo de estos 10 años nos hemos dedicado a encontrarlos, lo mismo que los mecanismos de evasión que utiliza el parásito frente a esas partes de las moléculas”.

–¿En qué etapa va el estudio?
–Ya está casi completo. Nos falta dar algunos fragmentos y hacer las mezclas para aplicarlas primero en changos (que da el mismo resultado que en humanos) en 2007, para luego probarlas en humanos, durante 2008.

–¿Estas metodologías tienen aplicación en la investigación sobre otras enfermedades?
–Estamos buscando un método para desarrollar vacunas, usando la malaria como modelo experimental, para aplicar esos mismos conocimientos en tuberculosis, hepatitis C, cáncer de útero, cáncer del sistema linfático, entre otros.

–En los países subdesarrollados los principales problemas de salud son los infecciosos…
–Claro, la malaria, la tuberculosis, el sida, la bronconeumonía y las diarreas representan 40 por ciento de la mortalidad, mientras que son inexistentes en países desarrollados. Las enfermedades infecciosas en el mundo atacan a dos terceras partes de la población.

–¿Por qué no existe preocupación de los países de primer mundo por los nuestros?
–Ellos no tienen esas enfermedades. Al no tenerlas es como si el problema no existiera para ellos. Están obligados a resolver sus propios problemas, pero no los de otros.

–¿Cuál es el rol que deben desempeñar la industria farmacéutica y los gobiernos?
–Las industrias farmacéuticas, hay que tenerlo claro, no son instituciones de beneficencia. Por la misma razón quieren hacer dinero.
“Pienso que esta actividad la debería asumir el gobierno de cada nación, sobre todo las que están en vías de desarrollo. Si se unieran los gobiernos y crearan sitios de investigación para resolver los problemas pertinentes a sus países, obviamente, sería mucho mejor”.

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