Nos amarraron como puercos

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    Seguramente todos hemos escuchado la sirena de un camión de bomberos o de una ambulancia, y por lo general pensamos van a ayudar o salvar la vida de una persona. Pero que pasa cuando escuchamos la sirena de una patrulla de policía, la mayoría pensamos “ya van a joder a una persona.” Pues bien yo no tuve la fortuna de escuchar el sonido de la patrulla simplemente apareció de la nada.
    íbamos circulando por el Cerro del Tesoro cuando una patrulla nos indicó el alto, era una mujer policía y su compañero; nos detuvimos, no nos pidieron identificación, sólo nos pidieron que bajáramos del vehículo, lo hicimos como ellos nos indicaron, en el momento en que mi acompañante (de quien me reservaré el nombre por respeto) y yo. Bajamos del vehículo, nos pusieron las esposas, por más que les dije que eso era abuso de autoridad no les importó. Comenzaron a registrar el vehículo. Por un momento pensé, si no encontraban nada en el carro seguramente nos dejarán ir; pero no fue así. Encontraron un vaso desechable —claro sin alcohol—, pero fue suficiente para que a base de empujones y amenazas nos subieran a la patrulla y como diría la Canaca que en paz descanse: “Nos amarraron como puercos”.
    Ya estando arriba de la patrulla me pidieron las llaves del carro, porque también se lo iban a llevar pero afortunadamente ninguno de los dos policías sabía manejar estándar, por más que lo intentaron no pudieron moverlo ni una cuadra. Después nos llevaron a la delegación Santa Anita ubicada en Privada Colón Número 4 plaza principal, colonia Santa Anita.
    Al llegar bajaron primero a mi acompañante, se la llevó la oficial la perdí de vista por un rato; después a mí, y al bajar el policía me torció del cuello para que no viera el número de la patrulla y me esposo en un poste. Después me pasaron con la doctora, no sé su nombre, pero era la única persona con educación en ese lugar.
    Me preguntó que si tenía heridas o que si me habían golpeado. Le contesté que no. Puesto que el policía me había amenazado anteriormente de que si decía algo me iría peor en la celda, y claro no me convenía.
    Ya estando encerrado, vi pasar a mi compañera. Le pregunté que por qué había tardado tanto. Después me platicaría que una mujer policía no del todo femenina, la había llevado a un cuarto donde le pidió que se quitara la ropa y la puso hacer sentidillas, no se si hasta que se cansó de verla o hasta que su lujuria quedó satisfecha. Lo mismo pasó con las otras chicas que en el trascurso de la noche fueron llegando. Entre sollozos ella me dijo que en verdad fue humillante.
    Después de pasar gran parte de la noche encerrado, como alas 10:30 am me preguntaron que si quería hacer una llamada o pagar la multa: opté por lo segundo y como alas 11:20 am salimos de ese lugar. Me gustaría platicarles más detalles de este vergonzoso suceso, pero se me hace tarde porque en este momento voy a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a presentar mi denuncia.

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