Para tratar de entender el terrorismo

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    El terrorismo islámico debe ser combatido con medidas de inteligencia, con cooperación entre los países orientales y occidentales, pero sobre todo con un conocimiento cultural entre esas dos regiones del mundo, afirma el director del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia (España), José Sanmartín.
    El especialista, quien dictó en la Universidad de Guadalajara un curso sobre violencia social, insistió en la necesidad de que los países de occidente se acerquen más a la cultura oriental y “traten de entenderla”, para erradicar este flagelo mundial.
    Entrevistado durante su visita a esta ciudad, el catedrático de filosofía de la ciencia en la Universidad de Valencia (España) habló sobre la psicología de los terroristas y sus motivaciones para morir matando.
    –¿Cómo explica la conducta y las motivaciones de un terrorista?
    –Desde el punto de vista psicológico se caracterizan por ser personas carentes de empatía, pues así les enseñaron. Han estado sujetos a un proceso de socialización más o menos largo mediante el cual aprenden a desconectarse moralmente, a no tener los escrúpulos ni los frenos de conducta que las personas ‘normales y corrientes’ solemos tener.
    “Este proceso es distinto si el terrorista vive en países musulmanes o en occidente, pero en ambos casos el elemento fundamental es una educación religiosa integrista. Algunos la reciben desde pequeños.
    “El terrorista que actúa en una nación musulmana con frecuencia es educado en madrasas (escuelas de enseñanza religiosa adscritas a una mezquita), donde sus padres lo dejan desde niño –movidos muchas veces por la necesidad económica– y donde es educado con lecturas integristas o salafistas, a cambio de alimento y cuidado. Las madrasas de Paquistán, por ejemplo, hoy en día son esenciales para la creación de futuros terroristas.
    “Cuando platicaba con un niño de 11 años llamado Mohamed, que vive en una madrasa paquistaní, me decía que el mejor destino que puede alcanzar es sacrificarse en la senda de Dios, es decir, morir matando, ser un shaheed, un mártir. Esa idea es frecuente en países musulmanes donde las madrasas y las escuelas coránicas son medios comunes de educación”.
    –¿Los terroristas que se mueven en países occidentales también tuvieron esa instrucción?
    –En occidente es distinto. Ahí los terroristas islamistas viven un contacto tardío con la religión. Son jóvenes que realizan actividades que no estarían bien vistas en el islam, como beber alcohol. Casi siempre el descubrimiento de la religión ocurre en el país donde residen, mediante líderes integristas defensores de la yihad o guerra santa. Ese encuentro, para muchos de estos jóvenes, da sentido a su vida en occidente.
    “Por lo general, han sufrido discriminaciones y actitudes xenófobas de una sociedad que no puede integrarlos como debiera sino que suele imponerles su forma de vivir. Estos jóvenes, de una manera u otra, en su encontronazo con la religión del islam hallan significado a su existencia.
    –¿Es por ello que el islamismo está adquiriendo más auge en los países de occidente?
    –Sin duda. Un joven educado en las categorías religiosas integristas ve en occidente al enemigo de su forma de vida. Debemos entender que el islam no es una religión como el cristianismo, donde una cosa es la fe y otra la vida normal, en la que solo en casos extremos se lleva la regulación bíblica a la conducta ordinaria.
    “El islam es mucho más que una religión. No solamente regula la fe sino también la conducta. Un islamista cree que todo el poder es de Dios”.
    –El escritor Mario Vargas Llosa publicó en El País un reportaje donde menciona que la pobreza de los países en Medio oriente es un detonante para que un hombre decida ser terrorista, ¿qué tan cierto es esto?
    –Si repasamos la historia de los terroristas en varios países europeos, vemos que son jóvenes universitarios desplazados. Es cierto que las crisis económicas, así como la situación de injusticia que atraviesan algunos pueblos y las guerras absolutamente injustificadas, como la de Irak, son elementos de atracción para construir en los jóvenes una personalidad terrorista.
