Oídos sordos con el ruido

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A unos metros bajo tierra, por arriba del ruido del tren, resuena el sonido que proviene de un “metalero”. Su actitud inexpresiva de este treintañero, contrasta con la estridencia que despiden sus audífonos. A su alrededor, dentro del vagón, los pasajeros apretujados expiden un soñoliento calor próximo al de Guadalajara —como el de este día de mayo—, trastocado nada más por los estruendos de batería y guitarras, que de vez en cuando se mezclan a la voz que anuncia las estaciones del Tren ligero. El reloj indica las 8:00 de la mañana. Desde que estaba esperando en la estación de San Jacinto hasta su bajada en San Juan de Dios, transcurren más de 15 minutos, y la música que escucha no para ni baja.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de mil 100 millones de jóvenes en el mundo están en riesgo de sufrir pérdidas de audición por prácticas inadecuadas, como el uso frecuente y a volumen alto de dispositivos móviles y audífonos.

Dicha instancia recomienda que para evitar deficiencias auditivas provocadas por música con audífonos, la exposición diaria de una hora no debe exceder los 85 decibeles (dB), lo que representa el sonido de un camión diésel.

Una condición acústica saludable requiere exposiciones de no más de 65 decibeles, pero muchos suben el volumen de sus aparatos a más de 90, comenta la investigadora del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA), Martha Georgina Orozco Medina.

Crece la atención audiológica
A diario los ciudadanos de las urbes nos exponemos a diversas fuentes de ruido, que van desde las voluntarias, como escuchar música con audífonos, hasta las involuntarias, como el tráfico vehicular.

Desde hace 10 años son cada vez más los jóvenes que piden atención audiológica o que registran problemas de hipoacusia (disminución de audición), comenta Carlos Radillo Martínez Sandoval, jefe del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Civil de Guadalajara Juan I. Menchaca.

Antes los pacientes eran de la tercera y cuarta edad. En la actualidad hay más afectados entre 18 y 35 años. Tan sólo en consulta externa de otorrinolaringología de dicho nosocomio se registran 240 pacientes jóvenes con hipoacusia al año.

Martínez Sandoval explica que las tres principales causas de traumas por sonidos intensos son las relacionadas con exposición laboral, disparos de armas de cacería o pirotecnia y los auriculares. Sin embargo, también hay quienes refieren malestares como zumbidos o disminución auditiva luego de haber asistido a antros.

Para Orozco Medina, el problema se ha agudizado en parte porque “se han vuelto más complejos los hábitos de la mano de la tecnología” y que como sociedad estamos expuestos a más niveles de ruido de diversos orígenes, como el tráfico de vehículos, que ocupa el primer lugar como fuente de ruido ambiental en Guadalajara, además de la recreación en fiestas y bares, puesto que hay jóvenes que acuden hasta una o dos veces por semana.

Martínez Sandoval agrega que de los audífonos, en especial los de olivas (que se introducen al oído) causan más daño, ya que tapan el conducto auditivo; el sonido golpea directo sobre la membrana timpánica y provoca daños neurosensoriales, es decir, afecta las células ciliadas del oído. La mayoría de estas hipoacusias son irreversibles.

Decibeles en audífonos y antros
Cristian, estudiante de biología del CUCBA, está sentado en un pasillo del edificio de Ciencias Ambientales. Entre salones, oficinas y árboles, escucha música como lo hace a diario. “Como mínimo unas ocho horas al día”. Le gusta la música electrónica, el hip-hop “y todo ese rollo”.

Dice que la escucha a un volumen de poco más de la mitad; está acostumbrado. Cuando hace ejercicio “le subo un poco, y a veces sí termino con dolor de cabeza”.

El CUCBA realizó el estudio “Niveles de exposición sonora y percepción en estudiantes con reproductores de música portátil en un centro universitario” y entrevistó a 56 jóvenes. Al 90 por ciento se le realizaron pruebas con un sonómetro, para medir el ruido de sus dispositivos móviles y con un audiómetro su capacidad auditiva.

