Nuno Júdice

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El poeta y narrador portugués Nuno Júdice es sin duda una de las presencias más luminosas que trajo la FIL. Nos encontramos con él entre el ruido y la velocidad de la Feria para conversar sobre su poesía. Su personalidad parsimoniosa y carácter sereno contrarrestaron el bullicio hasta silenciarlo por completo.

Su poesía tiene varios rostros protagonistas, algunos recurrentes como el lenguaje mismo y su musicalidad, sobre ello Nuno explica: “El lenguaje puede convertirse en poesía sólo cuando pasamos de las cosas, los objetos, los paisajes o los sentimientos a algo material que son los sonidos de la palabra y es fundamental para que un poema resulte, que todo lo que está en su origen se transforme a una forma verbal. La vida no es algo anterior al poema, nace de él.

La música es fundamental en la poesía porque viene del habla. Cada poética explora la calidad de la lengua a partir del sonido. La musicalidad de la poesía viene de la posibilidad de organizar los sonidos de la palabra, de una frase o de la totalidad del poema de un modo armónico o disonante, como lo que ocurre cuando un compositor está creando una pieza.

Para mi poesía fue muy importante mi interés por la música de los barrocos hasta los románticos. Después descubrí la música contemporánea atonal, aquella que subvierte armonías. Es cierto que cuando escribo busco el lado musical de las palabras, pero hay que ser cuidadosos, porque la cadencia y el ritmo en ocasiones pueden perjudicar lo que pretendo decir. La consonancia sonora puede confundir los sentidos, entonces hay que hacer una ruptura y volver a pensar en el significado. La belleza sonora no debe opacar el sentido del lenguaje.”

En la poesía de Júdice el tiempo es omnipresente, el pasado está en las voces de las palabras, en evocaciones del mundo que lo antecede.

¿Qué hace un poeta con la tradición cuando pertenece a una tan poderosa como la portuguesa?

Esa tradición fue decisiva en mi poesía, sin embargo cuando empecé a buscar mi camino tuve que liberarme de ese peso, sobre todo de los clásicos como Camões y después también de Fernando Pessoa. Busqué en los poetas angloamericanos, en la poesía francesa, española, sudamericana, en Borges, entre otros y creo que todos ellos contribuyeron para que pudiera volver a los poetas portugueses con un pensamiento enriquecido. Hay un momento en el que la ruptura es necesaria pero no se puede escribir algo enteramente en la ruptura, eso ya lo hicieron los dadaístas. No es nuevo, no puede llamarse ruptura, hay que hacer una síntesis de todo lo que leemos, todo lo que fue importante para nosotros y negociar con ello.  Se trata de conciliar mundos literarios con la experiencia propia, con ideas y memorias personales.

Ahora que habla del sello personal, de lo particular que suma un autor a su escritura, ¿cuál es su visión como lector-creador de la poesía portuguesa actual?, ¿cómo percibe a las generaciones que vienen después de usted y buscan en la poesía su camino?  

Lo que encuentro en las nuevas generaciones es algo muy diferente a la escena literaria del pasado y corresponde a un cambio social fundamental en Portugal: la presencia de muchas escritoras. Hoy las mujeres hacen valer su voz en nuestra literatura, hablan del mundo de una forma que no tiene nada que ver con la visión masculina. Los hombres cuando hablan de amor, por ejemplo, tienen siempre modelos más románticos, más púdicos correspondientes a la moral de siempre, la burguesa. Con la llegada de jóvenes autoras hay una evolución en la poesía portuguesa, creo que es posible hablar de una revolución femenina literaria.

También identifico otro aspecto muy interesante que es regreso a formas clásicas. Algunas poetas, también mujeres con formación en lenguas latinas están creando formas y temáticas clásicas que enriquecen y diversifican desde su presente. Si bien hoy no sabemos muy bien qué va a resultar porque son poetas dentro de los 20 y 30 años, esos caminos son interesantes, los quiero seguir porque posiblemente traerán cambios sustanciales a la literatura portuguesa.

Si bien la columna vertebral de su escritura es la poesía, usted es también narrador, ensayista y ha escrito teatro. ¿Cómo viaja el lenguaje de una estructura a otra?, ¿cómo elegir qué puede ser contado en cada género?

He escrito poco teatro, lo que me interesa en la dramaturgia es oír la voz en el texto. Escuchar a personas que monologan o dialogan es oír a los clásicos, es algo remoto que podemos hacer contemporáneo.  Me interesa escuchar lo que las palabras pueden contar a viva voz.  Sin embargo, también en mi poesía hay momentos que entran voces al poema. La oralidad aparece indistintamente en mi poesía y en el teatro.

La novela es otra cosa, en ella quiero hablar de mi juventud, mi experiencia personal con la dictadura y después de la revolución. Mi sensación es que si no escribo todas esas cosas se perderán. En mis narraciones está todo aquello que considero en peligro del olvido, incluyendo muchas lecturas que no quiero que se desvanezcan. Por ejemplo, mi novela Los pasos de la cruz parte de la confesión de una monja del siglo XVIII que fue maltratada por su pareja y la única solución fue escapar de ese marido que quería matarla y entrar en un convento donde el confesor la obligó a escribir su historia como penitencia. En la novela busco memorias literarias, el entrecruzamiento del pasado y el presente personal e histórico.

En su poema “El lugar de las cosas”, usted habla del peso de algunas palabras, de los nombres que poseen gran solidez semántica. ¿Cómo esa contundencia del lenguaje cobra importancia en un mundo trágico donde parece que todo pierde sentido?

En el mundo actual, el lenguaje está sometido al reduccionismo. Los medios y sus noticiarios presumen una supuesta neutralidad, cuando en realidad se trata de un debilitamiento del código y de su semántica. Con las mismas cien palabras creen poder explicarlo todo, incluyendo el peor de los crímenes. La poesía es donde se puede conservar la lengua y la historia del pueblo que la habita. Leer poesía nos conecta con toda una literatura que confluye en esos versos.  Al leer un poema contemporáneo podemos oír el eco de un poema medieval o clásico. Si lo único que parece importarle al mundo contemporáneo es la evanescencia del presente, la poesía entonces es el lugar donde vive lo que fuimos y también el porvenir.

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