    “Sin embargo, la motivación fundamental es la creencia absoluta en el mensaje coránico. Cuando un terrorista se suicida –muere matando–, no lo hace engañado. Su educación religiosa le lleva a creer en el paraíso. No lo duda. Sabe que ahí podrá disfrutar todo lo que le ha sido vedado en la tierra y cree que muere sacrificando su vida de manera altruista, a favor de los demás.
    “El terrorista islámico posee la certeza de que con la muerte de los otros, lo que consigue es defender a los suyos, a su religión, que vertebra toda una forma de vida. Ser shaheed es lo más importante que puede ser un joven islamista.
    –¿Occidente se preocupa por conocer oriente, por entender todo esto?
    –No lo que debiera. No hay que confundir oriente con los islamistas, como no habría que confundir a los españoles con los etarras. Los islamistas son una absoluta minoría, tanto en oriente como en occidente. A su vez, el islam es más que los islamistas, muchísimo más, porque es básicamente moderado. Lo que le hace falta a occidente es aproximarse a la cultura oriental y a la inversa, porque no se puede devaluar una cultura sin conocerla y eso sucede en ambas direcciones.
    “Occidente tiene que aproximarse a oriente con una finalidad: prestarle el apoyo que necesita para librarse del terrorismo.
    “La lucha antiterrorista no se hace con ejércitos. No debe confundirse con la guerra. Eso es lo que un terrorista quiere ser: un soldado, y en tiempos de guerra muchas de sus acciones quedan legitimadas”.
    –¿De qué sirve conocer la personalidad de los terroristas?
    –El conocer cómo se construye su personalidad nos puede servir para combatirlos. No es lo mismo un terrorista laico que uno religioso. En España, después del 11 de marzo (cuando se produjo el atentado a las estaciones del metro de Madrid, hace un año), las fuerzas y cuerpos de seguridad estaban acostumbrados a enfrentar a los terroristas laicos de ETA, pero cuando tuvieron que enfrentar a parte del grupo que perpetró los ataques en la estación de Atocha y que estaban escondidos en un piso en Leganés, se toparon con que ellos prefirieron explotarse. Eso, un terrorista laico no lo hace.
    “Si los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado hubieran sabido en qué forma actúan este tipo de terroristas, jamás se hubieran atrevido a acercarse al piso de Leganés como lo hicieron.
    “El gran error que se comete en occidente es seguir la estela de algunos líderes y estar empeñados en una especie de cruzada, o de guerra con matices religiosos, contra el terrorismo. A este flagelo no se le combate sino con medidas de inteligencia. Se le ataca a través de espías, con medidas de cooperación económica, policial y cultural entre los países, pero no con ejércitos.
    –¿España le ha apostado a conocer cómo trabajan los terroristas, luego de los atentados del 11 de marzo?
    –Sin duda. En eso estamos. Al igual que el Reino Unido, Alemania o Italia. Era un fenómeno nuevo. La sorpresa fue mayúscula, porque estábamos preparados para combatir el terrorismo tradicional.
    –¿Cuál es la diferencia entre terroristas de países musulmanes y occidentales?
    –Un terrorista de corte laico o tradicional se mueve siempre por ideales ‘políticos’. Siente que representa una vanguardia revolucionaria y volverá realidad ciertos ideales los cuales siempre hacen referencia a una etnia, una clase social, una población de referencia de la que ellos se consideran responsables. Eso determina que sus atentados tengan ciertas cortapisas.
    “Los terroristas religiosos islamistas, por su parte, solo deben dar cuenta de sus acciones ante Dios. En todo caso, si se sienten vanguardia, lo son de una comunidad de creyentes, no de un pueblo. No tienen cortapisas en su manera de atentar.
    “Conocer cuáles son sus motivaciones y su perfil es la única manera adecuada para sacar adelante una lucha terrorista eficaz”.

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