De acuerdo con Orozco Medina, no esperaba hallar condiciones de hipoacusia en jóvenes sanos, pero “lamentablemente encontramos una disminución en su capacidad auditiva. Además, estamos midiendo perfectamente 90 o 100 decibeles en los audífonos que están portando, y esto es peligroso”.

El trabajo arroja que los encuestados escuchan música entre 50 y 98 decibeles. El 45 por ciento lo hace entre dos y tres horas diarias, por ejemplo, durante traslados en el trasporte público; y parte del problema es que los audífonos son empleados como aislador ambiental, lo que induce a subir el volumen.

Otro factor es el ruido de establecimientos. Orozco Medina comenta que en algunas ocasiones los dueños de los bares y otros sitios acuden al Instituto de Medio Ambiente y Comunidades Humanas, del CUCBA, para que hagan una medición sonora, luego de que los ayuntamientos verificaron condiciones acústicas, los apercibieron o multaron.

“Encontramos frecuentemente que exceden los niveles máximos permisibles, de tal forma que al interior del establecimiento podemos encontrar, incluso, niveles superiores a los 90 decibeles y niveles máximos de hasta 100 decibeles, que es un ruido que se puede encontrar en una fábrica o en un aeropuerto”.

En fechas recientes el ayuntamiento de Guadalajara efectuó operativos contra ruido en bares. El reglamento para el funcionamiento de los giros comerciales, industriales y de prestación de servicios para el municipio de Guadalajara (Artículo 15, fracción III) establece “en 68 dB el límite para la emisión de ruido de las 6:00 a las 22:00 horas y 65 dB entre las 22:00 a las 6:00 horas.

Al respecto, la investigadora plantea que “se tiene que conceder al generador de ruido la corresponsabilidad para que asuma esa parte del monitoreo, de regular sus emisiones de ruido, y proteger tanto la salud de sus trabajadores como la de los vecinos y clientes”.

Condición acústica crítica
César Alejandro se ha dedicado por más de 20 años al transporte privado, pero lo hace a su modo: le gusta que “vibre el auto”. Escucha rap, hip-hop y rock. Conduce un taxi ejecutivo. Sonríe e invita a que los usuarios elijan la música.

Recuerda que antes manejaba una camioneta de carga liviana y “traía buen sonido”. A diario escuchaba la música “casi al tope”, pero “llega un momento en que te vas acostumbrando a tenerlo tan alto que se te hace muy común; a cualquier lugar llegas y le subes al volumen”.

Al pasar el tiempo se ha dado cuenta que al usar alto volumen de los aparatos, siente la necesidad de subirle más, “porque ya no escucho bien”, sobre todo del oído izquierdo, dice.

Los ruidos de automotores, escapes y el ambiente han influido en su condición.

Orozco Medina considera que la contaminación auditiva representa un problema de salud pública y ambiental que está saliendo de nuestro alcance, por lo que lamentó la falta de más normatividad sobre ruido ambiental.

Basta con mencionar que la población joven de las grandes ciudades tiene una capacidad auditiva “mucho más disminuida” con relación a personas que no se exponen tanto a niveles de ruido, como en las zonas rurales.

Orozco Medina lamentó que las autoridades gubernamentales no dan el mismo tratamiento e interés al ruido que a otros contaminantes físicos-químicos, por lo cual no existe un monitoreo eficiente en la ciudad.

En los ámbitos nacional y estatal no están cuantificados o registrados los problemas auditivos causados por aspectos como exposición al ruido.

No sólo hay indiferencia por parte de las autoridades. Como explica César, él piensa que la ignorancia o creer que el ruido no afecta, no te hace ver las consecuencias: “Te vale para pura fregada lo que piensen los demás”. Incluso, “si traes audífonos y vas en el camión, quieres que los demás escuchen lo que vas oyendo”.

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